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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | L'île (Damien Manivel, 2023)

    || Críticas | ★★★★☆
    L'île
    Damien Manivel
    La última noche


    Miguel Martín Maestro
    Valladolid |

    ficha técnica:
    Francia, 2023. Título original: L'île. Dirección, montaje, música: Damien Manivel. Actores: Rosa Berder, Damoh Ikheteah, Olga Milshtein, Ninon Botz, Youn Berder, Jules Danger, Celeste Duménil. Guion: Damien Manivel et Julien Dieudonné. Ayudantes de dirección: Romain Pérignon et Atsushi Hirai. Fotografía: Mathieu Gaudet. Sonido: Jérôme Petit. Produccion : MLD FILMS - Martin Bertier et Damien Manivel. Duración: 73 minutos.

    Pocos directores del presente manejan a sus actores con tanto respeto y sensibilidad como se percibe en el cine de Manivel. En España el director se dio a conocer con Le Parc gracias Filmin, y pese a todas sus virtudes su cine permanece invisible, y a lo que se ve ni su calidad es suficiente para seguir filmando. La película no es la que debería ser, la película es lo que ha podido ser y no por ello ha perdido interés. Lo que Manivel ha terminado montando es una parte del proyecto, una filmación abandonada sobre la marcha por falta de medios para financiarla. Así que nos encontramos ante una película diferente a la imaginada, a la planificada, a la querida y, sin embargo, ante un producto tan íntimo, tan cercano, tan palpable que, parece mentira, sea fruto del azar o de la necesidad hecha virtud, y que consiga transmitir tanta verdad y tanto sentimiento con tan poco, o a lo mejor resulta que estamos tan acostumbrados al exceso y al atragantamiento visual que cualquier pieza serena, enfocada en los rostros y en los cuerpos, tendamos a minusvalorarla porque vemos secarse la pintura sobre el lienzo.

    Como dice su promoción L’île es la historia de una película que no se ha podido filmar, y sin embargo ahí está. Qué le falte o qué este ausente aparecerá en el guion o permanece en el silencio de la mente de su creador y, sin embargo, la tesis, desarrollo y conclusión del filme es completa. Un grupo de siete jóvenes se reúnen en su isla particular, un arenal solitario al pie de unas rocas en Bretaña, es la última noche del verano que van a pasar juntos, al día siguiente una de ellas, Rosa, da el paso hacia la edad madura para continuar sus estudios de danza en Canadá. Es una despedida, es un punto y seguido y para algunos un punto y aparte porque saben, y así se lo dicen interiormente, que las llamadas y mensajes irán postergándose, haciéndose efímeros, desapareciendo, hasta que los nombres de Damoh, Olga, Ninon, Youn, Jules, Celeste y Rosa se confundan en la memoria del pasado hasta olvidarse. El miedo, la incertidumbre, la melancolía, lo desconocido rodean esa última jornada de julio en Bretaña, los sentimientos van haciéndose más sombríos cuanto más avanza el día y empieza a escasear la luz natural, todo ello acompañado también por la música creada por el director y que aporta un tono inquietante a no pocos momentos de la obra.

    A falta del desarrollo que su truncado rodaje supone, Manivel estructura su película en ensayo, repetición y filmación. Ante una hipotética falta de material filmado el director idea cómo dejar constancia del esfuerzo y el sacrificio. Hay directores o colectivos que deciden enviar sus obras malditas o inacabadas al "salón de los olvidados" como dicen mis queridos Pampero, pero aquí se realiza un acto de resistencia por el que la historia mínima se analiza desde el ensayo en una sala, la prueba en el lugar de rodaje y la filmación en sí misma. Esa repetición no agota ni nos agota, es un juego visual en el que apreciamos la mejora de la composición, del movimiento, del gesto, de la palabra, cómo el director mima a su joven grupo de actores para que se comporten ante la cámara como lo harían en su vida diaria, porque cuando asistimos a las imágenes filmadas como película, no como ensayo, la fina línea divisoria entre realidad y ficción parece desaparecer por completo.

    Esto es algo habitual en su cine, siguiendo a la pareja de jóvenes de Le Parc perfectamente estaríamos viendo algo que ocurre ante nuestros ojos en cualquier lugar; las derivas de Takara en La nuit oú j’ai nagé en nada se diferencian de la tozudez y cabezonería infantil diaria; los pasos de las distintas edades de las bailarinas de Les fils d’Isadora nos trasladan al espacio real del teatro o a la soledad de su retiro como si nos encontráramos presentes; y así en todo su cine, previo y posterior a las comentadas desde aquella pieza de cámara que era Un jeune poète, con especial atracción hacia la juventud, puede que por empezar él mismo muy joven y sentirse más cómodo en ese segmento de edad, y al que mientras va madurando sigue observando con interés. La película, que jugaría a ser una especie de "making off" es capaz de separarse de ese corsé de preparación, indicaciones, instrucciones, para respirar plenamente cuando la acción se desprende de ligaduras y da paso a lo que parece la realidad de ese último día juntos, con sus juegos, sus flirteos, sus caricias, sus insultos, sus rencillas, sus peleas, y por ahí en medio, aparece, a veces, Manivel, susurrando algo para mejorar la escena, o una percha de sonido, o vemos a Atushi Arai, director japonés que mantiene una relación de ida y vuelta creativa con el propio Manivel y de quien esperamos el largometraje que confirme sus excelentes cortos, apariciones tan integradas con la imagen que parecen formar parte del propio grupo de jóvenes, unos invitados más sólo para dejar constancia visual de una cita definitiva y memorable, probablemente la última. ♦


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