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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Justicia para Sohee

    || Críticas | ★★★☆☆
    Justicia para Sohee
    July Jung
    Quebrar la pared


    Ignacio Navarro Mejía
    Madrid |

    ficha técnica:
    Corea del Sur, 2022. Presentación: Festival de Cannes 2022. Título original: Da-eum So-hee. Dirección: July Jung. Guion: July Jung. Producción: Twin Plus Partners / Crank-up Film. Fotografía: Il-Yeon Kim. Montaje: Young-Im Lee. Música: Young-gyu Jang. Reparto: Kim Si-Eun, Bae Doona, Choi Hee-jin, Kim Woo-kyum, Soon Yo-sep, Kim Yong-Joon. Duración: 134 minutos.

    Uno de los trabajos más deshumanizados por el frenesí capitalista es el de atención al cliente, valga la paradoja como su propio nombre indica. Sobre todo, cuando el contacto se efectúa por teléfono, para cualquier compañía de cierta envergadura que descentralice este servicio en filiales u otras empresas subordinadas, y la carga se distribuye entre numerosos empleados apenas formados, con condiciones precarias en todo lo relativo a turnos, salarios y otras garantías laborales: ahí se pone claramente de manifiesto esa alienación social. Los teleoperadores atienden llamada tras llamada, de clientes de todo tipo que quieren cancelar su suscripción, lamentar algún fallo de la prestación o simplemente trasladar cualquier petición, pero no pueden atenderles como querrían, ni ellos ni los interesados, porque tienen que seguir un ritmo de productividad, en cierto modo, contraproducente, consignas mecanizadas y teledirigidas por los superiores y, ante todo, la directriz de no beneficiar al consumidor, sino a la compañía. En esta situación, es comprensible que muchas de las personas interpeladas, en ocasiones con multitud de llamadas en cortos periodos de tiempo, pierdan la paciencia y descarguen su rabia contra la persona que, al otro lado de la línea, en principio tiene la responsabilidad. Pero muchas veces no nos ponemos en su lugar, no imaginamos la explotación o la frustración que padecen estos meros empleados y acabamos siendo, también, culpables de su deshumanización.

    Por todo ello es oportuno que una película ponga el foco en ellos, en ese colectivo de trabajadores ignorados o despreciados en nuestra rutina diaria. Así lo hace Justicia para Sohee, segundo largometraje de la coreana July Jung, presentada en el Festival de Cannes hace un par de años, igual que su anterior trabajo, y de nuevo con la presencia de la conocida actriz Bae Doona. La protagonista, sin embargo, es inicialmente la Sohee del título (interpretada de manera conmovedora por un nuevo talento, Kim Si-Eun), que realiza sus prácticas, como parte final de su aprendizaje escolar, en una de las mentadas compañías. Ella y otras estudiantes de bachillerato (o su equivalente) son acogidas en una amplia sala repleta de pequeños cubículos, por el encargado/subalterno que de inmediato les asigna uno de los asientos frente al respectivo ordenador, unos cascos que tienen que llevar puestos en todo momento y unas pautas básicas para desempeñar su labor. Y ya tienen que empezar a tramitar llamadas, cada día laborable de la semana hasta horarios intempestivos y con una remuneración por debajo de la convenida, con la excusa de que no están en plantilla, sino solo de prácticas. Desde un comienzo Sohee revela su incomodidad ante todo ello, lejos de lo que había imaginado para su primera experiencia en el mundo laboral, ajena a su plan de estudios. Pero intenta afrontarlo lo mejor posible, haciendo horas extra para recuperar asuntos pendientes y asumiendo con rigor las orientaciones corporativas. Alterna, con todo, estas fases con otras de rebeldía o incomprensión, algo lógico por esa esencia contra natura del oficio que se le ha impuesto, llegando a extremos en ambos sentidos, como en dos impactantes escenas: una en que demora todo lo que puede, siguiendo las instrucciones, la baja del contrato de un cliente, pese a que este, desconsolado, alega como motivo nada menos que la muerte de su hijo; y otra en que se enfrenta con la nueva encargada por no haber recibido los complementos prometidos dados los objetivos alcanzados, llegando a la agresión física y a la consiguiente suspensión temporal.

    Con estos elementos, la narración va progresando irremediablemente por el camino de la amargura de ese personaje principal, acumulando tensión, estrés y con escaso alivio entre sus compañeras rivales, su familia distante y su tutor académico, que no se preocupa realmente por el bienestar de los alumnos sino por las tasas de inserción y la complacencia de las empresas con las que tienen firmados acuerdos. Por tanto, el indignante funcionamiento de estas últimas tiene numerosos cómplices y Sohee cada vez se siente más sola, lo que la lleva a tomar alguna decisión drástica. Hasta entonces ha transcurrido la mitad del metraje y la historia se puede limitar a transmitirnos esta sucesión de hechos, por sí solos de gran interés dramático, sin necesidad de énfasis audiovisuales. De ahí que la puesta en escena sea seca y funcional, poco llamativa, y la música prácticamente esté ausente, lo que convierte la película en un sobrio ejercicio de denuncia desde las circunstancias personales de una joven que puede representar a muchas otras. Sin embargo, la segunda parte da un cierto giro, narrativo e incluso de género, y si bien complementa lo anterior, acaba siendo un poco redundante y traiciona alguna seña de identidad de esa primera parte, cayendo en algún momento de sentimentalismo (con apoyo tanto visual como sonoro). Esto podría estar justificado porque, al fin y al cabo, estamos ante una ficción basada en un personaje concreto e injustamente tratado, no ante un documental o reportaje que pretenda una mayor objetividad o amplitud de miras. Pero, al mismo tiempo, le quita algo de fuerza al estoico sufrimiento de dicho personaje y no concuerda siempre con el tono general de la cinta. En cualquier caso, esta acaba con una emotiva y significativa simetría, redondeando en cierta manera el resultado, y no nos hace perder de vista lo importante: Sohee es una víctima de todo un sistema que exige un serio replanteamiento. ♦


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