|| Críticas | SEFF 2024 | ★★★☆☆ |
Eternal playground
Pablo Cotten y Joseph Rozé
La arcadia irreplicable
Yago Paris
ficha técnica:
Francia. 2024. Título original: Eternal Playground. Director: Pablo Cotten y Joseph Rozé. Guion: Pablo Cotten y Joseph Rozé. Productores: Antoine Playoust, Martin Playoust, Nicolas Tzipine. Productoras: Cowboy Films. Fotografía: Tara-Jay Bangalter. Música: -. Montaje: Sanabel Cherqaoui y Lisa Desiles. Reparto: Andranic Manet, Alassane Diong, Carla Audebaud, Alba-Gaïa Bellugi, Arcadi Radeff, Nina Zamzem, Noée Abita.
Francia. 2024. Título original: Eternal Playground. Director: Pablo Cotten y Joseph Rozé. Guion: Pablo Cotten y Joseph Rozé. Productores: Antoine Playoust, Martin Playoust, Nicolas Tzipine. Productoras: Cowboy Films. Fotografía: Tara-Jay Bangalter. Música: -. Montaje: Sanabel Cherqaoui y Lisa Desiles. Reparto: Andranic Manet, Alassane Diong, Carla Audebaud, Alba-Gaïa Bellugi, Arcadi Radeff, Nina Zamzem, Noée Abita.
Gaspard (Andranic Manet), el protagonista de Eternal Playground (La récréation de juillet, Pablo Cotten y Joseph Rozé, 2024), es ese tipo de personaje. La película francesa, programada en la sección Rampa de la edición de 2024 del Festival de cine europeo de Sevilla, narra la historia de un joven profesor de música que, en el último día del curso escolar, se esconde dentro de la escuela donde trabaja para pasar ahí dentro unos días. Como se ha terminado el curso, nadie va a entrar en el edificio hasta septiembre, por lo que podrá campar a sus anchas. Pero su plan no se queda ahí: Gaspard ha invitado a sus cinco grandes amigos de la infancia, con los que creció en esas mismas aulas, para llevar a cabo una reunión después de años sin verse y tras haber perdido el contacto, aquello que tanto los unía. El motivo de la reunión es la inesperada muerte de la hermana melliza del protagonista, que formaba parte de esta pandilla. La reunión servirá tanto para pasar el duelo juntos como para recuperar el tiempo perdido, en una suerte de acampada o fiesta de pijamas de varios días. Gaspard es el impulsor de esta reunión, porque es ese tipo de persona que vive con la mirada puesta en el pasado, en la arcadia que fue para él la minoría de edad. Desde esta perspectiva, no sorprende que el joven haya decidido dedicarse a la enseñanza infantil, y, para más inri, trabajar en el mismo colegio en el que fue alumno. El protagonista no comprende por qué se ha producido tal distanciamiento con personas que eran vitales para él, y el durísimo golpe de haber perdido a su hermana, a quien estaba profundamente unido, lo lleva, en su disimulada desesperación, a tratar de recrear la época en la que fue feliz. De esta manera, los personajes se reúnen en el colegio donde estudiaron y se entregan a la diversión más positivamente infantil, haciendo lo que les apetece a cada momento, perdiendo la noción del tiempo y entregándose a la exploración dionisiaca de la vida.
Este tipo de propuesta puede tender con facilidad a una pomposidad recargada à la Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001), al tratarse de una premisa coqueta, con reminiscencias al mundo infantil y personajes con ideas dulcemente estrambóticas. El mayor acierto de la pareja de directores debutantes en el largometraje es, por tanto, frenar la tentación de caer en el colapso emocional y estético. A través de una fotografía granulada en 16mm, los autores recrean la impresión ensoñada de la infancia y la adolescencia, al mismo tiempo secando la imagen de sobredosis emocionales, al menos durante el grueso el metraje. Mediante una puesta en escena cercana, que aparenta improvisación, los cineastas se aproximan a sus personajes con tacto y mimo, logrando así que sus actores muestren las diferentes caras de las personalidades complejas y astilladas que encarnan. No obstante, el filme funciona mejor en su desarrollo que en su resolución. La premisa no se agota, pues la lógica del tiempo suspendido, propia de las vacaciones de verano, se podría prolongar hasta la totalidad del relato. Sin embargo, en los cineastas y guionistas parece primar la catarsis emocional sobre la exploración de las interacciones humanas, y parece existir la necesidad de explorar el trauma del individuo, uno de los temas más habituales en el cine contemporáneo. Cuando la burbuja de recreación infantil se pincha, la narración se desborda de emoción, y, sin ser arrolladora, sí resulta excesiva para la propuesta audiovisual contenida que se había propuesto hasta entonces. No obstante, los desajustes tienen más que ver con el tono que con el fondo, pues el conflicto climático está directamente relacionado con el tema que sobrevuela toda la película, y que define la existencia de Gaspard: ¿por qué nos distanciamos de nuestros mejores amigos cuando termina el instituto, y por qué nos parece normal, lo aceptamos y no nos afecta? A pesar de los desajustes en la resolución, el viaje que se propone en Eternal Playground es suficientemente valioso como decantar la balanza a su favor. ♦