En los orígenes del cine el cortometraje era una cuestión de espacio. Los chasis de las cámaras solo podían albergar unos metros de cinta y así grabar apenas unos segundos de película. Al principio todo el cine que se rodaba era corto. En España los cambios sociales y políticos han ido moldeando el formato, reubicando el cortometraje dentro del engranaje audiovisual de la industria. Durante los años de la dictadura franquista el NO-DO era una manifestación más del cortometraje. En España el cortometraje de ficción aflora a partir de los años 70 como “exóticas manifestaciones de una burguesía ilustrada o de jóvenes intelectuales con inquietudes sociales o estéticas, y que por razones obvias, nacerá sin pretensión alguna de alcanzar espacios de difusión más allá de los reducidos cenáculos cinéfilos de los cine-clubes” (Barroso, Jaime [1]).
En 1976 el NO DO desaparece por decreto de las salas de cine. Sin embargo seguía siendo obligatorio exhibir cortometrajes antes de las películas. “Las salas compraban los cortos al peso según la duración que necesitasen para rellenar la programación. De esta manera se sustituía la proyección del NO-DO por la de cortometrajes realizados exclusivamente con el fin de lograr una subvención estatal, cuyas concesiones se daban a todos los cortometrajes que solicitasen financiación, sin tener en cuenta la calidad, la duración o los costes. Esto produjo en los cortometrajes una drástica bajada en su calidad convirtiéndose la mayoría de las veces en decididamente mala” (Amitrano, Alessandra [2]).
En lo sucesivo el corto solía utilizarse por muchos directores como trampolín para la futura realización de largometrajes. Es consabida la ristra de autores famosos que dieron sus primeros pasos en el cortometraje. Una vez su presencia en salas desaparece, en detrimento o favor de los trailers o los anuncios publicitarios, el cortometraje debe esclarecer horizontes de visibilización más eclécticos y divulgativos, usando primero medios como la televisión pública, o la antigua Canal + y en la actualidad, internet, YouTube, las infinitas plataformas online: Filmin, Movistar, etc.…, y los festivales de cine.
Ahora mismo, en la actualidad, el cortometraje se expande, siendo algo más que un trasunto para elaborar producciones más costosas, sino más bien un genero per se, en el que experimentar y hacer cine. Tanto la producción independiente, como el padrinazgo de distribuidoras especializadas en el formato, sirven de mixtura en el que sondear un mercado cada día más abierto, creativo e imponente. Es labor del equipo del Festival Ibérico Cinema Cortometrajes (30 FIC), hallar ese difícil equilibrio entre los gustos populares y los valores técnicos y artísticos de cada trabajo. Una tarea que, esta vez sí, rebasa con creces la barrera psicológica de los 1.000 cortometrajes presentados. Una selección final que, sin desmerecer a la excelente producción de anteriores ediciones, pone en solfa el efervescente interés de hacer cortometraje con un alto nivel de calidad cinematográfica.
Jose María Flores
Pesudo (Miquel Diaz Pont, 2023), es un joven con una extraña deformidad facial. La cinta de Díaz Pont se halla en el universo de la ciencia ficción con curiosas aproximaciones al realismo social. El debate acerca de las inteligencias artificiales y el aislamiento que sufren ciertos individuos es el eje motor de un cortometraje ambicioso, con texturas espesas, oscuras, estética minimal, y tono asfixiante, apocalíptico. Recuerda a largometrajes recientes como Ex Machine, así como el concept visual de la fotografía de Janusz Kaminski para las películas de Spielberg. El director de fotografía, Pepe Gay de Liébana (que ha trabajado en muchos de los videoclips de Nathy Peluso y C. Tangana), realza esos negros y marrones vaporosos en un universo retro fantástico. El tema del bullying también flota en esta habilidosa pieza de género.
Marina, extraordinaria Cristina García, es una de esas madres incapaces de sobrellevar el terrible comportamientos de unos hijos egoístas, con graves déficits de atención. Troleig (Luis Eduardo Pérez Cuevas, 2024) —imagen de cabecera—, articula un afilado estudio sobre la precariedad laboral y la sociedad esclava. El troleo mismo del titulo alcanza la ambigüedad precisa para hacernos cómplices de una risa congelada, y terrible. El cortometraje ha sido galardonado con la Biznaga de Plata Premio del Público en la sección cortos de ficción del ultimo Festival de Cine de Málaga. Pérez Cuevas, junto a Pilar Paredes, escribe una obra reflexiva en torno a la crueldad infantil y sus imprevisibles consecuencias.
El cortometraje portugués de la noche lleva el título de Rinha (Rita M. Pestana, 2023), coproducción con Brasil rodado en la localidad de Belo Horizonte. Cássia (Sinara Teles), vive con su padre alcohólico y sus gallos de pelea. La depresiva vida de la protagonista se manifiesta en el tejido de la puesta en escena, filmando partes del cuerpo fragmentado de Cássia y acercándose mucho con la cámara en planos muy cerrados y rotos. La noche es el paisaje recurrente de esta excelente radiografía de la juventud, con la carga y el dolor a cuestas, en esa herencia envenenada de la que no es fácil despegarse. El trasfondo o metáfora de los gallos de pelea rima con aquellos gallos de Monte Hellman en un marco valiente de perdedores y la ciudad espejo de esas cadenas impuestas. Adolece de un grandísimo trabajo de guion y montaje, todo obra de M. Pestana, colaboradora habitual en el cine de Marcelo Gomes.
Manuel Castillo Huber
Es tradición en el festival terminar las sesiones oficiales con un corto de comedia. En este caso Pathos (Andrea Noceda, 2023), utiliza a los actores como parte básica y fundamental del artefacto, dejando todo lo demás en un segundo plano desenfocado. Un excelso duelo interpretativo entre Luis Bermejo y Fernando Soto como dos compañeros de profesión en clara crisis de madurez. Los dos periodistas se disparan balas de fogueo mientras el relato indaga en las ruinas de la masculinidad. La cámara se cierra a los primeros planos de los actores, haciendo suya la parábola de menos es más. El humor apela al mensaje amargo entre risas, y el lenguaje se retuerce a merced de su comprimido metraje.
[1] Barroso J. (1996). Cortometraje en televisión. En Medina, P., González, L. M., y Velázquez, J. M. (Eds). Historia del cortometraje español. Madrid: Festival de Cine de Alcalá de Henares.
[2] Amitrano, A. (1998). El cortometraje en España: una larga historia de ficciones breves. Generalitat Valenciana.