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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Look into my eyes

    || Críticas | Americana 2025 | ★★☆☆☆ |
    Look into my eyes
    Lana Wilson
    Mesmerismo con filtros


    Javier Acevedo Nieto
    Valladolid |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2024. Título original: Look Into My Eyes. Dirección y guion: Lana Wilson. Compañías: A24, Artemis Rising Foundation, Chicken And Egg Pictures. Festival de presentación: Festival de Cine de Sundance 2024. Fotografía: Stephen T. Maing.Reparto: Documental con intervenciones de médiums y sus clientes. Duración: 108 minutos.

    Lana Wilson ha encontrado en el dolor ajeno una materia prima moldeable. Look Into My Eyes (2024) no escapa a esta lógica, pero su especificidad radica en el prisma a través del cual decide observar el duelo: el espiritismo. La directora presenta a un grupo de médiums de Nueva York que ofrecen su capacidad de comunicación con los muertos a clientes sumidos en la tristeza. Y ahí, en esa puesta en escena de lo invisible, en esa dramaturgia de lo espectral, emerge el verdadero problema del film: su dispositivo nunca se interroga sobre la performatividad del consuelo, sobre la lógica espiritualista que encapsula el dolor en una serie de rituales prediseñados. A primera vista, la película parece un ejercicio de empatía y curiosidad, una ventana a un fenómeno cultural que oscila entre lo místico y lo terapéutico. Sin embargo, tras su aparente sensibilidad, se esconde una obra que, sin quererlo (o quizá queriéndolo demasiado), termina por banalizar el dolor y convertir la espiritualidad en un espectáculo new age. Wilson nos invita a mirar, pero su mirada es complaciente, acrítica y, en última instancia, cómplice de las dinámicas que retrata.

    La película se estructura como un catálogo de sesiones espiritistas alternadas con fragmentos de la vida cotidiana. Pero lo esencial no está en su montaje, sino en su ética: ¿qué significa encuadrar la comunicación con los muertos bajo los códigos de un cine contemplativo? La cámara de Wilson se sitúa en un umbral extraño, donde el realismo y la artificiosidad coexisten de manera inquietante. Las sesiones están filmadas con una sobriedad que parece indicar una voluntad de neutralidad, pero esa misma neutralidad se convierte en una forma de legitimación. Look Into My Eyes nunca pone en cuestión la naturaleza del acto que documenta. Parece aceptarlo como una realidad emocional inmutable. Wilson no solo no problematiza, sino que lo acoge dentro de un marco de autenticidad emocional incuestionada, como si la mera emoción bastara para legitimar la experiencia.

    ¿Hasta qué punto es legítimo convertir el dolor ajeno en material cinematográfico? Wilson parece justificar su enfoque argumentando que estas sesiones son, en última instancia, terapéuticas. Pero esta justificación cae en una trampa peligrosa: la de equiparar el espiritismo con la terapia. Mientras que la terapia busca empoderar al individuo, ayudándole a procesar su dolor de manera crítica y consciente, el espiritismo ofrece consuelo a través de la ilusión, de la promesa de un contacto imposible. Al no problematizar esta diferencia, el documental termina por normalizar una práctica que, en muchos casos, puede ser profundamente manipuladora.

    Este abordaje es problemático porque la película se inserta dentro de la estética y la ideología de la espiritualidad new age, un marco donde el bienestar emocional se convierte en capital simbólico y la espiritualidad en una industria del consuelo. Como ha señalado Jeremy Carrette, la espiritualidad contemporánea tiende a privatizar la experiencia del sufrimiento convirtiéndola en un asunto de gestión individual en lugar de una cuestión social o política. En Look Into My Eyes, el duelo se reduce a un proceso que puede resolverse mediante la conexión con un médium, una idea que entronca con la lógica terapéutica neoliberal: el problema y la solución están en el individuo, no en las estructuras que producen el dolor. Es una visión alineada con la teoría de Illouz sobre la emocionalidad contemporánea donde las emociones son continuamente mercantilizadas y convertidas en productos consumibles.

    El espiritismo retratado en Look Into My Eyes no es el de las sesiones decimonónicas, llenas de mesas que flotan y espíritus que golpean paredes. El new age ha convertido lo trascendente en algo accesible, fácil de digerir y, sobre todo, rentable. En Look Into My Eyes esta dinámica es evidente. Desde un punto de vista performativo, el documental de Wilson se inscribe en una larga tradición de escenificación del trauma. La pregunta, entonces, no es si estas experiencias son reales o falsas, sino qué tipo de estructura narrativa las sostiene y qué efectos tiene esta estructura sobre nuestra concepción del duelo. Wilson parece creer que al retratar estas sesiones con respeto y sensibilidad está haciendo justicia a sus protagonistas, pero lo que realmente está haciendo es perpetuar una dinámica que merece ser interrogada.

    Illouz también ha analizado cómo las industrias emocionales construyen un modelo de autenticidad basado en la exposición pública de las emociones, y Look Into My Eyes se inscribe perfectamente en esta lógica. La película recoge la vulnerabilidad de sus personajes y la convierte en el núcleo de su propuesta estética: el rostro lloroso del cliente, el susurro de una confesión, el temblor de una mano que recuerda un abrazo perdido. Son imágenes de un sentimentalismo controlado, donde la emoción se despliega sin desbordarse nunca, domesticada por un montaje que busca la armonía antes que la disonancia. Wilson no abre fisuras en esta representación; no hay espacio para la duda, para la incredulidad o para la reflexión crítica sobre el mercado espiritualista.

    El problema con este tipo de representación es que transforma la pérdida en espectáculo, en una serie de escenas diseñadas para producir una catarsis controlada. Wilson no explora el dolor en su complejidad, sino que lo encapsula en un formato que resulta fácilmente digerible. En este sentido, la película participa de una estetización del trauma que es característica de cierto cine documental contemporáneo, donde el sufrimiento se convierte en un recurso visual y emocional más que en un objeto de análisis.

    Look Into My Eyes es un ejercicio de observación que, paradójicamente, evita mirar más allá de la superficie. La película no problematiza la naturaleza de la comunicación con los muertos, ni su papel dentro de una economía emocional más amplia. En su lugar, ofrece un reflejo suavizado del duelo, una representación donde el dolor es gestionable y donde la muerte, en última instancia, nunca tiene la última palabra. Es un cine de la espiritualidad soft, de la emoción sin aristas, de la trascendencia empaquetada en gestos predecibles. En otras palabras, es la New Age filtrada a través de la gramática del documental contemporáneo, un cine de la emoción mercantilizada donde el sufrimiento se convierte en una experiencia empaquetada, lista para el consumo. ♦


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