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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Bitelchús Bitelchús

    || Críticas | ★★★☆☆
    Bitelchús Bitelchús
    Tim Burton
    De vuelta al inframundo burtoniano


    José Martín León
    Telde (Las Palmas) |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2024. Título original: Beetlejuice Beetlejuice. Dirección: Tim Burton. Guion: Andrew Gough, Seth Grahame-Smith, Miles Millar (Personaje: Michael McDowell, Larry Wilson). Producción: Tim Burton, Dede Gardner, Tommy Harper, Jeremy Kleiner, Marc Toberoff. Productoras: Warner Bros., Plan B Entertainment, Tim Burton Productions, Tommy Harper Productions. Distribuidora: Warner Bros. Fotografía: Haris Zambarloukos. Música: Danny Elfman. Montaje: Jay Prychidny. Reparto: Michael Keaton, Winona Ryder, Jenna Ortega, Catherine O´Hara, Willem Dafoe, Monica Bellucci, Justin Theroux, Arthur Conti, Santiago Cabrera, Burn Gorman, Danny DeVito.

    El festival de Venecia ha sido testigo de una de las citas más esperadas por los fans del Tim Burton de los inicios, esos que no veían el momento de disfrutar de una secuela del primer gran éxito de uno de los realizadores más personales del panorama fantástico, Bitelchús (1988). Tras casi cuatro décadas, por fin regresó a la gran pantalla uno de los personajes más icónicos y divertidos surgidos del universo burtoniano, el desvergonzado y provocador fantasma, magníficamente encarnado por un Michael Keaton, antes de enfundarse el traje de hombre murciélago en la no menos mítica Batman (1989) y su genial secuela Batman Vuelve (1992), de nuevo dirigido por un Burton que comenzaba a despuntar como uno de los grandes nuevos genios del Hollywood de la época. La película, aún vista hoy, continúa sorprendiendo por su alucinante mezcla de comedia y terror, por su apabullante imaginería visual, repleta de escenarios estrambóticos y estrafalarias criaturas que poblaban un inframundo de lo más divertido y por lo políticamente incorrecto que resultaba su personaje principal, generosísimo en chistes y gags escatológicos. Geena Davis y Alec Baldwin encarnaron a un matrimonio que, al regresar a su casa después de un accidente automovilístico, descubrían horrorizados que estaban muertos y condenados a vagar toda la eternidad por el lugar, compartiendo techo con los nuevos inquilinos, la familia Deetz. Los fantasmas novatos “contrataban” al bioexorcista Bitelchús para que les ayudara a espantar a los intrusos vivos del que aún consideran su hogar, pero no contaban con que la hija adolescente de la familia, Lydia -inolvidable Winona Ryder, en un gótico rol que le sentaba como anillo al dedo, un par de años antes de repetir con el director en Eduardo Manostijeras (1990), sin duda, una de sus obras más redondas-, tuviese el don de ver a los muertos. 36 años después, todos recordamos escenas tan reconocibles como las de la enorme serpiente de arena de Saturno tratando de devorar a los protagonistas o, sobre todo, aquel número musical durante la cena, con los Deetz bailando, víctimas de una posesión, al son del Banana Boat (Day-O) de Harry Belafonte.

    Pese a que se trata de un proyecto largamente postergado, Bitelchús Bitelchús ha llegado en el momento idóneo para resucitar (nunca mejor dicho) la alicaída carrera de un director que llevaba años sin acercarse a la brillantez de sus mejores tiempos. Habría que remontarse a 2007 para encontrarnos con Sweeney Todd: El barbero diabólico de la Calle Fleet, la última vez que obtuvo el beneplácito de crítica y público, a partes iguales. El último estreno en cines de Burton, el live action de Dumbo (2019) fue visto como la prueba evidente de que el cineasta había perdido aquella chispa suya característica, facturando para Disney un espectáculo visual tan aparente como falto de alma, aun cuando el proyecto parecía sentarle como un guante a un tipo que siempre ha demostrado debilidad por las criaturas marginadas, como lo es el entrañable elefantito de grandes orejas. Siendo honestos, Bitelchús Bitelchús tampoco jugará en la liga de las grandes películas de su director y, desgraciadamente, está lejos de alcanzar todo aquello que hizo de la cinta original un pequeño clásico de los 80. Sin embargo, sí se puede sentir como un modesto triunfo que Burton recupere muchas de las constantes de su mejor cine, aunque sea tirando de factor nostalgia y regalando un sinfín de guiños y homenajes, no solo a la primera parte de Bitelchús, sino, también, a muchos de sus filmes, desde Alicia en el país de las maravillas (2010) y su caída en la madriguera del conejo, a La novia cadáver (2005), reversionada por la desaprovechada Monica Bellucci en su rol de la ex tóxica Dolores. La historia de esta tardía secuela se inicia, como no podía ser de otra forma, con un fallecimiento, en esta ocasión el del patriarca de los Deetz, algo que sirve para reunir nuevamente a las tres generaciones de la familia, la abuela Delia (fantástica Catherine O´Hara, robando planos y con más protagonismo que en la anterior película), una Lydia que presenta un programa de televisión sobre fenómenos paranormales, y la hija de esta, Astrid, con la que Jenna Ortega toma el relevo de Winona Ryder como rebelde protagonista adolescente, después del éxito de su colaboración con Burton en la serie Miércoles.

    Ya desde las primeras imágenes de Bitelchús, Bitelchús, con esa cámara sobrevolando el pueblo y la mítica música de Danny Elfman sonando, la cinta sabe ganarse a los nostálgicos menos exigentes que tienen a la original en un pedestal. Es un placer reencontrarse con Winona Ryder en un papel protagonista en cine que parecía resistírsele últimamente y lo cierto es que vuelve a dotar de carisma a su personaje de Lydia. Igualmente, Michael Keaton se erige de nuevo como el flamante maestro de ceremonias de la función, ya que, aunque haya perdido algo de mala baba (los tiempos que corren no están para excesivas irreverencias), sus escenas continúan siendo las más hilarantes -atención a su grotesca versión en bebé, especialmente en ese divertidísimo gag a costa de Carrie (Brian De Palma, 1976), con música de Pino Donaggio incluida- y el actor demuestra seguir en plena forma para bordar su personaje una vez más. Hay que aplaudir también que Burton haya recuperado los efectos especiales más artesanales, incluso el stop motion, para devolvernos ese inframundo tan colorista en el que acontecen los mejores pasajes de la historia -el número musical en la estación del tren de las almas, por ejemplo-, sin abusar excesivamente del CGI. De todas formas, la secuela resulta mucho menos creativa a nivel visual que su predecesora y, también, deja sin desarrollar muchas subtramas y personajes secundarios que podrían haber dado mucho más juego, especialmente ese actor de acción fantasma que se cree detective, encarnado por Willem Dafoe, el noviete de Astrid o la antes mencionada Dolores de Bellucci. Tampoco está suficientemente explotado ese atractivo extra de que la trama transcurra en época de Halloween. Con todo esto, Bitelchús Bitelchús se revela como una obra menor dentro de la filmografía de Tim Burton, sí, pero, pese a todos sus defectos -final demasiado precipitado que deja con ganas de más, algo de desequilibrio entre el interés que suscitan las tramas terrenales (más bien escaso) y las del Más Allá...-, hay que reconocer que se trata de una vuelta a los orígenes purificadora para el director. Se nota que se lo ha pasado en grande rodándola entre amigos (Danny DeVito, otra estrella burtoniana, tiene una pequeña aparición) y el resultado es una más que digna continuación, simpática y muy coherente con lo visto en la primera película. Burton ha arriesgado poco, ofreciendo a los seguidores de Bitelchús exactamente eso que querían ver, aprovechando, con inteligencia, la oportunidad de recuperar una pequeña parte de esa esencia suya, tan reconocible, perdida en los últimos años en artificiosas fantasías sin alma. ♦


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