|| Críticas | Americana 2025 | ★★★★☆
Saturday Night
Jason Reitman
Un detonador ante la cámara
Luis Enrique Forero Varela
ficha técnica:
Estados Unidos, 2024. Título original: Saturday Night. Dirección: Jason Reitman. Guion: Jason Reitman, Gil Kenan. Compañías: Columbia Pictures, TSG Entertainment. Festival de presentación: Festival de Cine de Toronto 2024. Fotografía: Eric Steelberg. Montaje: Dana E. Glauberman. Música: Jeff Richmond. Reparto: Matt Wood (John Belushi), Dylan O'Brien (Chevy Chase), Rachel Sennott (Gilda Radner), Nicholas Braun (Dan Aykroyd), John Mulaney (Lorne Michaels). Duración: 109 minutos.
Estados Unidos, 2024. Título original: Saturday Night. Dirección: Jason Reitman. Guion: Jason Reitman, Gil Kenan. Compañías: Columbia Pictures, TSG Entertainment. Festival de presentación: Festival de Cine de Toronto 2024. Fotografía: Eric Steelberg. Montaje: Dana E. Glauberman. Música: Jeff Richmond. Reparto: Matt Wood (John Belushi), Dylan O'Brien (Chevy Chase), Rachel Sennott (Gilda Radner), Nicholas Braun (Dan Aykroyd), John Mulaney (Lorne Michaels). Duración: 109 minutos.
El show homónimo al que el título de la película hace referencia, prácticamente una institución de la cultura pop estadounidense, cumple este octubre precisamente cincuenta años de emisión; y lo interesante de aquella coyuntura en octubre del 75 radicó no tanto, o no solamente en otorgarle voz y oportunidad a una nueva generación de cómicos y cómicas —que definirían el género durante las dos décadas siguientes—, sino en lo inesperado, en la sorpresa del formato y su contenido: un pandemónium abarcador y excesivo que revestía de irreverencia y contracultura un producto tan canónico, hasta el momento, como el late show.
Uno de los principales aciertos de la película es destilar un aspecto, una emoción concreta y construir, a partir de ahí, el total de la obra. Reitman decide centrarse en el estrés, en la tensión inmediatamente anterior a la primera emisión del show; de modo que la película no se define únicamente a través de este elemento, pero vertebra su desarrollo entorno a él, con una cohesión y un compromiso narrativo tremendos. Por lo tanto, todos los elementos propios del lenguaje se vuelcan en este compromiso.
Los hechos narran un espacio temporal muy concreto, entre las diez y las once y media de la noche de aquel once de octubre, lapso durante el cual, el entonces desconocido Lorne Michaels (Gabriel LaBelle) deambula de aquí para allá, junto con su mitad creativa Rosie Schuster (Rachel Sennot), por los corredores del plató de los estudios NBC, intentando desesperadamente sostener la programación de su Saturday night, con todo en su contra, con la desconfianza de los directivos de la cadena, la imposibilidad de hacer caber tanto y tan variado contenido —sketches, actuaciones musicales, falsos anuncios, monólogos— en el reducido espacio, la actitud arrogante y/o errática de algunos miembros del equipo técnico, enfrentándose además a la dificultad de controlar a algunos miembros su elenco, hasta arriba de egomanía y cocaína.
Como en toda recreación basada en personas o situaciones identificables en la realidad del cine estadounidense reciente, la sombra del guionista Aaron Sorkin es alargada, y su presencia se intuye aquí en cada espacio para tomar aire, en el dinamismo de las líneas de los personajes, cruzando invectivas, réplicas, preguntas, órdenes, con una furiosa vitalidad que encaja a la eficazmente con la cinética de la narración, pero con el conocido sarcasmo que definió desde sus inicios la filmografía de Reitman —gracias, además, a sus colaboraciones con Diablo Cody, cuya presencia se echa en falta—. El libreto (firmado por Gil Kenan junto a Reitman), que no concede más sobreexplicaciones a los espectadores que situarles en el contexto básico, se encarga de generar en espacios y situaciones verídicas —se pueden ver las similitudes con las secuencias reales de aquella primera emisión— una entidad propia, ahora dentro de otro plano. En este sentido, muy al amparo de Sorkin, las personas se convierten en personajes. Por lo tanto, el excesivo John Belushi (Matt Wood), el arrogante Chevy Chase (Cory Michael Smith), el agresivo George Carlin (Mathew Rhys), son, de algún modo, ellos mismos, sí; pero, sobre todo, son ahora otros, unos ellos bajo las leyes de la Ficción, casi disparadores y dinamizadores del desarrollo del film. Este guion no evita ciertos caminos recorridos, cierto desarrollo en el arco narrativo de alguna manera predecible; y, sin embargo suple este descuido al integrarse en el conjunto engrandeciendo sus partes.
Tras el telón, todo es cinética, movimientos acelerados y torpes entre sala y sala. El avance de un minutero, que prácticamente va de la mano con el devenir del tiempo real, funciona aquí no como un mero capricho formal; muy al contrario, contribuye a sumergirnos en las emociones descritas, operando de hecho como la cuenta regresiva del detonador de una bomba a punto de explotarnos en la cara. Y es que este deambular desesperado del protagonista está grabado con largos y muy bien orquestados planos secuencia, cuya cámara fluye con su mirada nerviosa entre los personajes que forman parte del cast del show. Este brillante trabajo de fotografía de Eric Steelberg se confabula con el montaje de Nathan Orloff y Shane Reid y el diseño de producción de Jess Gonchor, para transmitir esa tremenda ansiedad, una sensación de presión que quien escribe estas letras no recordaba en el cine estadounidense desde Diamantes en bruto (Uncut gems, 2019), de los hermanos Safdie.
Todo lo que podría salir mal sale aún peor: los focos se caen a pedazos sobre el escenario; la visita del ejecutivo de la cadena asoma en el momento menos adecuado y amenaza con cancelar la emisión y poner en su lugar un diferido del Show de Johnny Carson —más o menos, el enemigo, la representación del establishment—; no parece haber público con intención de acudir al estreno; y, para colmo, los cómicos con más peso mediático se distancian de su responsabilidad para con el proyecto, haciendo lo que mejor saben hacer, comedia aparte: ingerir toda sustancia a la que tengan acceso. Michaels se resiste, sin embargo, a detenerse en su esfuerzo, a dejar caer los brazos, tratando de convencer a los jefes mientras se convence a sí mismo de que tanto trabajo vale la pena, a pesar de ni siquiera estar seguro de saber qué es lo que está orquestando, qué tipo programa será este Saturday night.
Reitman consigue una simbiosis entre los diversos elementos narrativos y estéticos, dando forma a la que probablemente no sea su mejor obra, pero sí la más ambiciosa. Consigue que las actuaciones de O’Brien como Arkroyd, Smith como Chase o Wood como Belushi transmitan un carisma incontestable tanto para quienes conocen a estos tres referentes del entretenimiento estadounidense del último tercio del siglo XX, como para los que solo los identifican dentro del contexto delimitado dentro de las paredes de la pantalla. Por lo tanto, Saturday night asume una entidad propia, más allá de los condicionantes de la no-ficción, de los hechos reales en los que se basa, y se convierte en un producto más brillante que la suma de sus partes, demostrando la buena mano de su director. ♦
![]() |
![]() |
|
![]() |