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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Los vigilantes

    || Críticas | ★★★☆☆
    Los vigilantes
    Ishana Shyamalan
    A través del espejo


    José Martín León
    Telde (Las Palmas) |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2024. Título original: The Watchers. Dirección: Ishana Shyamalan. Guion: Ishana Shyamalan (Novela: A.M. Shine). Producción: Nimitt Mankad, Ashwin Rajan, M. Night Shyamalan. Productoras: Warner Bros, Blinding Edge Pictures, Inimitable Pictures, New Line Cinema. Distribuidora: Warner Bros. Fotografía: Eli Arenson, Job ter Burg. Música: Abel Korzeniowski. Montaje: Job ter Burg. Reparto: Dakota Fanning, Georgina Campbell, Olwen Fouéré, Oliver Finnegan, Alistair Brammer, John Lynch.

    Las comparaciones siempre son odiosas. Ser hija de uno de los realizadores que más personalidad ha aportado al género fantástico de las últimas dos décadas será una losa que pesará sobre Ishana Shyamalan a la hora de juzgar su ópera prima, esta Los vigilantes que, además, posee muchas de las constantes presentes dentro de la obra de M. Night Shyamalan. Para su puesta de largo cinematográfica –su experiencia previa se reducía a unos cuantos videoclips y a algunos capítulos de la serie producida por su padre, Servant–, la directora novel toma una novela homónima de A.M. Shine que bebe del generoso folklore irlandés, sobre seres mitológicos y hadas que habitarían sus frondosos bosques, desde tiempos ancestrales para ofrecer una enigmática historia de terror que, curiosamente, guarda no pocos paralelismos con una de las películas más famosas de su progenitor, El bosque (2004). Recordemos que en aquel relato protagonizado por una invidente Bryce Dallas Howard, una comunidad de aldeanos de un valle de Filadelfia, aparentemente, del siglo XIX, vivía en una constante alerta por la amenaza de unas criaturas que les impedía sobrepasar los límites de su bosque, a riesgo de ser aniquilados por ellos. Pues bien, en Los vigilantes también hay un bosque y un grupo de personas atrapadas en él, acechados por los misteriosos seres que dan título a la cinta y que reciben ese nombre por su capacidad de observar a sus presas a través de las ventanas del refugio en el que se esconden cada noche, ya que durante la oscuridad es cuando los monstruos abandonan sus madrigueras. Estas ventanas impiden, no obstante, que estas personas vean a los vigilantes, ya que las vistas son unidireccionales. Ellos solo pueden verse a sí mismos en un espejo. Este es el desconcertante punto de partida de una historia que, en la mejor tradición de Shyamalan padre, va desvelando sus cartas, en forma de giros sorpresa (aunque, en honor a la verdad, estos no se sienten tan forzados como algunos de los regalados por M. Night, ni tampoco se abusa demasiado de ellos).

    La cinta sigue los pasos de una joven estadounidense (nacionalidad cambiada del libro por la directora y guionista), Mina, que trabaja en una tienda de mascotas de la isla Esmeralda, y que recibe el encargo de llevar una cotorra dorada a un comprador del campo de Connemara, en la costa oeste de Irlanda, como si del personaje de Tippi Hedren en la inmortal Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963) se tratara. Al igual que ella, se aventura a un viaje hacia lo desconocido que la llevará a terminar aislada en el interior de una casa, acechada por los vigilantes en lugar de las aves de la cinta del maestro del suspense. Y es que, una vez se ha adentrado en los bosques, su automóvil se avería súbitamente, al mismo tiempo que sus dispositivos móviles y electrónicos dejan de funcionar. Sola y perdida, pronto descubre que hay más personas en su misma situación: la anciana Madeline, que lleva años atrapada en el lugar, el joven Daniel y Ciara, una mujer que ha quedado viuda después de que su marido tratase de escapar, sin éxito, del bosque. Todos ellos deben seguir una serie de reglas para continuar con vida, que pasan por no salir de un búnker, denominado “El gallinero”, durante las noches, cuando son observados desde fuera por las criaturas y no acercarse, en ningún momento, a las madrigueras donde estas se ocultan de la luz del sol durante el día. Conviene no contar mucho más de la trama, ya que gran parte del atractivo de la película es ir descubriendo el origen de los llamados vigilantes. Las mitologías fantásticas siempre ejercen un gran poder de fascinación en el público –incluso M. Night Shyamalan construyó la suya propia en la incomprendida, pero nada desdeñable, La joven del agua (2005)–, y, en Los vigilantes, su directora acierta al crear una conseguida sensación de inquietud y miedo a lo desconocido durante buena parte de su metraje. El filme empieza francamente bien, con un potente prólogo en el que asistimos al intento de huida de un hombre de esos bosques y cómo una amenaza que no llegamos a ver termina impidiéndoselo violentamente.

    También queda bien dibujado, aunque a grandes rasgos, la psique del personaje principal, ese al que acompañaremos en su pesadilla, la Mina tan notablemente interpretada por Dakota Fanning. Estamos ante una mujer atormentada por su pasado, que no se ha podido perdonar un incidente que destrozó a su familia y del que aún se siente culpable. La película de Shyamalan parece querer jugar siempre la baza del cuento de terror, subvirtiendo las tradicionales leyendas de hadas y duendes del bosque, para ofrecer algo mucho más oscuro. Mina es, en este caso, una especie de Alicia en el País de las Maravillas, ya que, al igual que en el popular cuento, una chica incomprendida termina perdiéndose en un bosque que encierra numerosas referencias a la obra de Lewis Carroll, desde madrigueras por las que no conviene descender a espejos que simbolizan el otro lado. Se agradece que, al menos durante la mayor parte del trayecto, el terror permanezca latente, sintiéndose la amenaza constantemente, sin necesidad de mostrarla explícitamente, otorgando un carácter ciertamente elegante a la propuesta. En su contra, el guion de Shyamalan peca de tratar de explicarlo todo con demasiado detalle –ya sea a través de fotos o, incluso, videos encontrados, o de las historias que sobre el lugar y los propios vigilantes se encarga de contar el misterioso personaje de Olwen Fouéré, actriz de fuerte presencia que, en su papel de Madeline, perfecta antagonista de Mina en su obsesión por seguir las normas de sus captores–, como si toda supreocupación fuese la de no dejar ningún cabo suelto o pregunta sin responder, en lugar de dejar que sea el espectador quien cree sus propias interpretaciones, lo que, muchas veces, se convierte en un juego más divertido. También puede decepcionar (por aquello de las comparaciones que ya mencioné) un final no tan sorprendente como los que nos tiene acostumbrados el director de El sexto sentido (1999) y que, desde aquella, parecen haberse convertido en su marca de la casa. Pero, por lo general, Ishana Shyamalan aprueba con una ópera prima que, visualmente, sabe beneficiarse de la excelente labor en la fotografía de Eli Arenson y Job ter Burg, que capta la enorme belleza verde del bosque protagonista en las escenas exteriores, al tiempo que regalan algunas imágenes fascinantes frente al espejo. Más inquietante que verdaderamente aterradora, Los vigilantes presenta aún algunas debilidades que su directora, con toda seguridad, será capaz de pulir en trabajos venideros, ya que, al mismo tiempo, deja entrever a una creadora preocupada por sus personajes y por la creación de atmósferas pesadillescas. ♦


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