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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Immaculate

    || Críticas | ★★☆☆☆
    Immaculate
    Michael Mohan
    Bendito sea el fruto de tu vientre


    José Martín León
    Telde (Las Palmas) |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2024. Título original: Immaculate. Dirección: Michael Mohan. Guion: Andrew Lobel. Producción: David Bernad, Jonathan Davino, Michael Heimler, Riccardo Neri, Teddy Schwarzman, Sydney Sweeney. Fotografía: Elisha Christian. Música: Will Bates. Montaje: Christian Masini. Reparto: Sydney Sweeney, Álvaro Morte, Simona Tabasco, Benedetta Porcaroli, Giorgio Colangeli, Dora Romano.

    Quién le iba a decir a James Wan que, a raíz del éxito de su Expediente Warren: El caso Enfield (2016), se iba a despertar toda una fiebre por películas protagonizadas por religiosas, cuanto menos, turbias. Las dos cintas de La monja, nacidas como Spin-off de explotación del que fuese allá un personaje muy secundario (pero, sin duda, prometedor), sin ser nada del otro mundo, demostraron poseer cierto tirón con un público que acudió en masa a llenar los cines, algo que ha hecho que esta suerte de nuevo subgénero comience a sumar cada vez más títulos, coincidiendo en el último mes dos propuestas que tienen más de un punto en común entre ellas, La primera profecía (Arkasha Stevenson, 2014) y esta Immaculate (Michael Mohan, 2014) que nos ocupa. La precuela de uno de los clásicos del terror por antonomasia sorprendió muy gratamente al saber construir una historia muy atractiva que entroncaba a la perfección con la original La profecía (Richard Donner, 1976) sin renunciar a su propia personalidad, resultando una propuesta muy violenta y oscura, generosa en imágenes grotescas, impropias de lo que nos tiene acostumbrados el cine comercial. Immaculate, por su parte, carece de las aspiraciones artísticas de aquella, aceptando su condición de más discreta serie B, aunque parta de una premisa asombrosamente similar. En ambas cintas, una joven novicia norteamericana viaja hasta un convento de Roma donde se encuentra que algo diabólico sucede entre sus cuatro paredes, y, para rizar más el rizo, existe un embarazo “milagroso” de por medio. Afortunadamente, aquí se detienen las similitudes entre estos proyectos, ya que, mientras La primera profecía fue una catarata de referentes clásicos muy bien asimilados, desde un giallo italiano que haría suspirar de placer a Dario Argento al cine demoniaco setentero de La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968), Immaculate opta por una historia de corte más dramático, que deja a un lado la fantasía de lo paranormal en favor de una trama de “doctores locos”, esos que juegan a ser Dios, con consecuencias demoledoras, que parte de un concepto un tanto alucinado.

    El director Michael Mohan vuelve a contar con Sydney Sweeney después de su colaboración en Los voyeurs (2021) y es aquí donde encuentra, con diferencia, el punto fuerte de su propuesta. La estrella de Euphoria ha demostrado ser mucho más que una cara bonita y su carrera cinematográfica está disparada tras su magistral actuación en la indie Reality (Tina Satter, 2023) y su taquillazo con la comedia romántica Cualquiera menos tú (Will Gluck, 2024), una de las grandes sorpresas de la temporada. En Immaculate se mete en la piel (y el hábito) de la Hermana Cecilia, una joven que viaja hasta un convento italiano para “casarse con Dios”. Su vocación está muy clara desde que sobreviviera milagrosamente a un accidente bajo el hielo del que, prácticamente, regresó de la muerte. Por este motivo, la muchacha se siente llamada por la religión y se muestra decidida a realizar los votos de pobreza, obediencia y castidad que son necesarios para pertenecer a la orden, aunque esto lleve consigo acatar también que el sufrimiento es para las monjas del lugar un modo de acercarse más a Dios. Sweeney ofrece una interpretación magnífica, cargada de registros, en la que explota al máximo su expresiva mirada, logrando que su personaje gane una dimensión mucho mayor de la que en realidad tiene sobre el papel. Y es que el guion de Andrew Lobel no explica demasiado sobre el pasado de Cecilia, más allá de las circunstancias que le hicieron terminar en Roma, y, aun así, continúa siendo el personaje mejor trabajado de la historia, ya que la galería de secundarios tampoco destaca por su solidez. Si acaso destacaría el esfuerzo del algecireño Álvaro Morte por aportar la acertada dosis de ambigüedad a su rol del Padre Sal Tedeschi, pese a que sus oscuras motivaciones no terminen de ser explotadas del todo. Immaculate comienza fuerte, con una impactante escena en la que vemos a una joven novicia tratando de escapar del convento, en mitad de la noche. El modo en que se frustra su intento de huida y la presencia de unas amenazantes monjas, en forma de sombras, ya dejan claro que el lugar no es todo lo tranquilo y sagrado que cabría esperar, y el director no se anda con sutilezas, incurriendo desde su prólogo en los sustos más efectistas y previsibles.

    El resto de la película es bastante irregular. Momentos oníricos perturbadores y la consabida iconografía religiosa puesta al servicio de crear mal rollo –esa monja tumbada bocabajo formando el signo de la cruz con sus brazos o la típica escena de suicidio que también vimos en La primera profecía– tratan de mantener alto el pabellón en lo referente al terror, pero, aun así, este es insuficiente dentro de un relato en el que la trama del embarazo de una joven que nunca ha mantenido relaciones sexuales carece de la fuerza necesaria, por mucho que Sydney Sweeney se muestre tan convincente en su descenso al horror y a la locura que supone la condición de su personaje de Cecilia, prisionera a manos de una pandilla de fanáticos religiosos. Una vez más, la imagen tenebrosa que se ofrece de la vida de las monjas dentro de un claustro ha propiciado que la cinta de Mohan haya sido tachada de polémica o blasfema, algo que ha servido para darle más publicidad gratuita a un trabajo que, a la hora de la verdad, palidece ante el auténtico riesgo demostrado por el octogenario Paul Verhoeven en su espléndida Benedetta (2021). Immaculate no aburre en ningún momento, ya que su ajustado metraje de menos de hora y media impide que el tedio se apodere del espectador y, si bien todo transcurre sin demasiadas sorpresas ni más momentos que puedan ser recordados en la posteridad que aquellos que caen en el gore, la cinta sabe culminar la historia con un final ciertamente impactante, capaz de sacar de Sweeney lo mejor como actriz. Y es que es ella y solo ella, que sale interpretativamente fortalecida de la experiencia, por lo que esta nueva explotación del terror religioso merece el precio de una entrada. Lo que también es una lástima, si tenemos en cuenta lo que podría haber sido con un guion más trabajado, una dirección más personal y algo más de creatividad a nivel formal, aunque la fotografía de Elisha Cristian le otorgue cierto empaque al producto final. No carece de atractivo y tenía mucho potencial, pero se queda en tierra de nadie por su desequilibrio entre seriedad y desvergüenza. ♦


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