|| Críticas | Las Palmas 2024 | ★★★★★
Through the graves the wind
is blowing
is blowing
Travis Wilkerson
Que la ciudad hable
Rubén Téllez Brotons
ficha técnica:
Estados Unidos, 2024. Título original: Through the graves the wind is blowing. Duración: 84 min. Dirección: Travis Wilkerson. Guion: Travis Wilkerson, Ivan Peric. Música: Hellish Cashstrap. Fotografía: Travis Wilkerson, Erin Wilkerson. Compañías: Creative Agitation. Reparto: Ivan Peric, Travis Wilkerson, Matilda Jane Wilkerson, Dalton Wilkerson.
Estados Unidos, 2024. Título original: Through the graves the wind is blowing. Duración: 84 min. Dirección: Travis Wilkerson. Guion: Travis Wilkerson, Ivan Peric. Música: Hellish Cashstrap. Fotografía: Travis Wilkerson, Erin Wilkerson. Compañías: Creative Agitation. Reparto: Ivan Peric, Travis Wilkerson, Matilda Jane Wilkerson, Dalton Wilkerson.
Oh, the wind, the wind is blowing
Through the graves the wind is blowing
Freedom soon will come
Then we'll come from the shadows.
Leonard Cohen
Through the graves the wind is blowing
Freedom soon will come
Then we'll come from the shadows.
Leonard Cohen
El estreno hace unos meses de La zona de interés, de Jonathan Glazer, reabría el debate sobre la representación en el cine del nazismo y el horror del Holocausto, sobre la ética o ausencia de la misma que hay detrás de las diferentes perspectivas desde las que se narran las cintas que han abordado el tema, sobre la capacidad del séptimo arte para plasmarlo en imágenes de manera fiel y respetuosa con las víctimas de la barbarie. Steven Spielberg, en La lista de Schindler, optaba por la prostitución emocional, el efectismo barato, el uso de un esteticismo completamente inmoral y, en fin, la conversión del mayor genocidio de la Historia en un drama espectacularizado diseñado para ganar el Óscar. Lazlo Nemes, por su parte, construía en El hijo de Saúl un artefacto narrativo de subjetividad extrema en el que la mirada del espectador se mimetizaba con la del protagonista, un sonderkommando que quería enterrar a su hijo siguiendo la tradición judía. Glazer optaba por la objetividad radical de una puesta en escena distante y fría a través de la cual retrataba el día a día de una familia nazi. La violencia, la tortura y la muerte permanecían en un constante fuera de campo y solo se infiltraban en el plano a través del humo de los hornos crematorios y de un magistral diseño sonoro, construyendo así una brillante representación de la banalidad del mal, que, como bien explicó el director en su discurso al recoger el Óscar, sigue presente a día de hoy. Travis Wilkerson, al inicio de Through the graves the wind is blowing, confiesa mirando a cámara que no sabe cómo hablar del fascismo, que no se le ocurre una forma precisa que le permita transmitirle al espectador el dolor provocado por ese monstruo.
Pese a eso, levanta la película siguiendo el modelo de Alain Resnais en Noche y niebla y añadiéndole elementos de Saló o los 120 días de Sodoma de Pasolini. De la primera coge la idea de filmar los campos de concentración vacíos y utilizar una voz en off para ir lanzándole preguntas al espectador; de la segunda aprende a analizar, a través del fascismo del pasado, el fascismo del presente. Así, Through the graves the wind is blowing se eleva sobre la certeza de la irrepresentabilidad exacta del horror, pero también sobre la necesidad de hablar de él para evitar que vuelva a suceder. Través Wilkerson acierta a componer una obra en la que la impotencia que siente al contemplar el ascenso fulgurante de la extrema derecha palpita en cada plano, en cada imagen, en cada fotograma; y le insta a preguntarse sobre el porqué de tanto odio. El director configura una estructura capitulada en la que, con la idea de reflexionar sobre la presencia del fascismo en la historia de Croacia, alterna secuencias en las que un policía tildado por su propio jefe como “uhljeb” (parásito burocrático perezoso) investiga los asesinatos en masa de unos turistas, a quienes los croatas detestan, con otras en las que la cámara se detiene tanto en monumentos y estatuas en memoria de los partisanos asesinados durante la II Guerra Mundial para explicar su historia, como en edificios pintados con esvásticas para cuestionar la normalización de dichos símbolos en el espacio urbano de Sisak.
Hay, sin embargo, en Through the graves the wind is blowing un elemento que no estaba ni en la obra de Resnais ni en la de Pasolini, y es la visceralidad que proyecta el narrador en primera persona: su introducción permite ponerle rostro a la angustia que muchas personas sienten por las derivas ultraderechistas que está tomando el presente. El propio director se convierte así en una cámara de ecos que captura las voces de aquellos que observan los devenires de la actualidad con verdadera preocupación. Su voz ejerce de puente entre el horror del presente y el del pasado; y sus ojos devienen en los de un guía que escruta las calles intentando comprender el porqué de los símbolos de odio que se multiplican por su paredes y monumentos. La idea principal es, por tanto, limpiar la capa de óxido y olvido que vacía de contenido la ciudad en la que sucede la acción, que embalsama toda su carga histórica, para que sea ella la que se exprese a través de su pasado. El realizador, consciente de las dificultades que se presentan a la hora de hablar sobre el mal y su banalización, le da voz a la arquitectura de la Sisak, permitiendo que las estatuas levantadas en recuerdo de los antifascistas asesinados por los nazis durante su ocupación de Yugoslavia relaten su historia, el porqué de su existencia; para que rememoren las figuras de todas aquellas personas que murieron defendiendo la libertad. Empleando un blanco y negro seco y áspero, Travis Wilkerson se cuestiona en primera persona sobre los motivos que llevan a los jóvenes a “elegir ser nazis”, y busca la forma adecuada de explicarle a sus hijos, a quienes lleva al campo de concentración de Jasenovac, tanto el pasado de su ciudad como el de su propia familia (su abuelo perteneció al Ku Klux Klan y su padre fue un soldado nazi). El conocimiento del pasado como forma de prevenir el fascismo.
El desasosiego que siente el director ante la situación actual cristaliza en el humor desesperado que puntea las escenas protagonizadas por ese policía que, pese a las trabas que le pone el propio sistema (permisos que no le conceden, pruebas que se pierden, etc.), la ridiculización en redes sociales y los insultos constantes, investiga el asesinato de los turistas, y cuya situación sirve de perfecta metáfora de la actualidad. Resulta fascinante el modo en que consigue que dicho humor se integre de forma orgánica en la narración; sin banalizar ninguno de los planteamientos que desarrolla y sin quitarle un ápice de importancia o peso a los acontecimientos que narra. Posiblemente, esto se deba a que esa ironía desde la que observa al policía surge desde las entrañas de la propia narración como mecanismo de defensa ante un nihilismo acechante, y no como un gesto de impostura con el que provocar. Wilkerson diseña un lenguaje preciso a través del cual es capaz de darle respuesta a todas las preguntas que va planteando a lo largo del metraje: ahí están las manos de esos niños agarradas a un columpio lleno de esvásticas, ese jefe, y parlamentario de un grupo ultra, que tilda de subvencionado y vago al policía que intenta hacer su trabajo, para luego no presentarse en a las sesiones del congreso, ese vídeo de archivo en el que un septuagenario nazi que se ha roto una pierna al tirar la estatua de un partisano intenta justificar sus actos sin percatarse del espectáculo ridículo que está dando. Through the graves the wind is blowing es un estudio denso y preciso del fascismo, que muestra cómo en muchos países no se llegaron a depurar sus mecánicas y estructuras tras el final de la II Guerra Mundial (en el caso de España, durante la transición); que denuncia un sistema capitalista que, cada vez que entra en crisis, saca a pasear el monstruo de la extrema derecha para mantener el statu quo; y que encuentra una nueva y brillante forma de reflexionar sobre el pasado con la esperanza de que no se repita. ♦