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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Kneecap

    || Críticas | ★★★☆☆
    Kneecap
    Rich Peppiatt
    Tiro a la rodilla de la censura


    José Martín León
    Telde (Las Palmas) |

    ficha técnica:
    Irlanda, 2024. Título original: Kneecap. Dirección: Rich Peppiatt. Guion: Rich Peppiatt. Historia: Rich Peppiatt, Móglaí Bap, Mo Chara, DJ Próvai. Productores: Trevor Birney, Jack Tarling. Producción: Brittish Film Institute, Coimisiún na Meán, Curzon Film Distributors, Fine Point Films, Fis Éireann/Screen, Screen Ireland, DMC Film. Fotografía: Ryan Kernaghan. Música: Michael “Mikey” Asante, Gemma Doherty. Montaje: Chris Gill, Julian Ulrichs. Reparto: Móglaí Bap, Mo Chara, DJ Próvai, Michael Fassbender, Josie Walker, Simone Kirby, Fionnuala Flaherty.

    No se le puede negar al británico Rich Peppiatt la singularidad del proyecto con el que debuta como director de largometrajes, después de sus pinitos en el documental –One Rogue Reporter (2014)– y el cortometraje –Backseat Driver (2019)–. Kneecap es un trabajo difícilmente catalogable en un género concreto, ya que trata de ser muchas cosas a la vez y sale bien parado en casi todas ellas. Por un lado, nace como un biopic bastante poco ortodoxo sobre los miembros de la polémica banda de hip hop homónima –interpretados por ellos mismos, por cierto–, conocidos, no solo por las controvertidas letras de sus canciones, sino por haberse convertido en auténticos referentes en la lucha por proteger la lengua irlandesa, rapeando en gaélico, un dialecto que, hasta 2022, no fue reconocido como oficial en Reino Unido, a pesar de que 80000 personas aún lo hablan en Irlanda. Por otro, Peppiatt ha aprovechado para rodar su particular Trainspotting (Danny Boyle, 1996), mostrando una realidad, la de cierta juventud de su país que vive al margen de la ley, abusando de las drogas y el sexo, mientras trata de encontrar su camino en la vida. Lo hace, eso sí, con un punzante sentido del humor y una fuerte carga política impregnando su historia. La película muestra cómo fueron los casuales inicios de la banda en el mundo de la música –aunque nunca sepamos a ciencia cierta dónde acaba la realidad y comienza la ficción–, desde las primeras correrías de Naoise Ó Cairealláin y Liam Óg Ó Hannaidh, dos jóvenes de un barrio del oeste de Belfast, hasta cómo entraron en contacto con el que se convertiría en el tercer integrante del grupo, un profesor de música de una escuela de lengua irlandesa que descubre el enorme potencial de las letras escritas por los chicos.

    El filme de Peppiatt no trata de romantizar la historia de sus anárquicos artistas protagonistas, ya que los presenta como unos jovenzuelos inconscientes y problemáticos, que casi siempre andaban drogados hasta las cejas, y que eran continuamente perseguidos por la policía, segura de que estaban ante unos traficantes de estupefacientes en potencia. Pero, a su manera, sí consigue que estos inadaptados terminen cayendo simpáticos al público, enseñando las circunstancias familiares con las que tuvieron que crecer. Naoise, por ejemplo, ha visto como su padre, Arlo (excelente Michael Fassbender en un rol más que secundario, pero que, sin duda, ha servido para que la cinta tenga una mayor visibilidad), un antiguo paramilitar republicano, ha tenido que hacerse pasar por muerto durante muchos años, ya que era buscado por las autoridades británicas por su vinculación con el IRA, mientras que su madre apenas sale de casa, pasándose los días deprimida y tumbada en un sofá. Por otro lado, asistimos al romance entre Liam y una joven protestante llamada Georgia, que, casualmente, es la sobrina de una detective de policía que trata de poner contra las cuerdas a los muchachos. Finalmente, tenemos la posición de JJ, el maestro que se camufla bajo un pasamontañas y el sobrenombre de DJ Próvaí para que no se relacione su carrera musical con la de docente, ya que las letras de sus canciones, cargadas de palabrotas y alusiones sexuales o a favor del consumo de drogas, podrían traerle represalias en su entorno laboral. La química entre los tres personajes es brutal, ayudado, claro está, por el hecho de que los raperos se conozcan desde hace tantos años. Hay que destacar, además, que todos salvan muy bien la papeleta en sus menesteres como actores y no solo cuando interpretan sus canciones.

    Kneecap es una obra más que estimable, que consigue un difícil equilibrio entre todos sus ingredientes, pero cuyo interés hacia la misma dependerá mucho de lo seguidores que sean los espectadores de la banda protagonista o del género que cultivan. Independientemente de ello, funciona razonablemente bien como comedia ácida e irreverente, no escatimando en escenas de alto contenido sexual o momentos que muestren el consumo de drogas de manera imprudente. Algunos momentos bizarros, como las visiones de los músicos cuando se encuentran bajo los efectos alucinógenos de las sustancias consumidas (donde, incluso, se recurre a la animación), aportan un toque de originalidad a una cinta que nunca se toma en serio a sí misma, a pesar de tocar temas sociales y políticos tan espinosos y revolucionarios. La estética y la música que acompaña a sus imágenes también son más que atractivas, pero, por encima de la forma está siempre el contenido. Y eso es lo que otorga el verdadero valor, que lo tiene, a Kneecap, su mensaje a favor de la preservación cultural. Sus criaturas luchan para que la lengua de sus tatarabuelos no caiga en el olvido, vanagloriándose de ser unos músicos irlandeses que cantan en irlandés. Siempre será bien recibida una película, por muy políticamente incorrecta que sea, que defienda la libertad de expresión y ataque a la censura con uñas y dientes. O, como el propio nombre de la banda indica, con un tiro en la rodilla. De momento, exitoso fue su paso por el Festival de Sundance, donde fue la primera película en lengua inglesa en competir, llevándose el Premio del Público NEXT, además de ser seleccionada por Irlanda para competir por el Oscar a mejor película de habla no inglesa. Razones más que suficientes para seguirle la pista a su director en futuros proyectos y a los controvertidos miembros de Kneecap, que siguen levantando ampollas con cada nuevo movimiento artístico, como esa cancelación de su participación en el último SXSW, en solidaridad por Palestina, secundada por hasta seis artistas más del evento. ♦


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