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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | El teorema de Marguerite

    || Críticas | ★★☆☆☆
    El teorema de Marguerite
    Anne Novion
    Rigidez matemática


    Nacho Álvarez
    Madrid |

    ficha técnica:
    Francia, 2023. Título original: Le Théorème de Marguerite. Dirección: Anne Novion. Guion: Anne Novion, Mathieu Robin, Marie-Stéphane Imbert, Agnès Feuvre, Philippe Paumier, Sara Wikler. Compañías productoras: Beauvoir Films, TS Productions, France 2 Cinema, Radio Télévision Suisse (RTS), Canal+. Distribución en España: Adso Films. Fotografía: Jacques Girault. Música: Pascal Bideau. Reparto: Ella Rumpf, Jean-Pierre Darroussin, Clotilde Courau, Julien Frison. Duración: 112 minutos.

    El arquetipo del genio excéntrico ha funcionado muy bien en términos de público en el cine y las series debido al magnetismo y misterio que proyecta esta clase de personaje sobre el espectador. Este grupo de obras parten habitualmente de la construcción de un protagonista carismático, bendecido con un don natural para el conocimiento o la percepción, pero con serias dificultades en el ámbito emocional cotidiano. Así, conforme avanza la trama, sus capacidades extraordinarias serán un impedimento para las relaciones personales, que poco a poco, a través de una nueva persona que aparece en su vida como agente desequilibrante, serán puestas a prueba para demostrar que la inteligencia sin sentimientos no conduce a la felicidad. En este conjunto de reglas más o menos rígidas se inserta sin ninguna floritura El teorema de Marguerite (2023), última película de Anna Novion, que se acerca a la historia de Marguerite, una doctoranda en Matemáticas de la Escuela Superior de Lyon cuya tesis trata de demostrar la famosa conjetura de Goldbach.

    En este sentido, la presentación del personaje de Marguerite no solo se ajusta sin cuestionamientos a la tipología descrita con anterioridad, sino que añade a todo ello una problemática (y extendida) idea del rol de género al que debe adscribirse una mujer investigadora. Como mandan los libros, Marguerite es tímida, maniática, solitaria y está reprimida sexualmente, hecho que Novion decide reforzar vistiéndola a en base a lo que entenderíamos como el uniforme de “la empollona de la clase”. Por otro lado, en los primeros minutos de metraje se deja claro su estatus de paria social, ya que vemos cómo se ríen de ella en la cafetería de la facultad, en una conducta extraña de imaginar a priori debido a su condición de investigadora. A partir de esta poco novedosa y forzada situación inicial, Novion continúa en su rigidez narrativa sometiendo el relato a un férreo guion que marca, cuando es necesario, cada golpe exigido para que la historia avance. Así, un esperado primer punto de giro en el que Marguerite comete un fallo en una presentación y decide abandonar su tesis, desencadena su viaje al mundo fuera de la universidad, donde conoce a su compañera de piso (una bailarina ajena al mundo académico), tiene su primer encuentro sexual y coquetea con el mahjong clandestino, que aparecerá como alternativa ilegal a su trabajo anterior. Se opta, por tanto, por una suerte de realismo estereotipado que, si bien parece querer contar una historia cotidiana, caerá en una total incomprensión de su personaje y de los mecanismos de la investigación universitaria, limitando su veracidad y fallando en su propósito. Esta suscripción a un guion restrictivo condiciona por completo la puesta en escena, que se decide por una planificación narrativa clásica y poco expresiva. Los movimientos de cámara, el montaje y la música sirven como mera confirmación de lo ocurrido en pantalla -cuando hay un momento de frustración aparecen la cámara en mano, la música de tensión y los jumpcuts-, y Novion elude por completo la sugerencia formal, volcando todo el contenido dramático en el abundante diálogo entre personajes, que escena tras escena avanzan por una ruta más que conocida. Del mismo modo, la subtrama amorosa entre Marguerite y Lucas, su competidor académico, rema en la misma dirección, en lugar de servir como contrapunto que pudiera alejar la historia de su previsible final.

    La película concluye pues con cierta condescendencia hacia el espectador, renunciando a las posibilidades que podría ofrecer un relato contemporáneo sobre las dinámicas universitarias, la ambición intelectual y la precariedad laboral en el mundo de las ciencias, cuya presencia en la obra se reduce a una línea pronunciada por el director de tesis de Marguerite que reza, casi como mantra narrativo inamovible: “Las matemáticas no pueden verse afectadas por las emociones”. A diferencia de las populares El indomable Will Hunting (Gus van Sant, 1997) o Una mente maravillosa (Ron Howard, 2001) que, con mayor o menor acierto se aproximaban desde una premisa humanista a la cuestión del genio, El teorema de Marguerite se conforma con una simple historia de caída y redención, sin excesivos acentos dramáticos y con un grisáceo resultado. Tampoco se atreve a distorsionar su premisa hacia el mundo del juego clandestino, aligerando su tono al modo de 21 blackjack (Robert Luketic, 2008) y cediendo mínimamente ante el thriller aventurero. Parece, por tanto, como si Novion tomase de todas estas claras referencias pequeños trozos significativos y funcionales, que se ensamblan en la abarrotada mesa de guion -una obra coescrita por seis personas-, constriñendo cualquier conato de frescura narrativa y claudicando en un realismo sobrio, poco efectivo y formalmente decepcionante. ♦


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