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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Queer

    || Críticas | ★★★★☆
    Queer
    Luca Guadagnino
    Filmar la corporalidad


    Nacho Álvarez
    Madrid |

    ficha técnica:
    Italia, 2024. Título original: Queer. Dirección: Luca Guadagnino. Guion: Justin Kuritzkes. Novela: William S. Burroughs. Compañías productoras: The Apartment, Frenesy Film Company, Fremantle Media North America, Cinecittà, Frame by Frame. Distribución en España: Elastica Films, Mubi. Música: Trent Reznor, Atticus Ross. Fotografía: Sayombhu Mukdeeprom. Reparto: Daniel Craig, Drew Starkley, Jason Schwartzman, Henry Zaga, Omar Apollo, Leslie Manville. Duración: 135 min.

    Apenas unos meses después del estreno de Rivales (2024), Luca Guadagnino ha regresado a la gran pantalla con Queer (2024), una adaptación que aborda, no solo la historia de William S. Burroughs sino su propio estilo de escritura, y que continúa explorando la cuestión fundamental que ha vertebrado el cine del director italiano en los últimos años: el deseo y su papel en la construcción de la identidad individual. Por otro lado, el cuerpo y lo corporal han sido el escenario desde el que se han estructurado sus distintas aproximaciones al deseo, a través del consumo caníbal de cuerpos en Hasta los huesos: Bones and all (2022) o la configuración de la sexualidad y la identidad de género en la adolescencia en Call me by your name (2017) y We are who we are (2020). En este último trabajo Guadagnino vuelve a preguntarse cuál es el camino para filmar estos cuerpos que poblarán su relato y cómo este interrogante condicionará el estilo de la película, dando cuenta una vez más de la versatilidad e inconformismo que caracterizan su filmografía. Por tanto, si Rivales hablaba de tensionar los cuerpos y situarlos como campo de batalla de las pasiones humanas, Queer se erige en torno a la liviandad de estos, haciendo que su puesta en escena gravite en todo momento alrededor de esa frase que recorre la película y la novela: “No soy marica, soy incorpóreo”.

    Este estudio de la incorporeidad parte de la propia situación de William Lee (Daniel Craig) -trasunto autobiográfico de Burroughs en el libro- cuya identidad se haya, como su cuerpo, en un estado de suspensión entre países y encuentros sexuales. Esta condición inmaterial del protagonista se manifiesta literalmente en la pantalla, cuando Lee, observando una pequeña televisión, parece contagiarse voluntariamente de la textura holográfica-espectral de la emisión, aligerando así el peso de su cuerpo en el plano por unos instantes. Posteriormente, Lee fijará su mirada -poderoso refugio conceptual desde el que Guadagnino ha proyectado todas sus lecturas del deseo-, sobre Eugene (Drew Starkey), un joven de sexualidad difusa que parece disfrutar jugando con los sentimientos y la fascinación que este manifiesta por él. Un poco más adelante, en la escena que constituye el núcleo representativo e ideológico de la obra, Lee se empujará a sí mismo fuera de su cuerpo, extendiendo su presencia fantasmal más allá de ese espacio simbólico que separa a ambos -gobernado por el deseo-, para acariciar y besar suavemente el cuello de Eugene mientras los cuerpos de ambos asisten a la proyección de Orfeo (Jean Cocteau, 1950) en el cine.

    No obstante, la manera de encuadrar la corporalidad irá evolucionando a lo largo del metraje. Las escenas de sexo de los primeros dos actos se filman como si Lee y el espectador no pudieran estar del todo presentes y volaran fuera del espacio. Guadagnino evita mostrar por completo lo explícito del sexo, intercalando además planos de la habitación vacía que impiden el acceso pleno a la intimidad del encuentro. En uno de ellos, la cámara sale por la ventana dejando a Lee y Eugene, panea desde el balcón para mirar al cielo y al mar y vuelve mediante corte al interior de la habitación a filmar unos segundos de la escena de sexo, para volver a abandonarla inmediatamente y seguir oteando el horizonte: –‘On a thousand islands in the sea / I see a thousand people just like me’ es el comienzo de la letra de ‘Leave me alone’ de New Order, elegida por Trent Reznor y Atticus Ross para la banda sonora. Guadagnino también buscará fragmentar no solo los encuentros, sino los propios cuerpos, tanto en montaje a través de planos detalle de manos, cuellos y rostros, como en los recurrentes sueños surrealistas en los que los pies de Lee se separan de su cuerpo u observa a una mujer desnuda flotando sin piernas.

    Será pues en el último tercio de la película, en el viaje de ambos en busca de la yahé (ayahuasca), cuando los cuerpos conquisten materialmente el espacio de la pantalla. Las drogas, lejos de ser ya una evasión física para Lee, unas simples mitigadoras de la angustia existencial, abren ahora una ventana capaz de eliminar ese espacio simbólico entre los cuerpos. Esa promesa de acceso a una comunicación telepática que Lee busca en la yahé, se traduce en última instancia, cuando ambos ingieren la hierba, en una superación de la corporalidad. De esta manera, lo carnal se materializa en el plano, ahora sí, de forma tangible, y los cuerpos se unen en un abrazo que fusiona las pieles de ambos. Guadagnino se entrega a la filmación de la carne, traspasando el espejo de ‘lo real’ como el Orfeo de Cocteau, accediendo así a la explicitación última del deseo. Queer explora la identidad sexual como cuestión narrativa, subyugada por las dinámicas del amor y el rechazo de uno mismo y el prójimo, para traducir a imágenes el viaje angustioso del cuerpo de Lee, que busca liberarse, en última instancia, hasta de sí mismo. ♦


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