|| Críticas | Americana 2025 | ★★☆☆☆ |
Problemista
Julio Torres
Inventiva inocua
Yago Paris
ficha técnica:
Estados Unidos. 2024. Título original: Problemista. Director: Julio Torres. Guion:Julio Torres. Productores: Becky Glupczynski, Ali Herting, Dave McCary ,Neha Simon, Emma Stone, Julio Torres. Productoras: A24, Fruit Tree, Exile Content Studio. Fotografía: Fredrik Wenzel. Música: Rob Rusli. Montaje: Jacob Secher Schulsinger, Sara Shaw. Reparto: Julio Torres, Tilda Swinton, RZA, Isabella Rossellini, Catalina Saavedra, James Scully, Laith Nakli.
Estados Unidos. 2024. Título original: Problemista. Director: Julio Torres. Guion:Julio Torres. Productores: Becky Glupczynski, Ali Herting, Dave McCary ,Neha Simon, Emma Stone, Julio Torres. Productoras: A24, Fruit Tree, Exile Content Studio. Fotografía: Fredrik Wenzel. Música: Rob Rusli. Montaje: Jacob Secher Schulsinger, Sara Shaw. Reparto: Julio Torres, Tilda Swinton, RZA, Isabella Rossellini, Catalina Saavedra, James Scully, Laith Nakli.
El debut en el largometraje de Julio Torres, quien también ejerce de actor principal, guionista y coproductor del filme, narra la historia semiautobiográfica de Alejandro, un joven salvadoreño, aspirante a diseñador de juguetes, que se aventura a obtener un puesto de trabajo en Nueva York. Su aspiración es entrar en el programa de jóvenes talentos de Hasbro –un programa en el que personas de cualquier parte del mundo pueden participar, pero en cuyo formulario solo permite escoger como lugar de residencia estados del país norteamericano–, pero, mientras espera a que se resuelva su candidatura, debe encontrar un trabajo para que su permiso laboral no expire y tenga que abandonar el país. El mero proceso legal para la obtención de un visado de trabajo cuesta en torno a 6.000 dólares, pero, al mismo tiempo, no puede cobrar ni un solo centavo legalmente mientras se encuentre en esta situación. Es decir, ¿cómo pagar los costes de un proceso destinado a poder cobrar? En este kafkiano laberinto burocrático se encuentra Alejandro, quien debe encontrar una empresa o autónomo que esté dispuesto a avalarlo para que su permiso de trabajo se pueda aprobar. De manera casual entra en contacto con Elizabeth (Tilda Swinton), una repelentemente pija crítica de arte con considerables problemas emocionales y en perpetuo estado de victimismo, que es incapaz de tratar bien a nadie a su alrededor. Alejandro ve la oportunidad de quedarse en el país, pero será a costa de trabajar para un ser autoindulgente, carente de autocrítica y tan privilegiado que probablemente no entenderá las dificultades del protagonista. Todo pende de un hilo, el del acuerdo verbal que han alcanzado, y que depende de la palabra de un personaje que no para de romper los acuerdos que ha establecido. Alejandro se agarra a un clavo ardiendo, y comienza así una cuenta atrás de treinta días donde todo tipo de complicaciones sumirán al protagonista en una vorágine de angustia, frustración y desconcierto.
El filme, amparado bajo el paraguas de A24, quien produce y distribuye el filme, se enfoca de esta manera en la experiencia de los migrantes que llegan a Estados Unidos y, mediante su crítica al sistema, pone de manifiesto lo difícil que resulta establecerse en este nuevo país, cuya burocracia parece hacer todo lo posible por expulsar a los extranjeros –al menos, a los de clase trabajadora–. Estamos, por tanto, ante un material suculento para toda clase de retratos maniqueos en torno a Estados Unidos como sociedad asalvajada donde los buenos pobres deben sobrevivir a pesar de los villanos ricos. No obstante, y sin que esta idea en sí sea desmentida, Julio Torres se sale por la tangente de los lugares comunes del cine social, y, a cambio, presenta un retrato subjetivista de la experiencia a través de la creación de un universo cómico en clave absurda. La narración toma no solo el punto de vista de Alejandro, sino sus sentimientos y su aproximación a la vida. El joven fue un niño sobreprotegido por su madre, quien no quiso que su pequeño se expusiera a ningún tipo de peligro, hasta el punto de, literalmente, construirle un castillo donde pudiera refugiarse. Este espacio, a la vez parque de atracciones y metáfora de la sobreprotección, da lugar a un joven adulto inhibido, incapaz de defender sus necesidades y acostumbrado a que se aprovechen de él; carne de cañón para una sociedad implacable como la estadounidense. El tono se empapa de estas vibes, y a este le sigue el lenguaje audiovisual, basado en constantes interrupciones de la narración para incluir interpretaciones del joven acerca de lo que está ocurriendo, o representaciones de lo que el protagonista está sintiendo ante lo que acontece. Todo ello filtrado a través de un humor ligero basado en el estupor, la extrañeza y la incomprensión, con un ligero toque autoparódico –la forma de caminar de Alejandro, su forma de reaccionar ante las tropelías a las que es sometido, etc.–.
El mayor acierto del filme es la negativa a dramatizar. La historia es, en sí, suficientemente precaria y angustiosa como para que el público comprenda la gravedad de la situación. Así, la ligereza con que compensa el contexto es una acertada manera de no enfangar la narración. Distintos son los resultados que se obtienen a la hora de jugar con el humor absurdo y la creatividad desbordada, que rara vez resulta desbordante. Existe un notable exceso de histrionismo, que es más epatante que verdaderamente impactante. Los cortes narrativos, las inmersiones en el mundo interior de Alejandro y las salidas de tono de personajes como el de Elizabeth parecen estar muy confiados de su inteligencia y rupturismo, por lo que resulta difícil no sentir una cierta sensación de que todo lo que se está creando es en realidad ciertamente ingenuo, evidente. En paralelo se construye una peculiar relación entre Alejandro y Elizabeth, que son varias veces retratados en clave de cuento de hadas como el guerrero y el dragón que deben combatir en una lucha a muerte. A pesar de que Elizabeth se ha ganado con creces los mandobles de Alejandro, Julio Torres decide tratar al personaje con una inusitada empatía y compasión. Aquí no aparecerán grandes giros dickensianos, y la versión femenina de Scrooge seguirá siéndolo, pero resulta estimulante que el cambio que necesitaba experimentar Alejandro para tomar definitivamente las riendas de su vida y hacerse valer sea, en última instancia, inspiración directa del monstruo con el que ha estado obligado a convivir y sufrir durante un mes. Otros detalles como la escena de prostitución fetichista en torno a la limpieza de unas ventanas hablan de una mente sensible y potencialmente lúcida como la de Julio Torres, pero habrá que esperar a intentos posteriores a Problemista. ♦
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