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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Enciéndeme (Turn me on)

    || Críticas | Americana 2025 | ★★☆☆☆ |
    Turn me on
    Michael Tyburski
    Narcotizar la angustia


    Yago Paris
    Madrid |

    ficha técnica:
    Estados Unidos. 2024. Título original: Turn Me On. Director: Michael Tyburski. Guion: Angela Bourassa. Productores: Richard J. Bosner, Angela Bourassa, Sean Bradley, Tayler Haynes, Eric Hollenbeck, Camille Mousseau, Toby Nalbandian, Zareh Nalbandian, Gregory Schmidt, Fabien Westerhoff. Productoras: Truant Pictures. Fotografía: Matt Mitchell. Música: Nate Heller. Montaje: Matthew C. Hart. Reparto: Luke Kirby, Griffin Newman, Bel Powley, Nick Robinson, Ava Eisenson, Patti Harrison, Nesta Cooper, Julia Shiplett, Justin H. Min.

    Parece evidente hasta la obviedad señalar que el mundo actual en el que nos movemos se caracteriza por la incertidumbre, y por la ansiedad que esta produce. Zygmunt Bauman ya lo teorizó con su concepto de la modernidad líquida, que aplicado al mundo de las relaciones humanas torna en amor líquido. El mundo moderno va a una velocidad descomunal, y la posición del ser humano en el mismo cada vez está más en entredicho, sobrepasado por grandes corporaciones que ordenan nuestras vidas, motivaciones y deseos, y por colosales estructuras inertes de hormigón armado que determinan nuestros movimientos. Existe a la vez una enorme sensación de control y otra de incertidumbre. El control genera desesperanza; la incertidumbre, angustia. No parece el mejor de los mundos posibles, especialmente en un presente donde los dirigentes de los países punteros del globo se enorgullecen de atentar contra aspectos básicos de los derechos humanos universales. Se trata de un presente hipertecnologizado, donde todas estas características se expanden: la velocidad es aún mayor y la angustia se multiplica, lo que afecta de manera considerable a nuestra capacidad para relacionarnos con nuestras emociones. El impulso tecnológico constante coloca a nuestro cerebro en un estado de adicción al refuerzo positivo y la inmediatez. El resultado es una bajada considerable de la resiliencia y un aumento bravío de emociones descontroladas, a las que tampoco tenemos tiempo de atender y comprender, porque nuevos estímulos copan nuestra atención. Tratamos de separarnos de estas emociones mediante la evasión tecnológica, pero lo que se esconde debajo de la alfombra no desaparece. Así hasta implosionar. No parece el mejor de los mundos posibles.

    La ciencia ficción es un género que, desde sus orígenes, se ha interesado por retratar el presente humano a través de proyecciones futuristas. Los grandes temas, las grandes angustias, miedos y deseos, se reflejan a través de nuevas sociedades, parecidas a las del momento presente pero extrapoladas a una evolución más o menos plausible. Dentro de estas historias, destacan aquellas que no se sitúan decenas o cientos de años más allá del presente, sino que representan un futuro inmediato que ya podría ser presente. En ese sentido, la obra probablemente más mediática, la primera que viene a nuestra mente, es la serie Black Mirror (2011-2023). El gran acierto de esta obra, de lo que se deriva el impacto que genera sobre los televidentes, es precisamente retratar un futuro que está a punto de ser presente, de tal manera que se sugiere que las decisiones que actualmente estamos tomando van a tener unas consecuencias directas, probablemente negativas, sobre nuestro futuro. La visión tecnófoba y alarmista de su creador, Charlie Brooker, logra que miremos con otros ojos, o simplemente con una atención hasta entonces ausente, qué estamos haciendo, o estamos dejando de hacer, en este mundo frenético de la evasión multipantalla.

    En esta línea se sitúa Enciéndeme (Turn me on, Michael Tyburski, 2024). El director de The Sound of Silence (2019) filma un guion de Angela Bourassa –Si fuéramos los últimos (If You Were the Last, Kristian Mercado, 2023)– que se sitúa en un hipotético «pasado mañana» donde el ser humano está sobrepasado por sus emociones hasta el punto de que ya le resulta imposible gestionar una ruptura amorosa. Una corporación siniestramente amable, llamada Nuestros Amigos, ofrece la solución definitiva: crear un ecosistema donde se eliminan las emociones. La idea consiste en trasladarse a vivir a unos complejos en las afueras, lejos del caótico ruido urbanita, donde se ofrece alojamiento, trabajo y emparejamiento a aquellas personas que quieran pasar el resto de sus vidas sin tener problemas. Durante este proceso, lo único que tiene que hacer el individuo es tomar una pastilla, denominada Vitamina, que erradica las emociones. Adiós a la incertidumbre y la angustia: todo es predecible, todo está bajo control y nada duele.

    La protagonista de la historia es Joy (Bel Powley), una mujer que, por motivos médicos, debe dejar de tomar la pastilla durante un día. Dejar de hacerlo le permite salir de esa nebulosa de calma insulsa. Temporalmente desanestesiada de sus emociones, la joven descubre que existe una manera diferente de vivir, y redescubre lo que son las sensaciones y las emociones –aunque no se llega a explicar, se intuye que la pastilla también genera una suerte de borrado de memoria de todo lo vivido antes de entrar a vivir en este complejo–. Una vez en contacto con un mundo de experiencias significativas –el mero hecho de sentir que está viva– enciende la llama de la curiosidad ante las posibilidades que se abren ante ella, así como despierta las suspicacias en torno a los verdaderos motivos por los que se encuentra en esta situación. La joven le transmite estos descubrimientos a la pareja que le ha asignado Nuestros Amigos, William (Nick Robinson), así como al grupo de amigos que también le ha escogido la corporación. Esto permite que la película explore la condición humana y sus modos de interacción, tanto a nivel individual como grupal.

    El filme se sitúa así en un plano más subjetivo y emocional que puramente político. El interés de la historia tiene más que ver con cómo se desarrollan los vínculos humanos, con especial atención a cuánto hay de fabricado y cuánto de inherente, que con la construcción de una distopía totalitaria. Y, en ese sentido, la autora del guion parece tenerlo claro: el ser humano, de manera inherente a su naturaleza, acaba formando parejas monógamas, y sentimientos como los de pertenencia, y sus celos asociados, se manifiestan a la mínima que la idea de pareja se pone en cuestión. Quizás la gran carencia de Enciéndeme sea, precisamente, la incapacidad para plantearse contextos alternativos una vez que se ha borrado el statu quo social en el que el ser humano ha crecido. Tampoco se le saca especial partido a las implicaciones del desarrollo emocional que sufre Joy. ¿Qué dice esto de la condición humana? ¿Cómo es (re)aprender de adulto, qué potencial disruptor tienen las emociones sobre la rebeldía y el cuestionamiento de lo que viene dado? ¿Qué sucede cuando dejamos de estar narcotizados por el distractor de turno? ¿Es el sistema de Nuestros Amigos una especie de filtro eugenésico para localizar a las mentes más brillantes y emocionalmente capaces? ¿Es la gestión emocional el arma del futuro? Cuestiones todas ellas apuntadas, sugeridas, pero rara vez exploradas.

    Tampoco le beneficia que no termine de decantarse por lo emocional frente a lo político. En paralelo, siempre en segundo plano pero siempre presente, se manifiesta la visión de este ecosistema como amablemente opresivo e hipercontrolador, y se sugiere que los usuarios de la Vitamina están siendo utilizados como mano de obra barata para que, una vez perdida su voluntad y su capacidad de crítica hacia el sistema, obedezcan como borregos y no le den problemas a la corporación. Filmada con planos fijos que buscan la rigidez de la simetría en las formas arquitectónicas, con tomas largas que le aportan un ritmo sosegado, entre la narcolepsia y la introspección, y con actuaciones dominadas por el estupor y la extrañeza, Enciéndeme es solvente en todos sus apartados, pero no deja de generarse la impresión de que sus autores también han experimentado con la Vitamina y, en el fondo, al igual que sus personajes de ficción, solo están ofreciendo aquello que se espera de ellos dadas las circunstancias. ♦


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