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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Bound in Heaven (捆绑上天堂)

    || Críticas | Cobertura SSIFF 2024 | ★★☆☆☆
    Bound in Heaven
    Xin Huo
    La esterilidad de una obra kitsch


    Rubén Téllez Brotons
    San Sebastián |

    ficha técnica:
    China, 2024. Título original: Kun Bang Shang Tian Tang / 捆绑上天堂. Duración: 109 min. Dirección: Xin Hou. Guion: Yu Pan. Dirección de fotografía: Piao Songri. Compañías: Beijing Light King Pictures, Such A Good Film. Reparto: Ni Ni, Zhou You, Liao Fan.

    De tanto utilizarla, se ha convertido una de las imágenes más icónicas —y repetidas— de la filmografía de Terrence Malick en un mero cliché, en un cuco, y calculado, ejercicio de calco que no reproduce la intensidad atmosférica, las ideas y las emociones de la obra original, sino que, empleando los mismos elementos, dibuja en una pantalla de papel vegetal la silueta de la composición buscando reproducir su belleza. La imagen en cuestión se encuentra tanto en Días del cielo, como en Malas tierras y El árbol de la vida; en ella, un personaje camina lentamente por un campo de hierba alta con el atardecer prendido de naranja como fondo, mientras una brisa leve envuelve cada uno de sus movimientos en un velo transparente y delicado. Como es obvio, su lirismo no está pegado a la superficie crepuscular del cuadro, sino que surge desde el fondo del mismo, desde las entrañas de una narración que alcanza uno de sus picos expresivos en esa imagen concreta, no de una construida desde un esteticismo ramplón que tiene como fin único y último la búsqueda de una hermosura vacía. Es precisamente la confusión entre estos términos lo que ha provocado que diferentes cineastas hayan repetido en sus películas la imagen de Malick hasta convertirla en un momento sonrojante que encuentra su máximo grado de ridículo en el uso que de ella hace Zack Snyder en su corte de La liga de la justicia.

    Pues bien, en Bound in Heaven, la ópera prima de Xin Huo presentada en la Sección oficial del Festival de San Sebastián, abundan las escenas en las que los protagonistas caminan con la mirada perdida y una parsimonia muy poco orgánica por unos campos dorados por la luz del atardecer. El deseo, devenido en obsesión, de la directora de impregnar cada plano de un lirismo arrebatador es, al mismo tiempo, un pesado lastre que, paradójicamente, impide que las imágenes alcen con libertad el vuelo en busca de su propia identidad expresiva, y el síntoma que evidencia con más claridad el principal problema de la cinta: su esencia de obra de arte kitsch, entendiendo dicho concepto según el uso que de él hizo Hermann Broch. El autor de La muerte de Virgilio escribió que una de las principales características del arte kitsch era que “persigue un trabajo ‘bello’, no ‘bueno’, y, por consiguiente, fija su interés en el efecto estético”. La cita describe con precisión quirúrgica Bound in heaven. El uso de grandes angulares que deforman la imagen a cambio de proporcionar mucha profundidad de campo, los travellings veloces trazados con steadycam que no enfatizan sino su propio movimiento artificial e innecesario alrededor de los actores, la composición de un código gestual incoherente que no refleja los estados de ánimo de los protagonistas ni las emociones ni intenciones que tienen en cada escena, una paleta de colores saturados que nada aportan al desarrollo de la historia… todas las decisiones de puesta en escena responden a la pretensión de la directora de trascender un tono naturalista en favor de un estilo poético—nunca conseguido— inexpresivo, tanto por artificial como por desconectado de los intereses de un guion al que sólo consigue lastrar.

    A eso se le tiene que sumar la problemática que surge debido a la referencialidad explícita desde la que Huo levanta cada escena: en Bound in heaven, el calco de planos de otras cintas no forma parte de un proceso de resignificación de unas imágenes ajenas que terminan formando parte de un proyecto narrativo completamente nuevo y original —como en el caso de la obra de Tarantino—, sino que es un mero guiño metalingüístico que la directora le hace a aquellos espectadores que sean capaces de identificar todas sus citas—mayormente obtenidas de Wong Kar-wai, Leos Carax y el ya citado Malick—. Resulta curioso colocar la cinta de Huo al lado de Los destellos, de Pilar Palomero, también presentada en San Sebastián, para observar las consonancias dialécticas que surgen entre ellas; ambas tienen como protagonistas a un enfermo terminal que afronta sus últimos días de vida; ambas intentan capturar los milagros efímeros de una cotidianidad alcanzada por el ocaso; ambas quieren mirar a la muerte desde una perspectiva vitalista, rechazando el cuero pesado del estoicismo; pero sólo en la de Palomero las intenciones cristalizan en una obra notable, gracias, en gran medida, a la sobriedad de una puesta en escena limpia de cualquier retórica innecesaria, que fluye por la pantalla con la serenidad propia de un pequeño arroyo. Las imágenes de Los destellos respiran, están vivas y permanecen en todo momento abiertas a la existencia; las de Bound in heaven, en cambio, pesan, pesan mucho, su arquitectura estética las estanca, las cierra sobre sí mismas, e impide que cualquier atisbo de realidad pueda habitarlas. ♦


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