Festival de Málaga 2025

Anotaciones sobre su 28ª edición.

CARLOS ESCOLANO |
Festival de Málaga

Si hay una ciudad que se vuelca de una manera inusitada con su festival a todos los niveles es Málaga. Desde el decidido apoyo institucional, los kilómetros de alfombra roja que extiende por sus calles primaverales, la legión de fans que se agolpa expectante e inagotable en el Teatro Cervantes o la bonhomía de su director Juan Antonio Vigar, todos lanzan una carta de amor -no correspondida- al cine español.

Después de 28 ediciones el Festival de Málaga sigue sin ser el festival de referencia del cine español que le gustaría ser. “La casa común del cine español”, Juan Antonio Vigar dixit, sigue sin ser habitada por los inquilinos habituales que marcan el rumbo industrial (Festival de San Sebastián) y autoral (Seminci, Xixón) del cine nacional.

Aspiraciones de grandeza olímpico-cinéfila aparte, y arrinconados los subproductos televisivos -tributo que pagaba religiosamente el festival a sus patrocinadores más onerosos- el lugar que paulatinamente va ocupando Málaga es el de ser pista de lanzamiento de cineastas noveles o de segundas películas y un decidido apoyo a las mujeres cineastas. Ahí están para corroborarlo las presencias destacadas de Sorda (Eva Libertad), Los tortuga (Belén Funes), La buena letra (Celia Rico) o Una quinta portuguesa (Avelina Prat).

Con todo, estamos posiblemente en esta 28ª edición, ante la sección oficial con vocación más autoral de los últimos años. Difícilmente, el espectador de provincias -como es el caso- va a tener acceso a la mayor parte de títulos en la cartelera comercial cuando se estrenen. De hecho -reforzando esta apuesta por el cine más independiente- el festival ha dejado en la pantagruélica Sección Oficial fuera de concurso, buena parte de los títulos y cineastas más populares que poblarán las salas y las plataformas próximamente: 8 (Julio Medem), Los aitas (Borja Cobeaga) o También esto pasará (María Ripoll).

Lejos del escaparate de su Sección Oficial, el Festival de Málaga guarda secciones que son puro caviar cinéfilo como la sección de Documentales, un festival en sí mismo por la cantidad, y efímero, pues sólo concede un pase diario a sus títulos. Cine documental donde el cómo (la forma) importa tanto como el qué (el tema). Destacan ahí los títulos de Elena Duque, Fernando Vílchez, Carla Andrade o Lorena Muñoz. Proyecciones donde convergen en paridad el formato largo, corto o mediometraje.

Buceando en la programación del festival, uno de los más felices hallazgos ha sido el de la sección “La cápsula del tiempo”. Sección que reivindica y pone en valor títulos de nuestro pasado cinematográfico, acompañados de una actuación musical que dialoga con la película. Y escondido dentro de las actividades paralelas del festival se encuentra una muy oportuna mesa redonda, donde se debatirá sobre el edadismo en el cine en la que participa entre otros, Víctor Erice. Precisamente, en un festival de cine donde el empuje del debutante prácticamente ha desterrado de sus secciones a los cineastas “viejos”. Un hecho que no es sólo patrimonio de Málaga, sino de buena parte del panorama festivalero español. Quizás sea la película de oro de esta edición, Furtivos (José Luis Borau) la película que mejor explica 50 años después por qué nos encontramos en un presente que contiene la respiración ante los fantasmas de la Historia que carga a cuestas. Ya lo decía Gramsci: «El viejo mundo se muere y el nuevo está aún por llegar, y en ese claroscuro, surgen los monstruos».