|| Críticas | ★★★★★
El último late night
Cameron Cairnes, Colin Cairnes
Entrevista con un demonio
José Martín León
ficha técnica:
Australia, 2023. Título original: Late Night with the Devil. Dirección: Cameron Cairnes, Colin Cairnes. Guion: Cameron Cairnes, Colin Cairnes. Producción: Derek Dauchy, Mat Govoni, Roy Lee, John Molloy, Steven Schneider, Adam White. Productoras: Future Pictures, Image Nation, Spookie Pictures. Productor: Joel Anderson. Distribuidora: Cinetic Media. Fotografía: Matthew Temple. Música: Glenn Richards. Montaje: Cameron Cairnes, Colin Cairnes. Reparto: David Dastmalchian, Laura Gordon, Ian Bliss, Fayssal Bazzi, Ingrid Torelli, Rhys Auteri, Georgina Haig.
Australia, 2023. Título original: Late Night with the Devil. Dirección: Cameron Cairnes, Colin Cairnes. Guion: Cameron Cairnes, Colin Cairnes. Producción: Derek Dauchy, Mat Govoni, Roy Lee, John Molloy, Steven Schneider, Adam White. Productoras: Future Pictures, Image Nation, Spookie Pictures. Productor: Joel Anderson. Distribuidora: Cinetic Media. Fotografía: Matthew Temple. Música: Glenn Richards. Montaje: Cameron Cairnes, Colin Cairnes. Reparto: David Dastmalchian, Laura Gordon, Ian Bliss, Fayssal Bazzi, Ingrid Torelli, Rhys Auteri, Georgina Haig.
La película se abre con una sucesión de imágenes que sitúa la historia en el contexto de la época en la que transcurre, unos turbulentos años 70 azotados por la Guerra de Vietnam, las violentas revueltas civiles o la proliferación de sectas adoradoras de Satán –el caso de la “Familia Manson”, que asesinó a siete personas, entre ellas a la esposa de Roman Polanski, la actriz Sharon Tate, aquel fatídico 8 de agosto de 1969, causó una expectación sin precedentes–. Se dio el caso de que Polanski acababa de conseguir un gran éxito con un filme que hablaba, precisamente, de este tipo de cultos demoniacos, La semilla del diablo (1968), el cual, junto a El exorcista (William Friedklin, 1973) y La profecía (Richard Donner, 1976), despertó en el público un gran interés por todo lo relacionado con el demonio, llegando al punto de producirse toda una oleada de supuestas posesiones por todo el país. Pues bien, El último late night bebe de estas ilustres referencias para situarnos, una vez más, en una América, la de los 70, sumergida en un estado de crispación social y política. Al mismo tiempo, su protagonista, Jack Delroy, también pasa por su propio bache personal y profesional, después de que un cáncer fulminante le arrebatara a su esposa, la actriz Madeleine Piper y las bajas audiencias de su programa nocturno amenacen con la cancelación del mismo. Su última baza será un especial de Halloween que prometía ofrecer algo nunca antes visto en televisión. Algo que sus televidentes jamás podrían olvidar y, desde luego, ni ellos ni nosotros, espectadores indirectos desde nuestra butaca de cine, imaginábamos una experiencia tan extrema y aterradora. ¿En qué consistió la fórmula de tan sugestivo cóctel? En juntar en el mismo plató a un psíquico y médium especialista en sacar los fantasmas ocultos de las personas del público, un escéptico que practica la hipnosis y que promete entregar un cheque de medio millón de dólares si no encuentra una explicación lógica a cualquier suceso de carácter paranormal que pudiera presentarse durante la retransmisión, y, como plato fuerte, una investigadora y escritora que llega acompañada de la niña que sobrevivió al suicidio colectivo de una secta satánica y que, supuestamente, está poseída por un demonio que será invocado en el programa.
Los Cairnes se revelan, no solo, como unos realizadores (y montadores) sobresalientes en la impecable puesta en escena y en su perfecta recreación de las formas y el ritmo de un late night show setentero, sino, también, en la dirección de actores, sacando del gran David Dastmalchian una interpretación complejísima y genial. El actor se mueve como pez en el agua en su papel de egocéntrico maestro de ceremonias de este macabro programa, ofreciendo una actuación tan natural que hace que nos creamos, totalmente, que estamos ante un presentador de la época, capaz de vender su alma al diablo con tal de alcanzar el éxito. A su lado, brillan todos y cada uno de los secundarios, desde Fayssal Bazzi, como el mago Christou, a Ian Bliss como el escéptico empeñado en desarmar, a golpe de sugestión, la que considera una farsa, pasando por la joven Ingrid Torelli, absolutamente inquietante en su personificación de la chica posesa. La película transcurre, a un ritmo vertiginoso y con la textura y colores añejos propios de un show de los 70, entre espectáculos clarividentes, entrevistas y reportajes de investigación –incluso los Warren y la maldita casa Amityville se cuelan con cierta sorna–, que se intercalan con las imágenes, rodadas en blanco y negro, de lo que sucede entre bambalinas cada vez que la emisión pasa a la publicidad, donde se puede adivinar que jugar con el demonio se les está yendo de las manos, al tiempo que un clima de terror se va apoderando, cada vez más, de los miembros del equipo involucrado en el programa. Es entonces cuando El último late night termina desembocando en un orgiástico festival del horror catódico, alocado y truculento, donde sus directores no escatiman en la profusión de vísceras o fluidos sanguinolentos y muertes de lo más impactantes, valiéndose de unos efectos especiales muy apañados, teniendo en cuenta la modestia del proyecto. Gracias a ellos, quedarán para el recuerdo algunas imágenes muy poderosas, que nos remiten a clásicos del género como Scanners (David Cronenberg, 1981) –ya el póster parece rendirle homenaje– o Carrie (Brian De Palma, 1976), otra joyita que lo dio todo en su clímax final. Los Cairnes han alcanzado esa buscada madurez como cineastas, regalándonos una de las películas de terror más sorprendentes, creativas y (por qué no decirlo) divertidas de los últimos tiempos, rara avis dentro de un subgénero tan desacreditado como el de las posesiones demoniacas, del que es, desde ya, una de sus obras maestras. ♦