|| Críticas | FICX 2024 | ★★★★★ |
Tres amigas
Emmanuel Mouret
La ligereza del amor
Yago Paris
ficha técnica:
Francia. 2024. Título original: Trois amies. Director: Emmanuel Mouret. Guion: Carmen Leroi, Emmanuel Mouret. Productores: Rémi Burah, Frédéric Niedermayer, Olivier Père. Productoras: Moby Dick Films, arte France Cinéma. Fotografía: Laurent Desmet. Música: Benjamin Esdraffo. Montaje: Martial Salomon. Reparto: Camille Cottin, Sara Forestier,India Hair,Damien Bonnard,Grégoire Ludig, Vincent Macaigne, Éric Caravaca.
Francia. 2024. Título original: Trois amies. Director: Emmanuel Mouret. Guion: Carmen Leroi, Emmanuel Mouret. Productores: Rémi Burah, Frédéric Niedermayer, Olivier Père. Productoras: Moby Dick Films, arte France Cinéma. Fotografía: Laurent Desmet. Música: Benjamin Esdraffo. Montaje: Martial Salomon. Reparto: Camille Cottin, Sara Forestier,India Hair,Damien Bonnard,Grégoire Ludig, Vincent Macaigne, Éric Caravaca.
Tres amigas (Trois amies, Emmanuel Mouret, 2024) es uno de esos escasos ejemplos en el cine de estos últimos años. La cinta, programada dentro de la Sección Oficial Albar de la edición de 2024 del Festival Internacional de Cine de Gijón, narra la historia de las tres amigas a las que el título alude, y sus vicisitudes en el amor y la amistad. Todo comienza cuando Joan (India Hair) le cuenta a Alice (Camille Cottin) que ya no está enamorada de su marido, Victor (Vincent Macaigne), a lo que ella le responde que no pasa nada; ella misma no está enamorada de su pareja, Eric (Grégoire Ludig). No le ve problema porque considera que el amor romántico es un engorro, un caos de emociones donde la mayor parte del tiempo lo único que se hace es sufrir. Alice vive plácidamente su vida de pareja estable, amable, cariñosa y tranquila, donde no sucede gran cosa, ni en el plano positivo ni en el negativo. Lo que no sabe Alice, quien ilusamente se siente en control total de su situación, es que secretamente Eric está teniendo una aventura con la tercera de las amigas, Rebecca (Sara Forestier). Este tercer personaje sirve de una especie de mediación entre dos formas opuestas de ver el amor: esa emoción que da sentido a la vida y a la que uno se debe entregar, o esa emoción que complica las cosas y que es mejor tener bajo control y, a poder ser, eliminar. El hecho de que tenga una aventura secreta, que tendrá que ocultar a sus dos amigas, reincide en esa función intermediaria, como en un segundo plano. Sin embargo, este personaje irá ganando peso a medida que la situación se vuelva éticamente insostenible: ¿debe dársele prioridad al amor o a la amistad?
La premisa del filme es un caldo de cultivo para constantes apariciones de nuevas situaciones que colocan a los personajes en lugares emocionales distintos, y que, sobre todo, los fuerzan a cuestionarse sus ideas sobre la existencia en general, y sobre el amor romántico en particular. Esto, a su vez, es propicio para la aparición de múltiples ideas en torno a las relaciones humanas. A pesar de que Emmanuel Mouret ha desarrollado una carrera basada en estos temas, sorprende la excelencia con que el director y coguionista –junto con Carmen Leroi– desarrolla y trenza los temas en esta ocasión. Hay una especial gracia en la manera con que empalma situaciones, una notoria soltura en el dominio del tempo narrativo y cómico, y todo ello se fundamenta en un excepcional desarrollo de personajes. Al conocerlos tan al detalle, el cineasta es capaz de exprimir todas sus posibilidades. Así, múltiples giros de guion no se sienten como un abusivo uso de la sorpresa como mero distractor, sino como constantes exploraciones de las distintas caras de estos personajes, así como la confrontación de estos con situaciones que pondrán a prueba sus valores y creencias, dando lugar a un discurso profundamente cohesionado a pesar de la infinidad de temas que se exponen. Esta capacidad para la escritura y desarrollo de personajes y situaciones, y para el manejo dramático en clave de comedia ligera, recuerda con facilidad a las mejores comedias de Woody Allen, de quien también parece tomar su modelo de puesta en escena, basado en conversaciones filmadas a través de planos largos, aparentemente sencillas pero que encierran un minucioso trabajo de construcción y montaje interno de los planos, muchos de ellos discretos planos secuencia. Resulta formidable la forma en que Mouret consigue que el filme no sature a pesar de proponer una infinidad de nuevas situaciones, y directamente increíble es la manera en que cada nueva propuesta pilla por sorpresa al espectador, quien llegado un momento del metraje ya entiende el mecanismo, y que por tanto nuevas situaciones irán sucediéndose constantemente, pero no cuándo, ni de qué manera, ni en qué sentido, ni con qué implicaciones para el ecosistema de personajes.
En el caso concreto de Tres amigas llama la atención cómo se aborda un tema que habitualmente queda en segundo plano, como es el de la amistad enfrentada a la relación romántica. Habitualmente condenada a ser el segundo plato, la amistad debe plegarse a los requisitos de la relación romántica, pero en este filme se desarrolla un tira y afloja entre ambos tipos de vínculo humano que da lugar a poderosas situaciones dramáticas. ¿Cuándo se debe ceder a las necesidades emocionales de la otra persona? ¿Quién debe ceder, la amiga o la amante? ¿Qué parte de uno mismo debe prevalecer, la de pareja o la de amiga? Todas estas cuestiones, que podrían ser la base para un drama bergmaniano, se transforman en Tres amigas en una dulce comedia llena de cariño hacia unos personajes que habitualmente no toman las decisiones más acertadas. Mouret no se ahorra ni un detalle a la hora de mostrar el lado más mediocre y egoísta de cada personaje, pero no por ello se cae en el juicio moral, y esto es así porque las sombras conviven con la luz de cada uno de estos seres en un equilibrio donde, a pesar de todo, suele ganar la parte positiva. El enorme cariño, comprensión y compasión del cineasta hacia sus personajes permite rebajar las barreras del juicio del propio espectador, a quien se le suele acostumbrar a posicionarse en un púlpito desde donde imparte justicia sin mancharse las manos, para fundirse con las emociones de los seres que observa en pantalla y así poder reconocer, aunque solo sea para sí mismo, que muchas de las situaciones que acontecen las ha perpetrado en su propia vida. Este tono es el que acaba definiendo el tema global que rige el filme, y que se introduce en la diégesis a través de una de las obras escritas por Thomas (Damien Bonnard), no en balde señalado por el narrador como la figura clave de la historia: la gravedad o ligereza de la vida no depende de lo que sucede, sino de cómo se lo toma uno. Y Emmanuel Mouret deja completamente claro qué opina al respecto. ♦