|| Festivales
Karlovy Vary 2024
Notas sobre la sección oficial de la 58ª edición del festival checo
Aarón Rodríguez Serrano
▼ Críticas
Celebration, Bruno Anković
The Hungarian Dressmaker, Iveta Grófová
Our lovely pig slaughter, Adam Martinec
Panopticon, George Sikharulidze
Tiny Lights, Beata Parkanová
Pierce, Nelicia Low
A Sudden Glimpse to Deeper Things, Mark Cousins
Xoftex, Noaz Deshe
Three days of fish, Peter Hoogendoorn
Banzo, Margarida Cardoso
Rude to Love, Yukihiro Morigaki
Celebration, Bruno Anković
The Hungarian Dressmaker, Iveta Grófová
Our lovely pig slaughter, Adam Martinec
Panopticon, George Sikharulidze
Tiny Lights, Beata Parkanová
Pierce, Nelicia Low
A Sudden Glimpse to Deeper Things, Mark Cousins
Xoftex, Noaz Deshe
Three days of fish, Peter Hoogendoorn
Banzo, Margarida Cardoso
Rude to Love, Yukihiro Morigaki
En líneas generales, este año la competición ha mantenido un nivel sostenido, en el que hemos acusado nostálgicamente la presencia de alguna representante española —recordemos que el año pasado se estrenó la inmejorable Las chicas están bien, de Itsaso Arana—, y en la que un año más se ha mantenido el nivel de programación especialmente en lo tocante al cine georgiano. Las propuestas o coproducciones checas han mantenido la misma dirección que en años anteriores, compartiendo los anclajes del cine de «calidad» —léase en el viejo sentido de Truffaut— con propuestas algo más costumbristas y esperpénticas, vinculadas con mayor claridad a la tradición cinematográfica del país.
Como viene siendo habitual, se han permitido algunos filtreos con el cine de género —Pierce o Xoftex tienen ecos distantes de fantástico—, pero el gran grueso lo han representado propuestas que, peor o mejor, miraban directamente a la tradición autoral y al cine narrativo con ciertas licencias exploratorias en lo formal. Hay que decir a favor del equipo de programación que, como viene siendo habitual, no han pagado peajes en modas ni en tics del momento: las películas que han llegado ofrecen un crisol plural, complejo y abierto, de tal modo que los espectadores han recorrido una fotografía extensa del estado del cine contemporáneo. Veamos cuáles han sido sus frutos.
Celebration
Proslava, Bruno Anković , Croacia
Puntuación: ★★☆☆☆
Puntuación: ★★☆☆☆
La cámara de Bruno Anković se desliza entre los suntuosos exteriores de una pequeña aldea croata a lo largo de tres décadas en lo que se propone como una exploración general de la violencia bélica. El potencial de la película reposaría en la tensión que juega a establecer entre lo más concreto (una historia familiar atravesada por los cambios de poder en la zona, el hambre, la desesperación y la falta de expectativas) y lo más general (de nuevo, el trauma de las constantes invasiones entre los grandes bloques bélicos en la primera mitad del siglo XX). La película avanza de manera titubeante entre tiempos muertos y diálogos secos, subrayando quizá de manera innecesaria la colección de penurias y miserias que arrastran unos personajes a los que apenas se les permite respirar y cuyo destino está tan devastado desde la primera escena que apenas podemos pensar en ellos como seres humanos reales.
Dirección: Bruno Anković / Guion: Jelena Paljan, sobre una novela original de Damir Karakaš / Dirección de fotografía: Aleksandar Pavlovi / Música: Alen Sinkauz, Nenad Sinkauz / Reparto: Bernard Tomić, Krešimir Mikić, Klara Fiolić, Lars Štern, Jan Doležal, Nedim Nezirović, Tanja Smoje, Izudin Bajrović, David Tasić Daf
The Hungarian Dressmaker
Ema a smrtihlav, Iveta Grófová, Eslovaquia
Puntuación: ★★☆☆☆
Puntuación: ★★☆☆☆
El principal problema que plantea esta película es que, aunque nunca hayan oído hablar de ella, ustedes ya la han visto. Una mujer viuda, en un pueblo ocupado por los nazis, intenta proteger con su vida a un niño judío. A partir de esta premisa pueden tirar del hilo de su memoria melodramática y apenas encontrarán una situación que no esté ya en su memoria: hombres malvados que se aprovechan sexualmente de ella, vecinos que cuchichean a sus espaldas, martirologio y humillación con moralina europea. Ante esa incapacidad para salir de los márgenes del género, la película hace lo que puede y se ciñe con tozudez a sus propias normas: la protagonista aparece como un ejemplo de bondad sin apenas contradicciones, se observa su resistencia, su inteligencia, su sensibilidad. El maniqueísmo de la situación otorga poco juego pero tampoco arriesga a explorar visualmente las consecuencias de la violencia, de tal modo que hay un cierto aire de «calidad» que la cinta intenta subrayar con la dirección de arte, con una fotografía depurada y relamida que no deja margen para la inventiva, con ciertos planos aberrados o rodados con lentes deformantes que, se supone, subrayan el dramatismo de la acción.
Directora: Iveta Grófová / Guion: Peter Krištúfek e Iveta Grófová / Dirección de fotografía: Martin Štrba / Música: Matej Hlaváč / Diseño de sonido: Matej Hlaváč, Tobiáš Potočný / Intérpretes: Alexandra Borbély, Nico Klimek, Milan Ondrík, Alexander E. Fennon
Our Lovely Pig Slaughter
Mord, Adam Martinec, República Checa
Puntuación: ★★★☆☆
Puntuación: ★★★☆☆
Hay algo divertidamente desmesurado en la película de Martinec, algo tan pasado de vueltas y tan desembragado en su búsqueda de la carcajada que parece haber sobrevivido intacta en un contenedor desde los años ochenta. Una comedia espesa, macabra, llena de chistes locales y personajes extremos que toma como punto de partida la matanza de un cerdo en una pequeña granja familiar para acabar trazando una radiografía movida y sucia de sus protagonistas. No se equivoquen: no hay elaboradas disquisiciones sobre el cambio de milenio y de las sensibilidades. No hay posthumor ni ironía metaconsciente. Se trata de noventa minutos llenos de chistes sobre incompatibilidades entre maridos y mujeres, hombres que beben demasiado y mujeres que sienten demasiado, policías vegetarianos y calendarios de jóvenes desnudas. Martinec no tiene ningún interés por los diálogos que mantenemos los rancios intelectuales en occidente y hace lo que le viene en gana, esto es, un humor de brocha gorda con gente que se tropieza y se tira la sangre encima. Humor sobre cerdos que se escapan de su muerte y generan una persecución idiotamente estetizada que parece reírse en la cara del cine europeo de autor. Una película que, bien traspuesta al localismo hispánico, bien hubiera podido ser producida por Mediaset para alegrar las minisalas en los meses de verano. Bastaría con cambiar el cerdo por una paella y a Karel Martinec por ese célebre actor español en el que ustedes están pensando. Más allá o más acá de esto, la película es honesta en su planteamiento y funciona como un reloj, incluso en ese despiporre de epílogo ultraconservador en el que todo acaba en su sitio, atado y bien atado, para tranquilidad de los espectadores.
Dirección y guion: Adam Martinec / Dirección de fotografía: David Hofmann / Música: Jonatán Pastirčák / Sonido: Miki Kocáb y Peter Hilčanský / Montaje: Matěj Sláma / Intérpretes: Karel Martinec, Miloslav Čížek, Pavlína Balner, Aleš Bilík, Albert Čuba, Karin Bilíková, Antonín Budínský, Kristina Kaniová, Jan Koloničný, Zdeněk Pecháček
Panopticon
Panoptikoni, George Sikharulidze, Georgia
Puntuación: ★★★★☆
Puntuación: ★★★★☆
Al igual que ocurrió en la edición del año pasado, la película que representa a Georgia es, sin duda, uno de los títulos más notables de la edición. Áspera, compleja y perfectamente trazada, Panopticon reflexiona sobre las relaciones entre religión, violencia y discursos extremistas en una sociedad completamente desencajada. La película arranca con un violentísimo plano fijo en el que el protagonista, un adolescente claramente acomplejado, comparte asiento en el autobús con una desconocida. El tiempo sostenido anuncia que algo no funciona bien: su respiración se altera, el cuerpo se desplaza apenas unos centímetros, la sensación de acoso es indemostrable pero palpable. A partir de ese momento, veremos cómo ese malestar sexual se va transfiriendo a una desgarradora historia familiar marcada por el abandono y, posteriormente, a una serie de decisiones políticas cada vez más erradas. El cuerpo se sitúa en el centro, como operador textual principal: un cuerpo que quiere mostrarse y compartirse, pero que ha sido atravesado por la culpa y la soledad por una visión ultraconservadora de la religión. Un cuerpo que no comprende los cuerpos ajenos y que por eso los desea o los desprecia, los busca o los golpea, los fantasea o los ataca. Hay un ruido de fondo con el que España podría sentirse francamente identificada, pero ante todo, una serie de decisiones visuales bien medidas y muy controladas que hacen que la película no naufrague ni siquiera en ciertos momentos en los que el guion arroja serios problemas de estructura. Panopticon funciona en lo atmosférico, pero también en lo discursivo, y calibra con precisión y buen gusto incluso los elementos más incómodos del relato.
Dirección y guion: George Sikharulidze / Dirección de fotografía: Oleg Mutu / Música: Chiara Costanza / Sonido: Paolo Segat / Montaje: Giorgia Villa / Dirección de arte: Ketevan Nadibaidze / Intérpretes: Data Chachua, Vakhtang Kedeladze, Ia Sukhitashvili, Malkhaz Abuladze
Tiny Ligths
Světýlka, Beata Parakanová, República Checa
Puntuación: ★★★☆☆
Puntuación: ★★★☆☆
Beata Parakanová propone una película pequeña y delicada, absolutamente consciente de los márgenes en los que se mueve y capaz de trazar poderosas líneas dramáticas a partir de la cuidada depuración narrativa y visual de los elementos. En cierto sentido, todo el aparataje ficcional en el que parece moverse la película —la inminente herida de una niña que observa cómo su familia se quiebra a lo largo de un par de días de verano— es una excusa para que la directora ensaye, con gran precisión, la manera en la que su cámara puede relacionarse con el cuerpo de una actriz (Mia Bankó, de tan solo seis años). La exploración de espacios, los movimientos y la composición de los encuadres giran absolutamente alrededor de la pequeña, aberrando fondos o cortando cuerpos de adultos cuando la situación lo requiere. Es una apuesta extrema: situar la focalización de la película, la relación íntima entre cámara y personaje, a partir de una empatía salvaje con la protagonista. También es, por supuesto, una enorme responsabilidad para Bankó, que literalmente lleva el peso de la película entera sobre sus hombros, escena tras escena. Sin embargo, las dos salen bien paradas de un auténtico salto sin red y conforman una complicidad cinematográfica fascinante y profunda. El hecho de que la película apenas sobrepase la hora de duración permite una construcción del ritmo tremendamente coherente entre tiempos muertos, errancias, anécdotas costumbristas y chispazos de tensión melodramática.
Dirección y guion: Beata Parkanová / Director de fotografía: Tomáš Juríček / Música: Michal Novinski / Diseño de sonido: Viktor Krivosudský, Kryštof Blabla / Montaje: Alois Fišárek / Intérpretes: Mia Bankó, Elizaveta Maximová, Marek Geišberg, Veronika Žilková, Martin Finger
Pierce
刺心切骨 (Ci xin qiè gu), Nelicia Low, Singapur
Puntuación: ★★☆☆☆
Puntuación: ★★☆☆☆
Puede que Nelicia Low haya buscado en su ópera prima una manera de hermanarse con las últimas décadas del cine taiwanés, hibridando su escritura con algunos rasgos temáticos bien reconocibles —la música de los años cincuenta del siglo pasado, la temática queer—, pero pagando el peaje de los que se plantea como un thriller familiar con trasfondo deportivo. El punto de partida hubiera podido resultar lejanamente interesante al mezclar la disciplina de la esgrima, la manipulación psicológica y un cierto coming of age marcado por la inseguridad y la culpa. Sin embargo, la película se va desplomando sistemáticamente en su tramo final hasta acabar en un desenlace tan precipitado como incomprensible. Como ocurre en demasiadas ocasiones, da la impresión de que en lugar de trazar con claridad los materiales de la historia, la directora ha decidido mezclarlo todo: descubrimiento sexual, orfandad, superación personal, tragedia, psicopatía, y cuantas otras cosas le quepan dentro de un guion que funciona a empujones. Cuenta, por supuesto, con un giro final de guion absolutamente incomprensible y un par de secuencias de relleno para que no quede claro el punto de vista enunciativo y así generar una duda —por lo demás, nada interesante— en el espectador. A nivel formal, la película tiene cierto interés en la composición de los planos generales —cuando Low juega con el gran angular consigue resultados indudablemente interesantes, así como en la resolución cromática de todo el clímax de la historia—, pero peca de un exceso de primeros planos frontales que se supone deben rubricar las «confesiones» y los «descubrimientos» de los protagonistas, pero que se agotan inevitablemente la tercera o cuarta vez que utiliza el mismo recurso.
Dirección y guion: Nelicia Low / Dirección de fotografía: Michal Dymek / Música: Piotr Kurek / Sonido: Tu Duu-Chih, Wu Shu-Yao / Montaje: Nelicia Low, Eric Mendelsohn / Dirección de arte: Marcus Cheng, Hsu Kuei-Ting / Intérpretes: Liu Hsiu-Fu, Tsao Yu-Ning, Ding Ning, Lin Tsu-Heng, Rosen
A Sudden Glimpse to Deeper Things
Mark Cousins, Reino Unido
Puntuación: ★★☆☆☆
Puntuación: ★★☆☆☆
A Mark Cousins le debemos —por suerte o por desgracia— la única Historia del Cine más o menos canónica de nuestra generación. También le debemos un buen puñado de documentales y videoensayos de calidad desigual, pero en los que indudablemente flota una preocupación activa y muy respetable por los procesos de significación de la imagen. Cuando Cousins se ajusta las gafas de analista textual o incluso de historiador y divulgador —por ejemplo, en la impecable La marcha sobre Roma (The March on Rome, 2022)— es sin duda un enorme pensador y una figura a la que merece la pena escuchar. Quizá por eso da tanta rabia un proyecto tan cojitranco y fallido como A Sudden Glimpse, que se plantea como un homenaje —que no un estudio— sobre la pintora abstracta Wilhelmina Barns-Graham y que acaba siendo una colección de recreaciones mal rodadas y, lo que es peor, de cuadros que surgen uno detrás de otro en un carrusel desencajado que recuerda a una mala presentación de Power Point. Sin duda, hay elementos externos que intentan salvar la pieza del desastre —la música de Linda Buckley y el diseño de sonido de Ali Murray son absolutamente magistrales—, pero el problema es que la narración está absolutamente varada y no hay manera humana de experimentar una conexión con Barns-Graham… ni con el propio Cousins, que por supuesto, se empeña en comparecer dentro de la pantalla aunque, como es obvio, no tenga gran cosa que aportar al debate. Huele a reciclado de materiales —meter cinco minutos «a capón» de una pieza anterior que había generado para una exposición sobre la pintora resulta extraño—, y por supuesto, incorpora reflexiones contemporáneas sobre la cuestión de género que fuerzan de manera incomprensible la línea de reflexión sobre la imagen (véase: «¿Desafió a la sociedad subiendo una montaña siendo mujer? ¿Era el tipo de mujer que su padre quería que fuese?»). Cousins está en ese momento delicado de su carrera en la que uno no sabe dónde termina el profesional y dónde comienza el personaje público que busca atención a toda costa. Ciertamente, su última pieza no parece apuntar en buena dirección.
Dirección y guión: Mark Cousins / Dirección de fotografía: Mark Cousins / Música: Linda Buckley / Sonido: Ali Murray / Montaje: Timo Langer / Producción: Adam Dawtrey, Mary Bell
Xoftex
Noaz Deshe, Alemania
Puntuación: ★★★★☆
Puntuación: ★★★★☆
Hay algo asombrosamente valiente en esta propuesta, una especie de apuesta absoluta por la atmósfera, por la sugerencia casi paranoide, por el enrarecimiento del metraje. Aunque el tema parezca exigir un tratamiento más propio del naturalismo o del realismo social tradicional —la película narra la vida de una serie de migrantes varados en un campo de refugiados—, desde las primeras escenas queda claro que la apuesta de Noaz Deshe irá por otro lado. Un uso asfixiante de los barracones, una suerte de maldición que obliga a dormir a muchos de los internos, la puntuación de densas secuencias oníricas que apuntan a recuerdos o territorios perdidos… Xoftex no es exactamente una película de terror, pero se despliega por territorios en los que lo cotidiano y lo demencial se encuentran tan cercanos que cualquier detalle (una leyenda, una disputa, una carcajada…) de pronto se gira sobre sí mismo y dispone una naturaleza mucho más insidiosa. Tomando como eje la relación entre dos hermanos, el director dispone las líneas narrativas con absoluta pericia: un falso rodaje amateur realizado entre carcajadas con teléfonos móviles, el sueño de un aprendizaje científico, el enfrentamiento con las autoridades locales, el misterio ante el posible destino del viaje… Todo se va hilvanando, si bien cada vez que la película parece ofrecer una visión optimista de la situación de pronto se hunde en un océano cada vez más y más oscuro. Lo más relevante ese trabajo de cámara, esa alfarería visual mimada en la que, más allá de los tópicos, el director parece siempre estar buscando un nuevo encuadre, una nueva aproximación a un problema, una nueva composición algo más desconcertante. Es, sin duda, una cinta sorprendente.
Director: Noaz Deshe / Guion: Noaz Deshe, Babak Jalali / Dirección de fotografía: Noaz Deshe / Música: Thomas Moked-Blum, Noaz Deshe / Sonido: Lars Ginzel, Oliver Achatz, Louise Hofmann / Montaje: Felipe Guerrero, Noaz Deshe / Dirección de arte: Marita Götz, Lea Walloschke / Intérpretes: Abdulrahman Diab, Osama Hafiry, Mohamad Al Rashi, Amal Omran, Jalal Albaroudi, Lujain Mustafa, Ramadan Hamoud, Yasin El Harouk, Hazem Saleh, Mohammad Dibo
Three Days of Fish
Drie dagen vis, Peter Hoogendoorn, Holanda
Puntuación: ★★★★☆
Puntuación: ★★★★☆
En un riguroso blanco y negro que parece remitir a la escuela indie norteamericana de hace una década, la segunda película de Hoogendoorn es una aproximación tierna y cuidada a las grietas que surgen de las relaciones paternofiliales. Desplegada con un sentido del humor discreto y bien medido, narra el encuentro anual entre un padre ya jubilado que se exilió a Portugal con su nueva esposa y un hijo más bien desastrado que va capeando el temporal de su propio síndrome de Peter Pan y su más que preocupante estado profesional y económico. Se abre una brecha entre dos generaciones incapaces de comunicarse, condenadas a defraudarse sistemáticamente escena tras escena, pero ante todo, conectadas por un rasgo más infalible aún que el ADN: el silencio. En efecto, ambas generaciones no saben ni pueden hablar, de tal modo que cada vez que la película les sitúa ante un cierto compromiso, rodean cabizbajos y taciturnos el agujero negro de su propia incomunicación. Uno por defecto —vivió entre talleres apoyándose en una camaradería masculina a la vieja usanza—y otro por exceso —su hipersensibilidad y su caos afectivo le han llevado a vivir una existencia totalmente precaria y disipada—, vagabundean por las lindes de la historia familiar intentando conectar de alguna manera. Objetivo imposible: la película avanza y lo único que les queda es la errancia, el vagabundeo, viajes imposibles al pasado (el cementerio, la casa de la infancia…) y un continuo fallar que impregna la película de una cierta melancolía inteligente. El final, por cierto, es de una coherencia y una potencia absolutamente a la altura de las grandes clausuras del cine clásico… mostrando, más bien, cuál es el destino que esperaba a muchos de sus personajes. No desvelaré nada más.
Dirección y guion: Peter Hoogendoorn / Dirección de fotografía: Gregg Telussa / Música: Christiaan Verbeek / Sonido: Diego van Uden / Montaje: Annelotte Medema / Intérpretes: Ton Kas, Guido Pollemans, Neidi Dos Santos Livramento, Addison Dos Reis, Line Pilet
Banzo
Margarida Cardoso, Portugal
Puntuación: ★★☆☆☆
Puntuación: ★★☆☆☆
El cine de Portugal ha tenido una sensibilidad más que interesante para tratar su herida colonial, valiéndose de todo tipo de estrategias y de aproximaciones. Muchas de ellas han sido extraordinarias a nivel formal: desde los quiebros de Costa hasta esa magnífica pesadilla infravalorada que fue Mosquito (Joao Nuno Pinto, 2020). Al contrario que España —donde las películas sobre el tema han tendido en muchas ocasiones a una paradójica naturaleza celebrativa—, nuestro país vecino ha utilizado las herramientas cinematográficas para pensar su pasado con tremenda precisión y riqueza. Lo que, llegado el caso, hace que Banzo salga perdiendo casi en cualquier comparación y genere una cierta sensación de malestar. En muchos sentidos, el problema que arrastra es su petulante clasicismo, la sensación de que la película se muestra tan convencional y conocida que hubiera podido ser rodada en Hollywood… y no lo digo precisamente como un halago. En efecto, la postura del buen doctor (blanco y portugués) que nos invita a acompañar su particular viaje salvífico por los campos de trabajadores de Buena Esperanza —con su descubrimiento de una trama de esclavitud encubierta y el tratamiento de una misteriosa enfermedad de naturaleza nostálgica—se derrumba en lo formal y se desdice en lo temático. Abundan los personajes maniqueos, los silencios ominosos y las miradas intensas a través de ventanas. Hay una subtrama de maltrato animal con resonancias metafóricas más bien obvias. La dirección de arte es cumplida pero no llega a brillar, salvo quizá en algunos planos generales de espacios clínicos en los que se aprecia un cierto hálito. El resto de la película, lamentablemente, transcurre a lo largo de un metraje hinchado hasta la saciedad que concluye cumpliendo las expectativas del espectador y que no permite entablar ningún diálogo crítico con la película.
Dirección y guion: Margarida Cardoso / Dirección de fotografía: Leandro Ferrão / Sonido: Jaap W. Sijben / Montaje: Pedro Filipe Marques / Producción: Filipa Reis / Intérpretes: Carloto Cotta, Hoji Fortuna, João Pedro Bénard, Gonçalo Waddington, Sara Carinhas, Ruben Simões, Maria Do Céu Ribeiro, Matamba Joaquim, Romeu Runa, Cirila Bossuet
Rude to Love
愛に乱暴 (Ai ni ranbou), Yukihiro Morigaki, Japón
Puntuación: ★★★☆☆
Puntuación: ★★★☆☆
Encerrada en una pequeña casa, atravesada por unas costumbres que se le escapan entre los dedos y sometida al hieratismo de un marido perpetuamente ausente, la protagonista de Rude to Love comienza a resbalar hacia su propio pasado. La película es clara y rigurosa desde el primer minuto: está con ella, a su lado, le cede completamente la gestión del punto de vista y empatiza incluso con aquellos aspectos de su historia que son directamente demenciales. Es una cámara/personaje, o una cámara/actriz que va siguiendo su periplo entre los objetos (una pastilla de jabón, una bolsa de comida, una sandía, una sierra mecánica) y que va siendo mecida por una deliciosa música de Kenichi Hirai. Puede que la película sea un poco cojitranca a nivel formal (los planos suelen ser más bien funcionales, descriptivos, si bien el movimiento de cámara suele quedar integrado y es pintón), pero tiene por los menos tres o cuatro momentos tras los que se aprecia una cierta pericia en la dirección. En uno de los planos, por ejemplo, se produce una rotación sobre un agujero en el salón de la casa que resulta realmente sobrecogedor. Una luz bien temperada baña la estancia, son las últimas horas de la tarde y el melodrama consigue encajar todas sus capas: la formal, la temática, la íntima. Se le nota la humildad a la película (lo digo como un halago), y así el metraje transita y nos transita con gusto y buen pulso hacia un desenlace sorprendentemente bien escrito. La estructura de la película está trazada con escuadra y cartabón, pero lo hace con inteligencia: nada parece especialmente forzado y la gestión de la información se va desplegando progresivamente y con buen tino. Es, digámoslo claramente, una obra sensata de artesanía fílmica.
Dirección: Yukihiro Morigaki / Guion: Yukihiro Morigaki, Sahoko Yamazaki, Ayako / Dirección de fotografía: Toyotaro Shigemori / Música: Taro Iwashiro / Sonido: Masayuki Inomata / Montaje: Kenichi Hirai / Dirección de arte: Keiko Matsunaga / Producción: Rampei Yokoyama, Takuma Yoshida / Intérpretes: Noriko Eguchi, Kotaro Koizumi, Jun Fubuki, Fumika Baba