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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Darkness of Man

    || Críticas | Streaming | ★★★☆☆
    Darkness of Man
    James Cullen Bressack
    El guerrero que se arruga


    Lorenzo Ayuso
    Madrid |

    ficha técnica:
    EE.UU. 2024. Título original: Darkness of Man. Director: James Cullen Bressack. Guion: James Cullen Bressack y Alethea Hnatko-Cho. Productores: Jessica Bennett, James Cullen Bressack, Jarrett Furst, Jean-Claude Van Damme. Productoras: VMI Worldwide, Sandaled Kid Productions, Rodin Entertainment. Música: Tim Jones, James T. Sale. Montaje: R.J. Cooper. Reparto: Jean-Claude Van Damme, Kristana Loken, Emerson Min, Peter Jae, Spencer Breslin, Ji Yong-lee, Kirk "Sticky Fingaz" Jones.

    Pocas cosas pueden hablarnos con más claridad del cambio del paradigma en el cine de acción que la manera en que se ha estrenado en España la nueva película de Jean-Claude Van Damme. Tras un paréntesis de tres años desde El último mercenario (Le dernier mercenaire, 2021), Darkness of Man se asomaba tímidamente entre las sombras que cubren la inmensidad del mercado del streaming, enterrada en mitad de la programación de XTRM, canal de pago amparado por AMC y especializado en cine adrenalínico. Sin promoción o preaviso, la película se plantaba emparedada entre redifusiones de otros títulos en la franja vespertina, sin merecer una posición preferente en horario estelar con este pase inaugural. Ni siquiera se ha optado por proponer una traducción al castellano del título, por más que la «oscuridad del hombre» sea a menudo referida por su personaje principal. Mal que nos pese, un estreno de Van Damme hace mucho que dejó de adquirir la categoría de evento a nivel promocional. De poco importa que la propuesta reincida en las inquietudes del actor-autor, no solo productor ejecutivo sino responsable del argumento, y a la vez proponga una fuga, en sentido amplio, con respecto a sus narrativas heroicas más reconocibles. En los cruentos octógonos del Video On Demand se privilegia a los estajanovistas, a aquellos que salen a machacarse con calendarios exigentes, no a quienes dosifican sus fuerzas y postergan sus comparecencias: solo en el primer semestre de 2024, la principal estrella del circuito, Scott Adkins, ha mantenido su estatus con dos lanzamientos, a los que sumará al menos otro par de referencias en el siguiente período; mientras, veteranos como Frank Grillo procuran prodigarse tanto como les es posible aun aceptando roles testimoniales, bien sea por preservar sus cuentas saneadas o financiarse sus proyectos personales. Dilatar los tiempos no garantiza mejores resultados cuando uno se mueve en escenarios tan modestos, tan acostumbrados a luchar con lo puesto, sin protección. Detenerse en estos mercados donde prevalece el movimiento continuo solo significa una cosa: quedarse atrás.

    Todo eso contradice las estrategias de Los Músculos de Bruselas para preservar su forma. Desde su enésima reinvención en Jean-Claude Van Johnson (ídem, 2016-2017), el belga se ha vuelto cada vez más reticente a dejarse ver sin una excusa suficientemente poderosa. En tiempos de sobreexposición, ha preferido cultivar el apego del fan a través de las redes sociales, bajo la eterna promesa de un último gran filme de artes marciales que no termina de llegar nunca; u ofreciéndose como avatar para el consumidor en aventuras en pequeño formato, como el videojuego para móviles Dawn of Chihuahuas (2023), donde J-C proyecta sus inquietudes animalistas salvando perros en cada partida. Por otro lado, la mencionada El último mercenario, su vehículo de lucimiento previo, demostraba lo difícil que era ya ajustar la medida de su idiosincrásico spagat a los estrechos parámetros del cine Netflix. Van Damme siempre ha estado más interesado en el cine del pasado que en el del presente, de ahí que una comedia mediana con ademán belmondiano como aquella tuviera una pegada limitada. Por prolongación, Darkness of Man tampoco tiene demasiado que ofrecer a los públicos acostumbrados a grandes cargas explosivas, en su empeño por constituirse como un filme noir a la antigua. Eso, a pesar de la buena mano del coordinador de stunts Luke LaFontaine, colaborador imprescindible de otro trabajador de cuello azul como Jesse V. Johnson. En la mejor y más creativa secuencia del filme se orquesta un «dos contra uno» entre el exagente de la Interpol Russell Hatch (Van Damme) y unos matones coreanos alrededor de un vehículo estacionado, proporcionando una visión espacial en 360º y reencuadrando los pasos coreográficos en viñetas a través de las lunas. Más allá de esa escena, plantada en el ecuador del metraje, el filme deambula en círculos, con la misma actitud desidiosa que invade a su protagonista, un hombre quebrado en una encrucijada, dilatando el tiempo sin decidirse a arrancar, a tomar una ruta de escape.

    Haciendo honor a su título, Darkness of Man luce oscura. La fotografía, a menudo subexpuesta, saca partido a las parcelas menos agradecidas de las calles de Los Ángeles, y se regodea en las sombras, confiriendo un aire cenizo a la peripecia. Una peripecia que tiende a alargarse innecesariamente. Como imbuyéndonos de la abulia de Russell, se encadenan escenas de transición, alargando el momento del corte, antes de que la acción se haga sitio en el tercer acto. La dilatación del tiempo se enfatiza con la proliferación de diálogos reiterativos y expositivos, en ocasiones risibles, que contrastan con el pretendido lirismo de la voz en off que ordena el relato. Se percibe en ese cuestionable sentido del ritmo el bagaje del director James Cullen Bressack (a la postre quien cosescribe el guion junto a Alethea Hnatko-Cho), que en los últimos años se ha especializado en películas de bajo presupuesto armadas alrededor de estrellas de paso. No en vano firmó dos subproductos consecutivos de un Bruce Willis en los minutos de descuento de su carrera útil, En tierras peligrosas (Survive the Game, 2021) y La fortaleza (Fortress, 2021). De ello se desprende una habilidad para amortizar cualquier material disponible en la sala de edición, enlongándolo aún a riesgo de ablandar los tejidos. Esa aproximación desde la picaresca a la realización explica la desconcertante, por heterogenea, lista de cameos con los que trufa Darkness of Man: a lo largo de los estirados 108 minutos, se asoman los rostros de Eric Roberts, inalcanzable recordman de la productividad audiovisual; Weston Coppola Cage, hijo del insigne Nicolas especializado en fechas recientes en roles eslavos; Cynthia Rothrock, icono del cine kung fu hongkonés de los ochenta en régimen de semi-retiro; o la estrella televisiva Shannen Doherty, lejos de la época en los que se preciaba de tener Sensación de vivir (Beverly Hills, 90210, 1990-2000). Algunas de estas intervenciones apenas pasan más allá de unos pocos segundos, en fugas que poco o nada aportan al desarrollo argumental, por lo que podemos entenderlas tanto como un guiño de Bressack con los espectadores más despiertos como una táctica para dar empaque a la lista de créditos. Pero también encontramos a otras estrellas imprevistas, como el luchador Nick Díaz, intercambiando puñetazos con Kris Van Damme (hijo del protagonista, en otra breve aparición) poco antes de retornar a las jaulas de la UFC tras una larga inactividad. La presencia de la leyenda de las MMA parece obedecer a una muestra de pleitesía al «hombre Bloodsport» original, Van Damme, quien más claro tiene los objetivos del filme.

    Durante la última parte de su carrera, el karateca había insistido con frecuencia en esconderse en personajes esquinados y hoscos. Tal es el caso de sus colaboraciones con Ernie Barbarash, de la producción belga Lukas (ídem, 2018) o de la pandillera La ley de la calle (We Die Young, 2019). Violencia mediante, sus torturados alter ego persiguen la redención por unos pecados que, a menudo, parecen aludir al propio pasado del intérprete, incapaz de desprenderse de la carga de sus acciones de los noventa, las que le granjearon el descrédito. Hay en todas esas encarnaciones una necesidad de reivindicarse aun cuando los tiempos le han dejado atrás, cuando las guerras ya le son ajenas. En su planteamiento, Darkness of Man se posiciona a mitad de camino entre las dos últimas indicadas, muy interesantes adiciones a su filmografía, aunque esta adolezca de una mirada igual de determinada tras las cámaras, con más decisión al cortar en montaje lo accesorio. Por lo menos, se asegura presentarse con una buena apariencia, maximizando los recursos y las localizaciones reales, y con la máxima exposición, y disposición, de su actor principal. Si de algo sirve Darkness of Man es para observar cómo J-C parece haber no ya aceptado sino abrazado el paso de ese tiempo inmisericorde, tanto con su popularidad (esa que ya no da para justificar grandes dispositivos publicitarios) como con su cuerpo mismo, aquí encorvado y encogido. Si antes el interés radicaba en su físico prodigioso, en el plano general, ahora se concentra en sus gestos, en el primer plano. La cámara a menudo se detiene en recorrer las arrugas que recorren el rostro de Van Damme en encuadres muy cerrados, con la edad endureciendo sus facciones y los claroscuros exagerando las hendiduras de la piel. Aproximándose a los 64 años, esa cara marcada anticipa múltiples nuevas vetas, que explotará, si quiere, a su debido tiempo. ♦


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