|| Críticas | D'A 2025 | ★★★★☆
Eight postcards from Utopia
Radu Jude y Christian Ferencz-Flatz
Una flor caída
Miguel Martín Maestro
Valladolid |
ficha técnica:
Rumanía, 2024. Título original: «Opt ilustrate din lumea ideală». Dirección y guion: Radu Jude y Christian Ferencz-Flatz. Producción: Alexandru Teodorescu. Compañía: Saga Film. Edición: Cătălin Cristuțiu. Duración: 71 minutos. Presentación: Festival Internacional de Cine de Locarno 2024.
Rumanía, 2024. Título original: «Opt ilustrate din lumea ideală». Dirección y guion: Radu Jude y Christian Ferencz-Flatz. Producción: Alexandru Teodorescu. Compañía: Saga Film. Edición: Cătălin Cristuțiu. Duración: 71 minutos. Presentación: Festival Internacional de Cine de Locarno 2024.
¡Es una mariposa!
Con este bello haiku del poeta japonés Moritake comienza el nuevo experimento de Radu Jude, cineasta arriesgado como pocos y cuya evolución no sigue una línea recta en estilo ni formas, sino que va alternando experimentación, ficción, no ficción, archivo, recopilación, filmación, apropiación, cortometrajes fugaces y larguísimos largometrajes.Sleep#2 es puro cine experimental que se hermana con su igualmente reciente Eight postcards from utopia en que ninguna de las dos utiliza imágenes filmadas por el propio cineasta, sino que se forman a través, en este caso, de extractos de filmaciones de una cámara fija en un cementerio y la otra con anuncios comerciales televisivos para realizar una radiografía de un país, Rumanía, tras la caída del régimen de Ceaucescu, durante lo que podríamos llamar su "transición". Rumanía desaparece del foco en Sleep#2, título que hace referencia (como ocurría en No esperes nada del fin del mundo) a una película ajena precedente, en este caso una filmación de Andy Warhol de 321 minutos retratando a un hombre mientras duerme, y con la que enlaza porque los 61 minutos de Sleep#2 filman la tumba de Andy Warhol y la familia Warhola en el cementerio de Bethel Park, en Pittsburgh, donde un sistema de grabación enfoca de manera permanente la tumba del artista a través de la aplicación EarthCam.
Los propósitos de Jude relacionados con un homenaje a Warhol y su manera de hacer cine pueden verse subvertidos. Convertido el montaje en un cuento de las cuatro estaciones, propósito evidentemente intencional porque el clima y la vestimenta de los visitantes varía de manera notoria, la transmisión hacia el cine de Warhol (gusto minoritario y muy discutible) desemboca en un manual de comportamiento humano entre risible y lamentable. Seleccionadas las imágenes son menos los que acuden con respeto e intención de homenajear a su artista que aquellos que aprovechan para inmortalizarse y compartir rápidamente su presencia en ese espacio a través del escaparate de la red social. Desde quien adopta poses ridículas al lado de la lápida, quien se hace un selfie, quien la decora con latas de sopa Campbell antes de hacerse la foto, hasta quien acude por marcar con una equis un sitio de visita turística obligada o quien culmina su presencia con una obscenidad. El reflejo humano queda ridiculizado, la referencia del cine de Warhol patente y lo que permanece es la absoluta indiferencia de la naturaleza hacia quién esté enterrado en ese lugar o lo que pueda representar. La lluvia, el viento, la nieve hacen acto de presencia cuando corresponde, y ardillas y ciervos buscan comida en la vegetación circundante sin respeto ni prevención alguna. Puede ser que los 15 minutos de fama de Warhol no fueran suficientes para perdurar en la eternidad.
Por su parte Eight postcards from utopia es tan salvaje como real, irónica y triste por acumulación. Montado a base de capítulos con evidente conexión política centrados por temáticas que terminan interrelacionándose, Jude y Ferencz Flatz recopilan una serie de películas comerciales rumanas posteriores a la caída de la dictadura para retratar la transformación de una sociedad que, si ansiaba la libertad, asumió los roles y lastres capitalistas con la misma ansia como irreflexión. Estos anuncios, muchos de ellos ridículos, maniqueos, sexistas, estereotipados y de nula calidad visual, serían el equivalente de los de la España de finales de los 70 y años 80 del siglo pasado, todo un catálogo de comportamientos adjudicados a los hombres y a las mujeres con un objetivo transparente. El dinero y el poder; dinero y poder para comprar, para seducir, para viajar, para mandar sin darse cuenta de que mandar van a mandar siempre los mismos. Hasta la figura del dictador y el congreso del partido pueden ser manipulados sin I.A. para anunciar cualquier producto del mundo capitalista, hasta la privatización de todo lo estatal vendido en subasta y anunciándose la venta de participaciones para pujar como si de un sorteo de lotería se tratara. Ya en uno de los segmentos en que Jude compartimentaba Un polvo desafortunado o polvo loco jugaba con este uso de la publicidad como elemento narrativo, y en Plastic semiotic utilizaba el juguete para adentrarse en el comportamiento humano. Ahora toda la película se convierte en un juego de montaje en el que los anuncios no son manipulados salvo por el engarce que supone su acumulación, no se modifica su contenido para conseguir el objetivo, sino que se nos muestran tal cual para hacernos reflexionar sobre cómo la publicidad vende cualquier cosa y nosotros aceptamos su venta, y lo que es peor, su compra. No hay radiografía más demoledora sobre una transición política hacia la libertad y la democracia que la que muestra este escaparate de vanidades y consumismo. ♦