|| Críticas | Festival RIZOMA 2024 | ★★★☆☆
Cyborg Generation
Miguel Morillo Vega
La dislocación como eje del sentido
Rubén Téllez Brotons
ficha técnica:
España, 2024. Título original: Cyborg Generation. Duración: 63 min. Dirección: Miguel Morillo Vega. Guion: Miguel Morillo Vega. Reparto: Kai Landre, Neil Harbisson, Moon Ribas, Manel de Aguas. Música: Harto Rodríguez. Fotografía: Martí Herrara.
España, 2024. Título original: Cyborg Generation. Duración: 63 min. Dirección: Miguel Morillo Vega. Guion: Miguel Morillo Vega. Reparto: Kai Landre, Neil Harbisson, Moon Ribas, Manel de Aguas. Música: Harto Rodríguez. Fotografía: Martí Herrara.
La estructuración del imaginario de la cinta sigue un proceso parecido. Uno podría pensar que el director toma como referencia argumental principal la nueva carne de Cronenberg, si no fuese porque Cyborg Generation es un documental que sigue los pasos de Kai Landre, el primer músico cyborg de España. Uno podría asumir que el acercamiento al protagonista va a ser principalmente físico, pero la mayor parte de las escenas están escritas sobre la superficie de unos diálogos marcados por los tics lingüísticos, los titubeos, las repeticiones y las elipsis bruscas del habla cotidiana. Uno podría creer que el retrato que se hace del protagonista va a estar marcado por la explicación de su decisión de convertirse en cyborg, por la indagación de las emociones que mueven su presente y que marcarán su futuro, pero la cinta no es sino una caja de resonancias dentro de la que rebotan constantemente los ecos del pasado, de lo no dicho, de lo que hasta ahora había permanecido oculto bajo una manta de silencio.
Así, hay en la película grandes hallazgos conceptuales que surgen precisamente de un proceso de desplazamiento semántico que reconfigura los significados de uso común. Un libro sobre el espacio —que es la expresión, marcada por la oscuridad de su propia materia, más grande de lo ajeno, de lo distante y lo desconocido— funciona como el único refugio donde el protagonista se sentían a salvo de pequeño, como el único lugar —de nuevo, lo preciso de la definición de refugio fricciona con el carácter general y abierto del propio lugar que constituye dicho refugio— donde conseguía aislarse de las voces de sus compañeros de clase, quienes convertían su día a día en una verdadera tortura debido a su disidencia para con la normatividad. Las fronteras que delimitan los conceptos de interior y exterior se borran progresivamente a medida que avanza el relato, puesto que sólo desde una abstracción total podrán admitir las significaciones que el protagonista les dé. Lo mismo sucede con la forma de poner en escena los espacios: las calles de Barcelona y Nueva York, sus bares, restaurantes, universidades y casas no están enmarcadas dentro de un único registro de representación: la puesta en escena de la cinta es mutante, lánguida, cambiante en su rechazo de unos moldes específicos que unifiquen su visión del mundo dentro de unos parámetros estéticos homogéneos.
En consecuencia, Cyborg Generation fluctúa del realismo al expresionismo, de la conversación costumbrista al decorado de ciencia ficción, sin que, en el cambio de estilo, se diluya la tensión de las imágenes, sin que, en su constante deambular por meandros formales que puedan crear rimas con su discurso, su núcleo conceptual se deshaga. Morillo Vega consigue, así, que la cinta, pese a su carácter fragmentario, pese a la eminente dispersión de sus formas, pese al solapamiento de imágenes en principio antónimas, no pierda nunca de vista su horizonte; esto es, el seguimiento de su protagonista desde el momento en que afirma verbalmente su identidad hasta el instante en que sus padres, un fuera de campo constante cuya precisa ausencia denota la incomprensión que sienten hacia su hijo, le abrazan y se convierten, junto al libro sobre el espacio mencionado al inicio, en su refugio. ♦