|| Críticas | Americana 2025 | ★★☆☆☆
Griffin in Summer
Nicholas Colia
Un escenario habitual
Nacho Álvarez
ficha técnica:
Estados Unidos. 2024. Título original: Griffin in summer. Dirección: Nicholas Colia. Guion: Nicholas Colia. Compañías productoras: Honor Role, Coveside Films, Tricky Knot. Música: Nami Melumad. Fotografía: Felipe Vara de Rey. Reparto: Everett Blunck, Owen Teague, Melanie Lynskey, Abby Ryder Fortson, Kathryn Newton. Duración: 90 min.
Estados Unidos. 2024. Título original: Griffin in summer. Dirección: Nicholas Colia. Guion: Nicholas Colia. Compañías productoras: Honor Role, Coveside Films, Tricky Knot. Música: Nami Melumad. Fotografía: Felipe Vara de Rey. Reparto: Everett Blunck, Owen Teague, Melanie Lynskey, Abby Ryder Fortson, Kathryn Newton. Duración: 90 min.
En su primer largometraje Nicholas Colia continúa lo ya expuesto en su corto Alex and the Handyman (2017), en el que un niño con una situación familiar similar a la de Griffin se queda prendado de Jared, un joven que su madre ha contratado para trabajar en casa. En Griffin in summer el que irrumpe en la vida del adolescente será Brad, un atormentado aspirante artista performativo que vive en Nueva York y comienza a trabajar limpiando la piscina. Griffin encontrará en Brad un modelo de conducta y tratará de acercarse a él para que, en última instancia, protagonice su obra titulada Remordimientos de otoño. La pieza, que el propio autor incipiente define como “un cruce entre ¿Quién teme a Virginia Woolf? (Edward Albee, 1962) y American beauty (Sam Mendes, 1999)” conecta el interés artístico de Griffin con su propia situación personal, al mismo tiempo que apela a influencias teatrales estadounidenses como Edward Albee o Tennessee Williams, que con tanta frecuencia se han aproximado a los problemas matrimoniales y paternofiliales tamizados por el alcoholismo.
Como consecuencia de ese acercamiento obsesivo a Brad se accede a la dimensión de Griffin como sujeto deseante. Al mismo tiempo que juzga a su amiga por pasar demasiado tiempo con un chico que la aleja de los ensayos, el adolescente va experimentando una idealización que bascula entre lo sexual y lo puramente aspiracional, que se explora desde una cámara que mira desde sus ojos al cuerpo de Brad en movimiento. Dos gestos formales son especialmente llamativos: un contracampo en el que el niño mira cómo se quita la camiseta -una imagen casi idéntica a la que plantean Terence Davies en El largo día acaba (1992) y Pedro Almodóvar en Dolor y gloria (2019) respectivamente-, y un plano subjetivo que asiste a uno de los ensayos en los que Brad sobreactúa y grita visceralmente alterando la concepción inicial de la escena.
No obstante, esa exageración del personaje de Griffin que le ofrecía un magnetismo inicial acaba por ceder ante los convencionalismos con los que la película presenta al resto de personajes. Todo lo que orbita al adolescente termina por resultar descuidado y prototípico, especialmente en lo que al personaje de Brad se refiere. La película cae en una simplificación constante de las características, motivaciones y problemas del joven, haciendo que ese malditismo que lo acompaña y que se ve agrandado desde los ojos de Griffin quede reducido a un conjunto de clichés y escenas convenientemente posicionadas en guion. La interpretación cuidadosamente extravagante y antinaturalista de Everett Blunck que dota al protagonista de su entidad narrativa, queda descompensada por la construcción melodramática y el exceso del resto de personajes. Griffin in summer, que podría dejarse llevar hacia un tono irónico que desenmascarase ciertas asunciones que derivan de esta sobreexplotación del género en los últimos años, claudica en una inofensiva exposición de los elementos que la historia necesita estrictamente. Así, los padres, amigos, Brad y todo el entorno de Griffin no son más que elementos funcionales, como si fuesen parte del atrezzo que acompaña a este peculiar personaje que, como la película plasma en su primera escena, se encuentra completamente solo sobre el escenario. ♦
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