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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Descansa en paz

    || Críticas | ★★★★☆
    Descansa en paz
    Thea Hvistendahl
    Gritos y susurros


    Emilio M. Luna
    Madrid |

    ficha técnica:
    Noruega, Suecia, 2024. Título original: «Håndtering av udøde». Dirección: Thea Hvistendahl. Guion: Thea Hvistendahl, John Ajvide Lindqvist, basado en la novela homónima de John Ajvide Lindqvist. Compañías: Einar Film, Zentropa International Sweden, Filmiki Etairia. Distribución en España: Avalon. Presentación oficial: Festival de Sundance. Fotografía: Pål Ulvik Rokseth. Música: Peter Raeburn. Reparto: Renate Reinsve, Anders Danielsen Lie, Bahar Pars, Bjørn Sundquist. Duración: 97 minutos.

    Los protagonistas del universo prosístico de John Ajvide Lindqvist habitan los intersticios de la contemporaneidad; deambulan por las sombras víctimas de su propia condición. La humanidad, como cuestión corruptible que se precie, es solo una linde que atravesar cuando las pulsiones de su naturaleza lo exigen. Son proscritos que abrazan su malditismo incluso cuando su universo se tambalea; son hijos tallados por la mitología y el folclore que sobreviven en un presente absorto, incapaz de mirar más allá, y en cuyos recovecos se esconden. Le ocurría a la vampira Eli –Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2004)—, que se ocultaba de la luz del día en sus interminables viajes en el interior de un baúl; y a ojos de la noche era una (eterna) joven cualquiera que paseaba por los parques de Estocolmo. Le ocurría a la troll Tina –El límite (2018)—, camuflada entre los hombres como una trabajadora de seguridad aeroportuaria en período diurno, que luego vivía lejos de cualquier rastro humano en la cotidianidad de un camping. Ajvide Lindqvist, de esta manera, exploraba en sus dos novelas más conocidas, desde el fantástico, reinventando los mitos, el choque entre la esencia y ese realismo contemporáneo devenido urbanismo; en el que criaturas del acervo nórdico conviven con hombres y mujeres de un tiempo deshumanizado.

    La prosa del escritor sueco halló nuevos caminos con su traslación al formato cinematográfico. Primero con la adaptación de Déjame entrar –firmada por Tomas Alfredson (Låt den rätte komma in, 2008) y que tuvo un interesante remake estadounidense a cargo de Matt Reeves (Let me in, 2010)—; segundo con la de El límite, que se tituló internacionalmente Border (2018), y fue dirigida por Ali Abbasi. En ambos filmes, el novelista holmiense no solo aportó la base narrativa, sino que también formó parte del proceso de creación del libreto –en el caso de Border, en coescritura junto a Ali Abbasi e Isabella Eklöf. Una participación que se repite en el cuarto largometraje que adapta su obra, Descansa en paz (Håndtering av udøde, 2024), que traspasa el texto de su segunda novela homónima (2005) a la gran pantalla. De nuevo, Ajvide Lindqvist coescribe el guion, esta vez junto a Thea Hvistendahl, realizadora que destacó en el campo del cortometraje con Children of Satan (Satans Barn, 2019) y que debuta en el formato largo con un trabajo que tuvo su premiere mundial en la competición internacional del Festival de Sundance. Remarcar, en este punto, que la escritura en esta ópera prima lo es todo, por delante de un andamiaje visual que se adscribe a otras cintas nórdicas recientes del género como Shelley (Ali Abbasi, 2016), Thelma (Joachim Trier, 2017) y The Innocents (De uskyldige, Eskil Vogt, 2021). Propuestas marcadas por una atmósfera crepuscular devenida marca registrada para esta tipología de filmes facturados en Escandinavia. Una suerte de fantasía low-key bañada por una imagen contrastada de tonos azulados que subraya el halo melancólico que las envuelve.

    Una estética sobre la que se despliega este tríptico de relatos que subvierte la concepción de las zombi movies y que, pese a la distancia con la que se describen los personajes, porta una emotividad que explotará junto a la aparición del principal tropo genérico en la parte final del metraje. Si en Déjame entrar y Border, las mentadas criaturas debían salir de su zona de confort para interactuar con el ser humano, en Descansa en paz serán los humanos los obligados a readaptar su realidad cuando en una calurosa tarde de verano en Oslo –que sustituye a la capital sueca de la novela original– sus seres queridos recién fallecidos vuelvan a la vida. Lo harán de la forma más simple posible: solo una crepitante respiración indicará ese retorno de unos cuerpos, de unos rostros, devorados por la putrefacción; no habrá más rastro de humanidad en ellos. De esta manera, los familiares pasarán de la estupefacción a la emoción, de la emoción a la frustración –he ahí su título original, gestionando la no-muerte. Un proceso que vivirán tres familias rotas: la de Anna (Renate Reinsve), una joven madre que trabaja en una empresa de catering y que vive con su padre tras la pérdida de su primogénito; la de David (Anders Danielsen Lie), un monologuista padre de dos hijos cuya esposa (Bahar Pers) ha fallecido esa misma mañana en un accidente de tráfico; y la de Elisabet, una mujer en sus setenta que no ha superado la muerte de su hermana. Las tres familias recuperarán los cadáveres con un hilo de vida de aquellos que abandonaron nuestro mundo; las tres harán todo lo posible por rescatarlos de un estado que irá evolucionando, como todas las criaturas del universo de Ajvide Lindqvist, hasta abrazar, como señalábamos, su propia naturaleza. Así, el dúo Hvistendahl-Lindqvist ahonda en el sentimiento de pérdida, maternal, fraternal y conyugal, con una inusitada sensibilidad; siendo el primer relato, el que involucra a Anna y a su hijo, el que cuenta con un desarrollo más complejo y el que porta una carga emocional más notoria, que desembocará en un subyugante final, acompañado por el tema principal de la notable partitura de Peter Raeburn. Un final en el que emerge la clásica narrativa, equilibrando liberación con emoción, del escritor de Déjame entrar, erigido por méritos propios en estandarte del fantástico europeo del siglo XXI. De esta forma, Descansa en paz trasciende cualquier postulado genérico en un perfecto balance de forma y fondo dentro de su bajo perfil, convirtiendo en imagen un deseo que va más allá del anhelo de la inmortalidad: estar un minuto más con los seres que amamos y que una vez perdimos. ♦


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