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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | If I had legs I'd kick you

    || Críticas | Berlinale 2025 | ★★★★☆
    If I had legs I'd kick you
    Mary Bronstein
    La eutanasia de la realidad


    Carlos Grau
    Berlín |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2025. Título original: If I Had Legs I'd Kick You. Dirección y guion: Mary Bronstein. Compañías: Elara Pictures, Animal Pictures, Rocket Science. Festival de presentación: Festival de Sundance. Fotografía: Christopher Messina. Montaje: Lucian Johnston. Reparto: Rose Byrne, Delaney Quinn, A$AP Rocky, Christian Slater, Conan O'Brien, Danielle Macdonald, Daniel Zolghadri, Josh Pais, Ronald Bronstein, Ella Beatty. Duración: 113 minutos.

    Una de las escenas más recordadas de Tenemos que hablar de Kevin (2011) situaba a Tilda Swinton (Oso de Oro Honorifico en la presente Berlinale) en medio de unas obras en plena calle donde encontraba un inmenso alivio en el ensordecedor ruido de un taladro de perforación, que solapaba durante unos segundos el llanto continuo e insoportable de su bebé. Si bien el cine viene ya un tiempo explorando – y con contundencia– la salud mental en la maternidad, el acercamiento de la estadounidense Mary Bronstein (Nueva York, 1979) en If I had legs I'd kick you (Si tuviera piernas te patearía) resulta fresco y novedoso, no tanto por el qué sino por el cómo. Estrenada en Sundance en enero y presente en la Sección Oficial en Berlín, la segunda película de la directora británica recoge el guante de la incomodidad del filme de Lynne Ramsay y lo tensa hasta la deformación de la realidad, a una distorsión y a una percepción del entorno de la madre que apuesta por el género fantástico y abraza el terror psicológico. Así, atendemos a ese concepto algo manido de “película-experiencia”, colocando al espectador en situaciones cercanas a lo insufrible para llevarlo a la simbiosis con el mundo interior de su protagonista.

    Linda (Rose Byrne) habla con la terapeuta de su hija, la Dra. Spring (interpretada por la propia Mary Bronstein), en una sesión de grupo, donde atendemos a su fase de negación ante los problemas de la pequeña, quien sufre un grave trastorno que la llevara a ser alimentada a través de un tubo en el estómago. Una niña cuya presencia en el filme reside en el fuera de campo, tan solo aparecen su voz y sus pequeños pies en la escena de apertura, como si su imagen no fuera digna de ser vista por su madre, o que su madre no fuera capaz de verla. Con ello, estamos ante un cine altamente expresionista, algo que advierte la directora al inicio del filme a través del personaje interpretado por Conan O´Brien, el terapeuta de Linda: percepción es realidad, autorizando desde ahí a la abstracción como medio de representación de las tribulaciones de ella, interpretada por una estupenda Rose Byrne sometida a primeros y primerísimos planos de su rostro, haciéndonos cómplices de cada mirada y microgesto de padecer por su hija, por un padre ausente que es solo una voz al teléfono, por la desaparición de una paciente trastornada y por el traslado, ante la inundación y rotura del techo de su casa, de madre e hija a un hotel, quedando ésta postrada a la cama con el tubo de alimentación.

    En un seguimiento de su personaje principal a la Dardenne, pero con planos cerradísimos y claustrofóbicos en lugar de los planos medios del cine de los hermanos belgas, Bronstein atrapa a Linda en una ratio de pantalla cuadrado de la que no tiene escapatoria, así como el espectador, aturdido ante esta mirada visceral a la maternidad de la productora A24. Una maternidad que está dejando de ser vista por el cine actual como algo eminentemente bello y luminoso, floreciendo historias acerca de la corrosión de la culpa, de la búsqueda del perdón, de vicisitudes continuas que angustian mente y alma. Pero, para alcanzar la deformación de la realidad exprimiéndola hasta la pesadilla, pareciera que a Bronstein no le quedara otra herramienta en If I had legs I'd kick you que terminar usando el artificio, abusando de un uso estrepitoso del sonido cuando parte de un techo se derrumba, se golpea una puerta o se grita acaloradamente en una discusión. Pese a esta hipertensión psíquica algo forzada y altibajos de verosimilitud, la inmisericordia – o el compromiso- de la cineasta por llevarnos a los límites de la incomodidad no hace posible desconectar de lo que está sucediendo en ningún momento en pantalla. El arriesgadísimo aparato formalista es mantenido con una digna terquedad que nunca se plantea abandonar, sino todo lo contrario y en escalada; una virtud que resultará algo similar a esa bendita locura que es la mother! (2017) de Darren Aronofsky. La película funciona asimismo como crítica social a la inoperancia de muchas terapias, un campo devenido nueva religión, como todo lo emergente con respecto a la salud mental, quedando abocada mucha gente al miedo existencial y a la desesperación. La propia Linda es una reconocida terapeuta de profesión, pero es incapaz de ayudarse a sí misma, buscando fuera los recursos incapaz de hallarlos en su interior.

    En sus discursos de agradecimiento por los galardones de La habitación de al lado (2024), Almodóvar defendía la eutanasia alegando la libertad del ser humano para vivir, pero sobre todo para morir cuando la vida sea insufrible. Y así, el cine contemporáneo se está plagando rápidamente de fugas, evasiones, fabulas, cintas de terror y fantasías que parecen huir de la insufrible realidad, distorsionándola a través de la alegoría para hacerlas habitables. O quizás acercándose a esa otra realidad, la de la percepción. ♦


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