|| Críticas | ★★★★☆
Por todo lo alto
Emmanuel Courcol
Entre dos aguas
David Tejero Nogales
ficha técnica:
Francia, 2024. Título original: En fanfare. Director: Emmanuel Courcol. Guion: Emmanuel Courcol, Iréne Muscari. Productores: Marc Bordure, Robert Guédiguian, Stefano Jacono. Productoras: Agat Films, France 2 Cinema, Canal+, Cine+, France TV. Distribuida por: Caramel Films. Fotografía: Maxence Lemonnier. Música: Michel Petrossian. Montaje: Guerric Catala. Diseño de producción: Mathé. Maquillaje: Charlotte Lequeux. Dirección de arte: Mathé, Rafael Mathé. Reparto: Benjamin Lavernhe, Pierre Lottin, Sarah Suco, Jacques Bonnaffé, Clemence Massart-Weit, Anne Loiret, Yvon Martin, Nicolas Ducron, Isabelle Zanotti, Charlie Nelson.
Francia, 2024. Título original: En fanfare. Director: Emmanuel Courcol. Guion: Emmanuel Courcol, Iréne Muscari. Productores: Marc Bordure, Robert Guédiguian, Stefano Jacono. Productoras: Agat Films, France 2 Cinema, Canal+, Cine+, France TV. Distribuida por: Caramel Films. Fotografía: Maxence Lemonnier. Música: Michel Petrossian. Montaje: Guerric Catala. Diseño de producción: Mathé. Maquillaje: Charlotte Lequeux. Dirección de arte: Mathé, Rafael Mathé. Reparto: Benjamin Lavernhe, Pierre Lottin, Sarah Suco, Jacques Bonnaffé, Clemence Massart-Weit, Anne Loiret, Yvon Martin, Nicolas Ducron, Isabelle Zanotti, Charlie Nelson.
En la excelente Por todo lo alto (Emmanuel Courcol, 2024), la música, y los músicos, no solo son protagonistas, sino que sirven de puente emocional para entender los silencios, al mismo tiempo la construcción de todo el filme bascula sobre una narrativa musical sobresaliente, capaz de dialogar con el relato sin desmarcarse fuera de la escena. Toda, absolutamente toda la música que escuchamos en la película, con la excepción de una canción de Aznavour injertada con un claro interés dramático, está estructurada de manera diegética, es decir surge de la propia naturaleza física de la historia. Por todo lo alto comienza mostrándonos un ensayo de orquesta en directo, más concreto la imagen abre con el plano detalle de las manos de Thibaut (Benjamin Lavernhe), dirigiendo la orquesta. Courcol intercala planos de los músicos, con los títulos de crédito, y las manos del director moviéndose con el ímpetu necesario para marcar una especie de lamento o grito que acaba por romperse abruptamente con el desmayo de Thibaut, llevándonos de forma inesperada al silencio más absoluto. Los primeros compases del filme dirimen muy bien, a través del montaje y de las elipsis, la base principal del relato. Thibaut está enfermo y necesita un trasplante de médula, sin embargo esto le llevará a descubrir que fue dado en adopción y tiene un hermano biológico, Jimmy (Pierre Lottin), que puede ser su única vía de salvación para curarse.
Estamos ante una de esas películas feel good, de carácter popular y buenos sentimientos. No pasemos de puntillas por el hecho de que batiera el récord de puntuación del público en el último Festival de San Sebastián, un resultado nada baladí que nos empuja a cuestionar y estudiar la difícil tarea de llegar al corazón del público. Courcol es un maravilloso guionista, que ha demostrado su habilidad a lo largo de una filmografía con especial devoción por los personajes corales y la labor del grupo ante la adversidad. Su cine trata de las relaciones interpersonales y los lazos emocionales, como puede apreciarse tanto en su faceta como director; El triunfo (2020), como la de guionista; El extraño (2004), Welcome (2009), Boomerang (2015). Su obra sabe mantener diálogos con esa humanidad que todavía habita en el cine popular francés, siguiendo, en este caso, la tradición de películas con música de fondo y de las que tenemos varios ejemplos en la cartelera de los últimos años, desde la reivindicable y tristemente desapercibida Maestro(s) (2022), hasta otras producciones de cierto éxito francófono como por ejemplo La clase de piano (2018), Tenor (2022), Divertimento (2022), o la belga El concurso de piano (2023). Además, Por todo lo alto toma de modelo temático un tipo de cine social y obrero que evoca con cierta belleza a las típicas producciones british fronterizas, y, cómo no, al legado de Ken Loach. Una correspondencia significativa en la que la escritura tanto de Courcol como de Irene Muscari, ofrece lecturas pertinentes acerca de las condiciones de clase y la lucha de trabajadores en pequeñas poblaciones. Estamos ante un cine de carácter sociológico con el trasfondo de las fábricas y la precariedad en las zonas más desfavorecidas del norte de Francia. Tampoco pasa desapercibido ese delicado encuentro en la forma de mirar y leer la vida cotidiana bastante afín al cine de Robert Guédiguian, no por casualidad productor de la película, a lo que habría que sumar el maravilloso constructo coral del filme con una galería de secundarios de lujo y un mimo especial en los detalles.
A la hora de la verdad no es difícil identificar en el cine de Courcol la conciencia de un cineasta comprometido que sabe interpelar al espectador con una historia sentimental llevada con armonía y equilibrio evitando caer en la cursilería o subrayar los temidos clichés del melodrama familiar. El realizador nos cuenta la historia de dos hermanos separados que se reencuentran, y para ello define la existencia de dos mundos contrapuestos que de una forma u otra acaban por intercambiarse. Un mundo de clase media alta, en paralelo a la música culta y a las grandes orquestas sinfónicas de la gran ciudad, con predominio de los violines y la cuerda, frente a un mundo más a pie de calle, que se refleja en la música de las bandas de pueblo y del trombón y los instrumentos de metal como metáfora del mundo trabajador. Es muy interesante cómo ese espacio flotante entre los dos hermanos queda dibujado a través de la puesta en escena del filme. La primera vez que Jimmy presencia el trabajo de su hermano lo hace desde una posición distante, en este caso como espectador, desde las alturas por medio de los cascos en la sala de grabación. El director coloca la cámara en contrapicado para marcar las posiciones de un activo y otro. A su vez la primera vez que Thibaut ve tocar a Jimmy acaba por invadir su espacio enseñándonos las dispares maneras de sentir de cada uno. La inseguridad y timidez de Jimmy choca con la seguridad y decisión de Thibaut, dada sus capacidades de dirección y liderazgo. El plano más elevado se acerca, pues, al plano más sencillo que se verá profundamente transformado. Las dos alturas deberán hallar un mismo punto, siendo la música lo que acabe por igualarlos hasta manifestarse en un solo y único lenguaje.
Pero no se trata solo de la manera que este asunto es tratado ética y formalmente, lo interesante surge de la mise-en-scéne sometida a un exquisito tratamiento teatral. Vemos los contrastes entre la escena de apertura, con la hegemonía de los negros y colores sombríos, tenues, y la ropa del director en tonos grises sobre fondo oscuro, y la luminosidad de la escena final donde destacan los ribetes dorados de los uniformes de la banda y la luz brillante del escenario. Luces frente a sombras. Como hemos dicho anteriormente la película retrata dos mundos que finalmente dialogan con la música, se comprenden y entienden fusionando dos estilos, orquesta y banda, y que tienen a Ravel como bellísimo símbolo de paridad y común denominador. Por todo lo alto explora los registros de comedia y drama con la sabiduría y herencia de la escuela de cómicos franceses, una obra natural y accesible que sabe desplegar todo su potencial cinematográfico entre bambalinas, en ese arte figurativo de nobleza secreta en el que la música y los silencios van de la mano. ♦
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