|| Críticas | ★★★★★
Banda sonora
para un golpe de estado
para un golpe de estado
Johan Grimonprez
Gritos permanentes
Miguel Martín Maestro
Valladolid |
ficha técnica:
Bélgica, Francia, 2024. Título original: «Soundtrack to a Coup d'État». Dirección y guion: Johan Grimonprez. Compañías: Warboys Films, Onomatopee Films, Zap-O-Matik. Festival de presentación: Festival Internacional de Cine de Berlín. Distribución en España: Filmin. Fotografía: Jonathan Wannyn. Montaje: Rik Chaubet. Intervenciones: Thelonious Monk, Louis Armstrong, Dizzy Gillespie, Duke Ellington, Patrice Lumumba (archivos), Dwight D. Eisenhower (archivos), John F. Kennedy (archivos). Duración: 150 minutos.
Bélgica, Francia, 2024. Título original: «Soundtrack to a Coup d'État». Dirección y guion: Johan Grimonprez. Compañías: Warboys Films, Onomatopee Films, Zap-O-Matik. Festival de presentación: Festival Internacional de Cine de Berlín. Distribución en España: Filmin. Fotografía: Jonathan Wannyn. Montaje: Rik Chaubet. Intervenciones: Thelonious Monk, Louis Armstrong, Dizzy Gillespie, Duke Ellington, Patrice Lumumba (archivos), Dwight D. Eisenhower (archivos), John F. Kennedy (archivos). Duración: 150 minutos.
Grimonprez, cineasta obviado por la distribución española, utiliza el archivo para desmontar las tesis visuales imperantes sobre la Historia. Cualquier imagen puede servir para proporcionar una idea que el sistema quiere que aceptemos como única e inatacable, aunque si se acompaña de otras el juicio cambia. Lumumba fue pintado en Occidente como peligroso comunista (no lo era), revolucionario dictador (sólo ansiaba a una democracia de corte occidental en un país asolado por la corrupción, el crimen y la inexistencia de derechos) y se encontró en medio de una situación internacional de bloques donde la pugna EE.UU.-URSS repartía el mundo, y los minerales del Congo eran demasiado valiosos como para permitir que las experiencias en países pobres como Angola o Mozambique se trasladara allí. Por eso la maquinaria de la CIA se puso en marcha rápidamente, apoyándose en la cultura como caballo de Troya y utilizando a la ONU para que se autodesacreditara apenas empezado el proceso descolonizador en Africa. Aquel concierto de Roach y Lincoln, con el que Grimonprez comienza su apasionante viaje de archivo por un año caótico en el Congo y vergonzante en Washington, Nueva York y Bruselas, obviamente que recordaba a Luther King, a Malcom X, pero también a Lumumba y a la cooperación belga en su desaparición. El concierto de 1964 nació en febrero de 1961 con los mismos protagonistas boicoteando la asamblea de la ONU gracias a las invitaciones repartidas por la delegación cubana entre activistas negros antisegregación.
La música, que la CIA utilizó (con la voz de Louis Armstrong como estandarte) para camuflar entre los equipos que acompañaban a miembros de la agencia destinados a desestabilizar el régimen de Lumumba y a fortalecer el estado títere de Katanga, es usada por Grimonprez como elemento puramente narrativo en el relato de los hechos históricos, y ello porque esa misma música contenía los gritos de rebeldía y hartazgo de la comunidad negra estadounidense contra los constantes desprecios y ataques racistas. En el país sede la ONU, mientras se hablaba de descolonización y admisión de los nuevos países africanos en su Asamblea, se mantenían las políticas de segregación racial en muchos estados y la figura de Kennedy también se situaba en el ojo del huracán de los movimientos reaccionarios fortalecidos por el miedo al enemigo soviético. Impagables las escenas de Jruschev golpeando las mesas (nunca lo hizo con un zapato, otro montaje digno de Stalin a cargo de la CIA) o contando lo que vivió en los meses de 1960 y 1961 en la ONU cuando el mundo se veía abocado a una guerra nuclear. Los gritos y lamentos de Abbey Lincoln cantando ante la televisión belga son los gritos de Roach, Lincoln y otro grupo de activistas negros boicoteando las sesiones de la ONU cuando se mantenía un silencio vergonzante ante el asesinato de Lumumba, operación concertada con la sangre de los diamantes, la colaboración del ejército belga, la acción directa de la CIA y la despiadada carta blanca otorgada a Mobutu, dictador que dirigió el país bajo el nombre de Zaire hasta su derrocamiento en 1997.
La música de Armstrong, Nina Simone, Miriam Makeba, John Coltrane, Ornette Coleman, Eric Dolphy, Charles Mingus, Miles Davis, Duke Ellington, Gillespie, Melba Liston acompañan esa banda sonora centralizada en Roach-Lincoln; su interesada utilización por la CIA, las ramificaciones en el propio MOma, la Guerra Fría, Eisenhower y Jruschew, Cuba y Congo, Malcom X, la crisis de los misiles, Fidel Castro y la patética posición del secretario general de la ONU, Dag Hammarskjöld, a la postre sospechosamente fallecido meses después en un accidente aéreo del que nunca se supieron los motivos. Una figura superada por los acontecimientos y más pendiente de no molestar a EE.UU. que de ejercer una labor de paz necesaria para evitar los abusos cometidos contra el gobierno elegido por el pueblo en Congo. Todo ello con un ritmo de montaje envidiable, enlazando imágenes con el ritmo de las músicas que añaden el necesario tono trágico a todo un relato convulso, sangriento y deshumanizado. Dentro de Banda sonoara para un golpe de estado hay tantas películas que resulta admirable que el director no pierda el rumbo, que no sienta la tentación de dar preponderancia a alguna historia olvidando el resto, que el engarce entre todas ellas no se resienta y al final lleguemos a la conclusión de que todo va encajando como lo hace la improvisación de los músicos de jazz sin que aparezcan disonancias o silencios incómodos. Es tan acertado cómo Grimonprez se acerca a este año y a los acontecimientos históricos que pretende reflejar que iguala esa forma al qué y al cuándo de los propios hechos. La didáctica no se convierte en academicismo sino en pura magia cinematográfica, dos horas y media que transcurren con la misma agilidad que las percusiones acompañan protestas, las trompetas la serenidad de la diplomacia y los contrabajos el ruido sordo de la guerra sucia. La CIA usó al jazz negro como embajador en África para vender la idea de respeto y promoción de la cultura negra; eso no se lo creyó nadie, pero lo que no evitó es la proliferación de la red de información secreta en países que se consideraban no amigos. ♦
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