|| Críticas | ★★★★☆
Septiembre 5
Tim Fehlbaum
¿Cuándo se usa el condicional compuesto?
Raúl Álvarez
ficha técnica:
EE.UU. 2024. Título original: September 5. Director: Tim Fehlbaum. Guion: Tim Fehlbaum, Moritz Binder, Alex David. Productores: Tim Fehlbaum, Sean Penn, John Ira Palmer, Ruediger Boess, Christoph Müller, Thomas Wöbke, John Wildermuth, Phillip Trauer. Productoras: Projected Picture Work, Constantin Films, Edgar Reitz Filmstiftung, BerghausWöbke Filmproduktion. Fotografía: Marcus Förderer. Música: Lorenz Dangel. Montaje: Hansjörg Weissbrich. Reparto: Peter Sarsgaard, John Magaro, Ben Chaplin, Leonie Benesch, Zinedine Soualem, Georgina Rich, Corey Johnson, Marcus Rutherford, Benjamin Walker.
EE.UU. 2024. Título original: September 5. Director: Tim Fehlbaum. Guion: Tim Fehlbaum, Moritz Binder, Alex David. Productores: Tim Fehlbaum, Sean Penn, John Ira Palmer, Ruediger Boess, Christoph Müller, Thomas Wöbke, John Wildermuth, Phillip Trauer. Productoras: Projected Picture Work, Constantin Films, Edgar Reitz Filmstiftung, BerghausWöbke Filmproduktion. Fotografía: Marcus Förderer. Música: Lorenz Dangel. Montaje: Hansjörg Weissbrich. Reparto: Peter Sarsgaard, John Magaro, Ben Chaplin, Leonie Benesch, Zinedine Soualem, Georgina Rich, Corey Johnson, Marcus Rutherford, Benjamin Walker.
Esta y no otra es la esencia de Septiembre 5, el tercer trabajo como director y guionista de Tim Fehlbaum, que narra, desde el punto de vista de la prensa, el conocido secuestro de un grupo de atletas israelíes en las olimpiadas de Munich’72. Porque si a algo se parece y recuerda este magnífico film es a esas producciones televisivas de «pasillo y despacho», creadas por Aaron Sorkin y Richard E. Kelly, donde la acción es una constante toma de decisiones que se desarrolla mientras sus protagonistas caminan, beben café, se quitan la chaqueta, discuten y arreglan el mundo. La película también bebe de un título más reciente, la miniserie Press, emitida por BBC One, con la que comparte actor (Ben Chaplin) y dilema ético: el buen periodismo frente al mal periodismo. Y sus variaciones habituales: la información contrastada frente a los rumores, el compromiso con la verdad frente al compromiso con los anunciantes, e internet y las redes sociales frente a la tinta y el papel.
Con estos moldes se entiende la nominación de la película al Oscar en la categoría de mejor guion original. Septiembre 5 destaca, en efecto, por aquello que Pudovkin llamó «guion de hierro», y que no es otra cosa que la convergencia de dos frentes dramáticos en un discurso ético y/o moral. En otras palabras, pensar el cine desde el guion literario y no desde el montaje. Fehlbaum maneja, de un lado, el secuestro de los deportistas, y de otro, el bautismo de fuego de un realizador de la cadena norteamericana ABC, que se ve ante la gran oportunidad de su carrera profesional cuando tiene que dirigir la retransmisión en vivo de esa tragedia. Ambas situaciones le sirven a Fehlbaum para conducir la película hacia una reflexión tan utópica como necesaria sobre el estado del periodismo en nuestro tiempo. ¿Qué nos cuentan los medios, cómo y por qué? ¿De qué manera seducen nuestra atención? ¿Qué recursos ponen en marcha para cubrir una historia? Y la pregunta más antigua desde que existe la profesión: ¿qué estoy dispuesto a hacer con tal de que otros no se me adelanten? La profesión periodística, sí, pero también la sociedad individualista.
El libreto de Fehlbaum y su pareja de coguionistas, Moritz Binder y Alex David, abunda en estos temas en un sólido pero discreto segundo plano, evitando los maniqueísmos y dejando respirar la historia por donde debe, como relato eminentemente de suspense. Los tres tienen claro un asunto que a otros directores les cuesta la vida entender: si la tensión no funciona, el mensaje queda desactivado. Y como el mensaje es claro y evidente desde el momento en que Geoff (John Magaro) se muestra dispuesto a emitir en directo la posible ejecución de un rehén, en contra de la opinión del veterano Marvin Bader (Ben Chaplin), Fehlbaum y su equipo toman la decisión correcta al concentrarse en la progresión dramática del secuestro y su seguimiento por parte de los periodistas de la ABC. Esto explica que Septiembre 5 sea antes una película que un manifiesto político, y por lo tanto que su discurso sea eficaz. George Clooney hizo lo contrario en Buenas noches, y buena suerte (Good Night, and Good Luck, 2005) y en Los idus de marzo (The Ides of March, 2011).
Otro elemento que eleva Septiembre 5 por encima de sus competidoras en los Oscar, incluso más allá del ámbito del guion, es la integración en la narrativa del metraje original de la ABC. Hay decisiones muy inteligentes de puesta en escena, tales como mantener en pantalla al auténtico Jim McKay (el presentador estrella de los deportes en la cadena), mostrar ángulos inéditos de la imagen más icónica del suceso (la salida al balcón del terrorista encapuchado) y convertir las escenas de transición en una lección de historia sobre el modo en que trabajaba la prensa de televisión en 1972. Hoy parece un milagro que aquellos hombres y mujeres fueran capaces de informar al mundo con walkie-talkies, cámaras de estudio de 150 kilos, teléfonos fijos, monitores de tubo, sobretítulos de papel, radios de ruleta, mesas de realización analógicas y satélites de señal intermitente. Dignas del mejor Cormac McCarthy, estas escenas de ingenio y pericia manual ilustran un mundo que empezaba a moverse a una velocidad mayor, y por consiguiente arrastraba una ética menos escrupulosa. Como Ernst Jünger en El libro del reloj de arena, Septiembre 5 relata con precisión que el tiempo y los tiempos cambiaron el día que el miedo sustituyó a la verdad. Y esto vale no solo para el periodismo. ♦
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