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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Alien: Romulus

    || Críticas | ★★★★☆
    Alien: Romulus
    Fede Álvarez
    Fanservice xenomorfo


    José Martín León
    Telde (Las Palmas) |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2024. Título original: Alien: Romulus. Dirección: Fede Álvarez. Guion: Fede Álvarez, Rodo Sayagues. Producción: Ridley Scott. Productoras: Scott Free Productions, Brandywine Productions. Distribuidora: 20th Century Studios. Fotografía: Galo Olivares. Música: Benjamin Wallfisch. Montaje: Jake Roberts. Reparto: Cailee Spaeny, David Jonsson, Archie Renaux, Isabela Merced, Spike Fearn, Aileen Wu.

    Han pasado 15 años desde que ¡Ataque de pánico! (2009) se convirtiera en una de las sensaciones virales más asombrosas que se recuerdan. El director de aquel cortometraje de 5 minutos no sabía lo que se le vendría encima después de colgar en Youtube ese ataque de robots gigantes y OVNIS sobre la ciudad de Montevideo, rodado con pocos medios pero mucha imaginación. Las puertas de Hollywood se abrieron de repente para el uruguayo Fede Álvarez y su coguionista Rodo Sayagues, que no decepcionaron a quienes apostaron por sus incipientes talentos, entregando dos éxitos del cine de terror reciente tan estupendos como el sangriento reboot de Posesión infernal (2013) o aquella No respires (2019) donde Stephen Lang nos heló la sangre como psicópata invidente. Pero estaba cantado que la ciencia ficción, ese género que le regaló el pasaporte a la fama a Álvarez, tenía que volver a cruzarse en su camino, y la oportunidad ha llegado, nada más y nada menos, con la séptima entrega de una de las franquicias más icónicas, la inaugurada en 1979 por Ridley Scott con su obra maestra Alien, el octavo pasajero. “En el espacio nadie puede oír tus gritos” rezaba la publicidad de aquella angustiosa odisea espacial en la que un letal polizón alienígena iba aniquilando a la tripulación de la nave de carga Nostromo, dejando únicamente con vida a la teniente Ripley, el empoderado personaje que lanzó a la fama a Sigourney Weaver. Lo que vino después ya es historia. James Cameron tomó el relevo de Scott y, con Aliens, el regreso (1986), nos regaló una secuela más alejada del horror claustrofóbico de la primera película, ya que apostaba por la acción espectacular y por multiplicar el número de bichos, haciendo caso omiso a aquello de que “menos es más”. La jugada le salió perfecta, dejando el listón demasiado alto al resto de secuelas que llegarían después. Tanto David Fincher como Jean-Pierre Jeunet trataron de darle su propia personalidad a Alien 3 (1992) y Alien: Resurrección (1997), respectivamente, pero ni la excesiva oscuridad de la primera ni el toque bizarro e hiperviolento de la segunda terminaron de complacer a todo el mundo. Tuvo que volver Ridley Scott a la silla del director para tratar de reflotar la saga, pero su ambiciosa propuesta existencial de Prometheus (2012) polarizó a los fans de tal manera que en Alien: Covenant (2017) decidió volver a lo seguro, tratando de recuperar el espíritu de su obra inaugural, dándose un batacazo en taquilla que amenazó con ser el fin de la saga.

    Alien: Romulus es el título de este nuevo intento de la 20th Century Studios de resucitar al xenomorfo que tantas alegrías le había dado durante décadas y, sin duda, ha encontrado las manos adecuadas en Fede Álvarez para llegar a buen puerto. La historia se sitúa en el tiempo, en esta ocasión, entre los acontecimientos vividos en la primera y la segunda película, y tiene como protagonistas a un grupo de jóvenes trabajadores de una colonia minera que planea acabar con su esclava situación laboral, colándose en una estación espacial abandonada, con el fin de llegar hasta el planeta Ybaga, en busca de una vida mejor. La verdadera protagonista de la historia es Rain, una chica huérfana que mantiene una estrecha relación con Andy, un humano sintético que hace las veces de hermano adoptivo, ya que fue rescatado y reparado por su fallecido padre. Desde el principio, se apuesta por la química existente entre Cailee Spaeny y David Jonsson en estos personajes para que se ganen fácilmente la empatía de un público que entiende el emotivo vínculo emocional que les une. A diferencia de tantas otras producciones de terror protagonizadas por jóvenes o adolescentes, los chicos de Alien: Romulus consiguen no resultar antipáticos ni descerebrados, ayudados por el buen nivel de unos actores que consiguen sortear los arquetipos a fuerza de carisma. Cailee Spaeny, una de las revelaciones de las últimas temporadas -la hemos visto en Priscilla (Sofia Coppola, 2023) y Civil War (Alex Garland, 2023)-, está fantástica en su papel de Rain, tomando dignamente el relevo a Sigourney Weaver o Noomi Rapace como heroína de la función, mientras que David Jonsson aprovecha muy bien el reto interpretativo más jugoso de todos, el de “dar vida” al androide Andy, ya que este, por exigencias de guion, debe debatirse entre dos registros radicalmente opuestos. La película comienza muy bien, mostrando la asfixiante vida en una colonia minera que bien podría pertenecer a otro universo cinematográfico no tan lejano, el de Blade Runner. Rápidamente, conectamos con la situación de sus personajes y entendemos sus motivaciones para escapar del lugar y, una vez que estos aterrizan en la nave espacial que servirá de escenario terrorífico, dividida en dos partes, “Romulus” y “Remus”, sufriremos con sus destinos, víctimas de los bichos de marras. Álvarez ha entendido en esta ocasión lo que el público que asiste a una cinta de Alien quiere ver y se ha entregado completamente a la causa de regalar a los fans multitud de referencias, guiños y homenajes a los mejores momentos por los que ha pasado la serie, incluida la asombrosa aparición de una vieja cara conocida, obra y gracia de unos efectos digitales magníficos.

    Ya desde sus primeros compases, la música de Benjamin Wallfisch consigue herizarnoe el vello, ya que logra remitirnos a la magnífica composición que realizara Jerry Goldsmith para la primera película y, a diferencia de aquella, seis serán los pasajeros de la nave, que se las tendrán que ver con el séptimo pasajero. O más de uno, porque al igual que en Aliens, el regreso, los “abrazacaras” se multiplican y hay alguna escena de ataque masivo de lo más estimulante. Las aberraciones relacionadas con la clonación o los híbridos entre aliens y humanos, ideas ya implantadas en Alien: Resurrección, vuelven a tomar aquí gran protagonismo, culminando con una criatura que bebe tanto de los xenomorfos tradicionales como de los ingenieros presentados en Prometheus. Alien: Romulus busca complacer a los fanáticos de todas las entregas de la saga y consigue hacerlo sin recurrir a la repetición o resultar excesivamente forzada. Álvarez se las arregla para que su película tenga su propia identidad y entrega sus algunas set pieces sangrientas para la posteridad. En este sentido, las muertes son especialmente crueles y violentas. Del mismo modo, el diseño de las criaturas también está muy conseguido, sobre todo la mencionada criatura híbrida del tramo final. No se abusa del CGI como tantas grandes producciones recientes hacen, los decorados remiten a la primera película de Ridley Scott y, al igual que aquella, se toma su tiempo para crear una atmósfera opresiva y de peligro muy atractiva, antes de entrar en acción. Eso sí, una vez que comienzan las persecuciones a través de los pasillos de la nave, el ritmo se vuelve endiablado y la cinta nos regala una experiencia absolutamente gozosa, rebosante de eclosiones de bichos, ácido corrosivo y mucha sangre, que también rinde generoso tributo al aclamado videojuego Alien: Isolation. Alien: Romulus pertenece a ese tipo de blockbusters perfectamente medidos y dieñados para triunfar, que consiguen la proeza de hacer resurgir éxitos pasados cuyas fórmulas parecían agotadas, del mismo modo que lo han hecho otras agradables sorpresas de esta misma temporada, como El reino del planeta de los simios (Wes Ball, 2024) o Twisters (Lee Isaac Chung, 2024). Lo único que se le podría reprochar a Álvarez y compañía es el poco riesgo que ha asumido en una historia nada innovadora, que viene a repetir lo ya visto en Alien, el octavo pasajero -incluido un tímido momento de la protagonista escurriéndose en el interior del traje de astronauta, como lo hiciera la teniente Ripley en su mítico striptease galáctico- sin aportar elementos excesivamente rompedores o diferentes a lo conocido a lo largo de la saga. Eso no impide que sea la mejor entrega de Alien desde la de James Cameron, lo que ya es un triunfo. ♦


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