|| Críticas | ★★★★★
Here
Robert Zemeckis
El salón del cine
David Tejero Nogales
ficha técnica:
USA, 2024. Título original: Here. Director: Robert Zemeckis. Guion: Eric Roth, Robert Zemeckis, Novela Gráfica de Richard McGuire. Productores: Bill Block, Derek Hogue, Jack Rapke, Andrew Golov, Jeremy Johns, Robert Zemeckis . Productoras: ImageMovers, Playtone, Miramax, Sony Pictures. Distribuida por: Vertice Cine. Fotografía: Don Burgess. Música: Alan Silvestri. Montaje: Jesse Goldsmith. Diseño de producción: Ashley Lamont. Diseño de Vestuario: Joanna Johnston. Dirección de Arte: Meg Jones. Reparto: Tom Hanks, Robin Wright, Paul Betanny, Kelly Reilly, Keith Bartlett, Ellis Grunsell, Finn Guegan, Lauren McQueen, Harry Marcus, Jemina Rooper.
USA, 2024. Título original: Here. Director: Robert Zemeckis. Guion: Eric Roth, Robert Zemeckis, Novela Gráfica de Richard McGuire. Productores: Bill Block, Derek Hogue, Jack Rapke, Andrew Golov, Jeremy Johns, Robert Zemeckis . Productoras: ImageMovers, Playtone, Miramax, Sony Pictures. Distribuida por: Vertice Cine. Fotografía: Don Burgess. Música: Alan Silvestri. Montaje: Jesse Goldsmith. Diseño de producción: Ashley Lamont. Diseño de Vestuario: Joanna Johnston. Dirección de Arte: Meg Jones. Reparto: Tom Hanks, Robin Wright, Paul Betanny, Kelly Reilly, Keith Bartlett, Ellis Grunsell, Finn Guegan, Lauren McQueen, Harry Marcus, Jemina Rooper.
No hace falta insistir en que la batalla de Zemeckis a la hora de confrontar mundos y depositar en ellos la mirada de un explorador es una tarea suicida, perdida, que tanto crítica como público parecen haber dado la espalda. Sus composiciones más exuberantes y fecundas pertenecen al cambio de siglo, siendo prácticamente continuas sus pérdidas millonarias con cada nuevo proyecto, en una encrucijada que lo aleja totalmente de las épocas doradas de los estudios de Hollywood. Diríamos que el cineasta se ha convertido en una especie de autor extravagante para los estándares del nuevo sistema y caduco para los gustos del publico generalista. Cabría preguntarse por qué algo tan hermoso como su cine no obtiene los beneplácitos de casi nadie. Resulta imposible no perderse en esas dunas digitales doradas como el sol en las que el personaje de Brad Pitt aterrizaba con su paracaídas en una de las escenas de Aliados. En la pantalla todo parece fundirse en una bella crepuscularidad. Una obra maestra que sirve de paradigma revisionista del mejor cine norteamericano del siglo XXI. Una aparición espectral, fantasma, abriéndose paso ante nuestros ojos con la misma fuerza y hechicería que la de las primeras imágenes mágicas, o de fantasía, de pioneros como los Lumière o George Méliès. Precisamente esa magia que surge de la linterna nos pide actitudes regresivas para poder aspirar a la inocencia del niño con juguetes nuevos. Zemeckis es ese juguetero manejando y dando forma a sus criaturas de cartón como lo haría el Geppetto de Pinocho (paradójicamente una de sus peores cintas rodadas para el servicio streaming de Disney). El alma del realizador es el de Alicia en el país de las maravillas adentrándose en los espejos, para desde dentro deformar la realidad y tender la mano a otros mundos imaginarios, los cuales manifiestan su obsesión por los planos espejos y su brillante cualidad en el medio técnico (todo un virtuoso con la cámara). Los espejos y su forma de narrar con ellos ponen en solfa la cada vez más difícil tarea de sorprender con imágenes. Una ciudadela, la del cine que cada día busca más atajos en mapas llenos de tachones y de chinchetas sin plantear desafíos o dejarse arrastrar por la conciencia melancólica del formato. Zemeckis adopta conscientemente esa función poética del cineasta kamikaze, hermosa y romántica metáfora de los antiguos exploradores.
En Here (Aquí), su última película, todas estas teorías y conjeturas son llevadas hasta las últimas consecuencias. Un único plano y una cámara fija que registra los movimientos de los actores y su devenir con respecto al paso del tiempo sin abandonar un mismo lugar durante todo el metraje. Basada en la historieta publicada en 1989 por Richard McGuire, y que el propio autor traspasaría en 2014 en forma de novela gráfica, y con la ayuda del guion de Eric Roth varias décadas después de su exitosa colaboración en Forrest Gump, Here es uno de esos milagros cinematográficos que de vez en cuando asoman en la cartelera. Un proyecto ambicioso, extraño, y valiente, que acierta en combinar diferentes tipos de texturas y lenguajes, del cómic al teatro, sin olvidar nunca las infinitas posibilidades del cine para entretejer un compendio sentimental e histórico entre todas ellas. La estructura y andamiaje del filme despliega una serie de paneles sobreexpuestos en la misma pantalla liberando un flujo de tiempo y espacio sin salirse de la cotidianidad de un salón familiar. Esos paneles se atienen a formas expresivas del cómic y de las historietas realzando un discurso muy potente y pertinente alrededor del cine como viñeta. La colocación de la cámara por parte de Zemeckis es de una maestría asombrosa haciendo usos increíbles de la profundidad de campo y de la dirección artística. La imagen se percibe como mundos eclosionando, lugar de posibles desviaciones y atajos a épocas pasadas, presentes o futuras. Here comienza en la era de los dinosaurios, luego a la época de los nativos americanos, una porción de tierra que a lo largo de los años va transformándose. La construcción de una casa en esas tierras milenarias sirve para enfocar las distintas vidas que cohabitaran en el interior de ese lugar. El relato enfoca a viva voz la historia universal de los Estados Unidos de América, los herederos de Benjamín Franklin hasta desembocar en la familia protagonista. El «american way life» es cuestionado por Zemeckis en una triste historia de familia de clase media que debe luchar con las secuelas de la guerra en un país en el precipicio. El soldado Al (Paul Bettany), víctima de los horrores de la guerra y del alcoholismo, es el patriarca junto a Rose, su mujer (Kelly Reilly), sus hijos, entre los que destaca Richard (Tom Hanks) y Margaret (Robin Wright), la novia y futura esposa de este. Los vemos crecer, encontrar el amor, sentimos el desgaste de la vida matrimonial, los anhelos de una vida mejor, los sueños rotos, etc.…, la emoción sobresale por los márgenes de esa cámara estática del director que aun así no evita mantenerse siempre a flote. Una imagen encapsulada que se nos escapa de las manos. La bellísima propuesta a las que nos enfrentamos obliga a un esfuerzo del espectador. Su intención es claramente la de darle significancia al paso del tiempo.
En el fondo podríamos decir que ese vertiginoso viaje al fondo del tiempo es la manija por la que Zemeckis lleva toda una vida dedicada a hacer películas. Un hombre genuinamente norteamericano en su concepción espectacular del cine, pero de unas sensibilidades y emociones muy europeas. Digamos que sus inquietudes se aproximan más a la de un Chris Marker o Alain Resnais que a la de cualquiera de sus colegas contemporáneos. Porque la propia imagen infringe un recorrido horizontal en continuo y perpetuo movimiento, con ventanas abiertas al hiperespacio virtual, de lo que el primero, Marker, cristalizaba en sus películas caseras, o experimentales, y el segundo, Resnais en ese pensamiento suyo de que en las películas debería suceder algo alrededor, detrás, e incluso en el interior de la imagen. La idea general es la de un crisol de imágenes que conduzcan unas a otras entre sí y por mediación de ellas sin pararse conscientemente a delimitar al medio para el que fueron creadas. Las transiciones de Here señalan esa fabulación memorística, de archivo. Un cine que evoca sin remedio al bucle temporal de la gran mansión de Marienbad en el laberinto de vidas antepasadas, de épocas antiguas y su reflejo, idéntico, con las de la modernidad. En algunos momentos evoca, gracias al oleaje de pensamientos y a su ritmo fragmentado sin orden cronológico, a Dos en la carretera, correspondencias sutiles que sin embargo uno no puede dejar de entrever en su bellísimo delirio de recuerdos espoleados a merced de una mente caprichosa. Además, Here, en paralelo a la mítica película de Stanley Donen, es un estudio estadístico de los efectos emocionales del amor y de los diferentes estados o etapas del matrimonio. De manera casi imperceptible podemos leer las imágenes de Zemeckis como un puzle en donde ir encajando piezas.
La ausencia de los seres queridos ocupa un lugar destacado en el relato. Sus creadores lo matizan por medio de pequeños detalles que expresan soledad o duelo. Imágenes tumba. La escena donde Richard guarda la cama plegable del sofá o esas sillas vacías colocadas en el centro del escenario esconden variables trágicas en una estancia que no es solo el salón de un hogar, sino la misma existencia de América. Para ello se maridan en un único y mínimo espacio todas las historias posibles; primero los anclajes telúricos que provienen de la tierra, después los pequeños asentamientos, los estamentos sociales del way life y las paradojas que desembocan finalmente en las fauces del capitalismo. No es la primera ni la última vez que Zemeckis cuestiona e interpreta el típico estilo de vida estadounidense. La crítica del director funciona velada y algo borrosa como ya ocurría en Forrest Gump o también en otros títulos menos reconocidos de su filmografía: El vuelo, The Walk o Bienvenidos a Marwen. Son las bases del buen hacedor de cuentos lo que lo empareja con los mejores cineastas narradores puros que todavía existen en el cine norteamericano. Otra obsesión del director son esas notas al margen que integran manifestaciones de cultura popular casi siempre a través de la televisión. En este caso la televisión, radio con imágenes como dice uno de los personajes de la película, es más que un aparato decorativo, es un escape o una ventana más abierta al mundo exterior. Se distinguen varios aparatos a lo largo de los años, del blanco y negro al color e incluso los proyectores más grandes en donde registrar los vídeos domésticos, esas home movies que lo emparejan como decíamos más arriba con cineastas de la talla de Marker o Chantal Akerman. Here rechaza la aparatosidad para centrarse en filmar la vida corriente. Un pergamino desdoblándose.
La posición fija de la cámara permite a todos sus implicados lucirse en un extraordinario diseño de producción en donde destaca una cuidada y esmerada dirección de arte y una fotografía de Don Burgess (vieja escuela), con exquisita paleta de colores y una luminosidad imposible de encontrar en la mayoría de las superproducciones actuales. Mención especial para la excelente y hermosa partitura de Alan Silvestri, colega y colaborador fetiche del director, y al montaje de Jesse Goldsmith, que no deja de tener un componente muy musical de sinergias y pulsiones narratológicas. En Forrest Gump Silvestri ya dispuso de toda una narrativa musical brillante como seguimiento de las aventuras de su protagonista e incluso fue capaz de proyectarse en esa pluma voladora que acompañaba cada paso del actor como notas de una sinfonía orgánica y coexistente. La banda sonora de Here contiene quizás uno de los main themes más bonitos del año en paralelo igualmente a esa manera de trabajar de antaño, tiempos en donde la música de cine transmitía intensidad lírica y una emoción a flor de piel. Acompañan a Silvestri una serie de canciones acertadas que en conjunto sugieren los diferentes cambios de época y modas así como el vestuario. Decir que incluso la temida técnica de rejuvenecimiento facial funciona mejor que de costumbre siendo el plano medio su mejor aliado. Sus imágenes parecen desgarrarse por dentro a medida que el metraje progresa como si estuviéramos a bordo del DeLorean y paseáramos por fragmentos y trozos de nuestra propia vida. Al final los puntos concuerdan en un desenlace tristísimo y trágico, en el que por primera vez la cámara gira en travelling y podemos apreciar, en otro punto de vista, el lado espectral donde habitan los fantasmas de la memoria. Acertadísimo en este sentido los temidos delirios y miedos de la mente rota y descompuesta por el Alzheimer, la enfermedad más desoladora y que mejor relación guarda con el artefacto visual o cómic de Here -esas imágenes divididas y fracturadas en multipantallas-. Un hachazo más en esa manera frugal y todopoderosa del director por moverse en los raíles del gran melodrama norteamericano digno heredero de Douglas Sirk o John Ford. La mitología del director de Náufrago parece haber alcanzado una de sus montañas creativas más altas y fascinantes, es cuestión de tiempo y esperanza que valoremos a esta obra maestra como se merece. ♦