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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Salve María

    || Críticas | Seminci 2024 | ★★★★☆
    Salve María
    Mar Coll
    Vampirizada


    Rubén Téllez Brotons
    Valladolid |

    ficha técnica:
    España, 2024. Título original: Salve María. Duración: 111 min. Dirección: Mar Coll. Guion: Mar Coll, Valentina Viso. Novela: Katixa Agirre. Música: Zeltia Montes. Fotografía: Nilo Mur. Compañías: Escándalo Films, Elastica Films, RTVE, Movistar Plus+. Reparto: Laura Weissmahr, Oriol Pla, Giannina Fruttero.

    La imagen de apertura de Salve María es un plano general del pequeño y angustioso pasillo de una vivienda que literalmente “se cae a pedazos”. La protagonista, María, se mueve en círculo entre sus claustrofóbicas paredes, meciendo a su bebé de pocos meses, intentando que los suaves movimientos de su cuerpo le ayuden a conciliar el sueño. Tras unos cuantos segundos que adquieren el peso fúnebre de los minutos, entra en el encuadre Nico, el padre de la criatura, que se preocupa mínimamente por ellos y, al momento, se vuelve a la cama. Las tensiones sobre las que Mar Coll va a construir su nuevo largometraje ya han sido planteadas en esta apertura tan precisa como ciertamente inquietante. La casa está completamente a oscuras y cuando María entra en el salón, la única ventana por la que, durante el día, se filtra algo de luz se abre abruptamente, permitiendo que un frío agudo y cortante se desparrame dentro como advertencia de los futuros peligros. En la siguiente secuencia, ya por la mañana, se aprecia el estado del piso: cajones que se atascan, paredes desconchadas por la humedad, grifos que no funcionan y la mencionada ventana, completamente rota, a través de la cual la violencia del mundo exterior entra en contacto con la del refugio íntimo de los personajes. La casa funciona así como metáfora de una doble descomposición: por un lado, la de una familia que se sostiene sobre los hombros de María; por otro, la de la percepción de la realidad que tiene la propia María.

    Salve María es, sobre la superficie, una película insomne que habla del insomnio: del estado de duermevela constante en el que se mueve una protagonista que ve cómo se solapan los llantos nocturnos de su bebé con los amaneceres ásperos de una nueva jornada que, trenzada con una soledad de piedra, no le ofrece sino la posibilidad de continuar con el monólogo tenso y quebrado que mantiene consigo misma. Nico no puede coger la baja por paternidad porque en su trabajo andan escasos de personal y su ausencia resultaría demoledora para sus compañeros; o, al menos, eso dice él. En la pasividad de su mirada y la languidez de sus gestos —cuya carencia de tensión contrasta con el temblor constante que recorre el cuerpo de María— se intuye un cierto desdén hacia la idea de pasar más tiempo con su pareja y, sobre todo, con su hijo. Resultado: todo el peso de la crianza cae sobre ella.

    Cada elemento u objeto cotidiano se convierte desde el nacimiento del niño en una amenaza: los enchufes, los picos de las mesas y de los muebles, —de nuevo— las ventanas abiertas, la cama —donde Eric, que así se llama el bebé, duerme en ausencia de una cuna—; absolutamente todo dentro del hogar se tiñe con los tonos grises e imprevisibles de la violencia. Coll presenta, además, una ciudad hostil, helada e impersonal, plagada de bombillas de luz enfermiza y escaparates en los que se refleja la mecanización del movimiento de los cuerpos de los transeúntes. Precisamente por eso, porque el exterior es un verdadero caldero de peligros e inseguridad, es por lo que el carácter agresivo de la casa asfixia con más fuerza a María. Pese a todo, siente la necesidad de retomar su rutina preparto y, por ello, sin apenas horas de sueño y con un niño que no deja de vomitar, comienza a dar largos paseos bajo el cielo metálico de una Barcelona atravesada por el trauma de una madre que ha ahogado a sus hijos en la bañera. Todas las televisiones cubren el suceso, unas con un mínimo de rigor, otras con amplias dosis de amarillismo. La noticia, en un primer momento, deja en shock a María; después, se convierte en su obsesión.

    La maternidad supone para ella un proceso de vampirización constante: el cansancio se adhiere a sus músculos y articulaciones, los párpados se le cierran debido al peso de unas ojeras que denotan su necesidad de descanso, su ropa está constantemente manchada del vómito del niño, apenas ve a sus amigas ni tiene tiempo para ponerse con su nueva novela —es escritora—: su identidad se ve completamente escindida; Eric, mientras tanto, va creciendo. El contacto con la realidad es cada vez más escaso; cuanto más se aísla —involuntariamente— del mundo, más irreal le parece todo. Surge entonces el primer pensamiento: ojalá el bebé no hubiese nacido, ojalá se muriese ahora. El miedo que le producen sus propios deseos se hace palpable, pero en ningún momento encuentra la forma de expresarlos en voz alta: intenta escribir, organizar sus temores en torno a la hoja en blanco, pero, pese a que consigue aprisionar sus pensamientos más aberrantes dentro del molde de la palabra; estos no la abandonan; más bien, todo lo contrario. A partir de aquí, el relato atraviesa un punto de no retorno: las sombras del cine fantástico se ciernen sobre la imagen, borrando los límites de la realidad y la alucinación. Ya no hay asideros a los que María pueda agarrarse: está en caída libre. Una vez que haya tocado fondo, su relación con Nico no volverá a ser la misma; su vínculo con Eric, tampoco. Descompuesta su percepción de la realidad, comenzará el derrumbe del matrimonio; María caminará entre sus ruinas convertida en un personaje completamente diferente del que han conocido los espectadores. ♦


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