|| Críticas | Cannes 2024 | ★★★★☆
The Damned
Roberto Minervini
El vacío de la guerra
Paula Arantzazu Ruiz
ficha técnica:
Estados Unidos, Italia, Bélgica, 2024. Título original: The Damned. Dirección: Roberto Minervini. Guion: Roberto Minervini. Fotografía. Carlos Alfonso Corral. Música: Carlos Alfonso Corral. Compañías: Okta Film, Pupa Film, Michigan Films, RAI Cinema, Ministero della Cultura. Reparto: Jeremiah Knupp, Cuyler Ballenger, René W. Solomon, Noah Carlson, Timothy Carlson, Judah Carlson, Bill Gehring. Duración: 89 minutos.
Estados Unidos, Italia, Bélgica, 2024. Título original: The Damned. Dirección: Roberto Minervini. Guion: Roberto Minervini. Fotografía. Carlos Alfonso Corral. Música: Carlos Alfonso Corral. Compañías: Okta Film, Pupa Film, Michigan Films, RAI Cinema, Ministero della Cultura. Reparto: Jeremiah Knupp, Cuyler Ballenger, René W. Solomon, Noah Carlson, Timothy Carlson, Judah Carlson, Bill Gehring. Duración: 89 minutos.
¿Qué es la guerra sino un acto de supervivencia? Fue el prusiano Carl von Clausewitz quien advirtió del carácter de instrumento político de la guerra, obviando, por otra parte, la brutalidad inherente a toda batalla; y pese a que Minervini no pretenda, ni mucho menos, realizar un tratado a la contra de ese pensador decimonónico, la referencia es pertinente en tanto que The Damned se sitúa más o menos en la línea cronológica de esa figura histórica, en un momento en que el militarismo se convertía en «la obligación del empleo universal de la violencia como medio para los fines del Estado», en palabras de Walter Benjamin. Así, The Damned nos lleva al año 1862, cuando Estados Unidos se encuentra en plena Guerra Civil, para seguir las desventuras de un grupo de hombres del ejército de la Unión condenados a un destino fatal en los paisajes fronterizos de algún lugar de Montana, como nos adelanta, sin piedad, el título de la película.
Aunque estemos frente a la primera ficción de Minervini, The Damned no se aleja de los postulados de sus retratos documentales previos, tanto en contenido como en ciertas decisiones de puesta en escena. Como en Stop the Pounding Heart (2013), The Other Side (2015) o What You Gonna Do When the World's on Fire? (2018), este western que abraza la lentitud y los atípicos paisajes nevados también se recrea en examinar a un grupo social, en este caso una decena de hombres de diversas edades, procedencias y clases, todos ellos soldados con la misión de proteger unos ideales y un territorio. De nuevo interpretados por actores no profesionales, algunos de ellos rostros que ya han aparecido en obras anteriores del cineasta, el propósito de Minervini al observar las rutinas y gestos de ese grupo humano aspira a mostrar la monotonía de la guerra y, con ello, desarticular el discurso del heroísmo que lleva implícito.
El primer tramo del filme es, así pues, parco en palabras y todavía más parco en acción. Apoyado en el formato 2:1, el primer plano del que se sirve Minervini para escudriñar a sus personajes adquiere un singular alcance emocional, tanto por la intimidad como por la tensión que provoca. Es cierto que por momentos la fotografía de Carlos Alfonso Corral, sustituyendo al español Diego Rodríguez, bordea el estilo de Emmanuel Lubezki, aunque tampoco podemos obviar lo eficaz que resulta ese tipo de planificación a la hora de generar una cierta sensación de amenaza, especialmente en las tomas que, desde atrás, captan los movimientos de avance de los soldados.
Por supuesto, los tártaros largamente esperados hacen acto de presencia. Cuando la película ya roza el sopor tras no pocas conversaciones encadenadas sobre Dios, rocas de cuarzo que podrían contener oro, la familia, la añoranza del hogar o la esclavitud como el motivo político de la guerra, una secuencia de tiros que salen de la nada rompe de manera espectacular el ritmo slow con el que cabalgaba la película hasta entonces. Filmada desde detrás de cada uno de los personajes, en la dilatada secuencia del ataque el espectador jamás llega a captar al enemigo, parapetado tras la frondosidad de la naturaleza, invisible y fantasmagórico por momentos.
Cuando tras el ataque fantasma la unidad se vea obligada a separarse de cara a lograr sobrevivir mientras esperan ser alcanzados por unos supuestos refuerzos que están en camino, la empresa bélica comenzará a desquebrajarse y la película se dejará arrastrar por la angustia que pesa sobre los protagonistas. Hay otros dos punteos narrativos que mantienen a The Damned anclada en los códigos del western –una nueva aparición del enemigo emergiendo desde el horizonte como siluetas, en una imagen misteriosa y al mismo tiempo icónica–, pero, una vez separado el grupo de soldados, también se desvanece el objetivo de su misión.
Contenida y observacional, al reducir los códigos del western a su mínima expresión –el paisaje, la vestimenta, el enfrentamiento y algunas otras formas básicas–, Minervini incide en la elasticidad de un género presto a ser modulado desde todo tipo de miradas, como se ha podido comprobar en sus últimas declinaciones fílmicas. De hecho, The Damned podría irritar a los puristas del género –de hecho, ya ha despertado alguna opinión en contra por la escasa presencia de la cuestión del esclavismo y por la ambigüedad con la que se manifiestan los personajes sobre su papel en esa empresa moral–, y quizá puedan tener razón. Minervini, no obstante, está moldeando otro tipo de western, uno que lleva el existencialismo de Dino Buzzati en las cartucheras. Y no es una influencia menor. ♦