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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Puan

    || Críticas | ★★★★☆
    Puan
    María Alché & Benjamín Naishtat
    En primera persona del plural


    Rubén Téllez Brotons
    Valladolid |

    ficha técnica:
    Argentina-Italia-Brasil-Francia-Alemania, 2023. Título original: Puan. Duración: 111 min. Dirección: María Alché y Benjamín Naishtat. Guion: María Alché y Benjamín Naishtat. Música: Santiago Dolan. Fotografía: Hélène Louvart. Compañías: Pasto Cine, Pucara Cine, Bubbles Project, Infinity Hill, Kino Produzioni, Pandora Film, Atelier de Production. Reparto: Marcelo Subiotto, Leonardo Sbaraglia, Lali Espósito, Camila Peralta, Mara Bestelli, Julieta Zylberberg, Andrea Frigerio.

    La primera secuencia de Puan siembra de una forma sutil, visual y clara dos de los temas alrededor de los cuales se levantará la narración: los matices absurdos —o paradójicos— que puntean la existencia y la necesidad de volver a ondear la bandera de la fraternidad para combatir un sistema estructuralmente injusto que obliga a las personas a combatir a muerte entre ellas para poder sobrevivir en esa jungla de hormigón, tráfico y contaminación llamada sociedad. La secuencia en cuestión muestra a un hombre haciendo running por un parque de Buenos Aires; la cámara le sigue realizando un largo paneo desde la distancia y se detiene en el momento exacto en el que el susodicho se desploma en el suelo. Unos cuantos transeúntes que están a su alrededor se acercan a ayudarle; otros muchos, sin embargo, pasan de largo sin preocuparse por su estado de salud. En la siguiente escena se sabrá que el hombre ha fallecido de un ataque al corazón; situación irónica cuando menos, dado que dicho deporte reduce considerablemente las posibilidades de sufrir un infarto. Pero la película, ya se ha mencionado arriba, salta de vez en cuando en el charco de ese absurdo que tanto le gustaba a Samuel Beckett.

    Ganadora de los premios a Mejor interpretación protagonista y Mejor guion en la pasada edición del Festival de San Sebastián, la cinta cuenta la historia de Marcelo (Marcelo Subiotto), un profesor que ha dedicado toda su vida a impartir la materia de filosofía política en la Facultad de, valga la redundancia, Filosofía y Letras de la capital de Argentina, y que no está pasando por su mejor momento vital: por un lado, la profunda crisis que asola al país asfixia tanto los presupuestos de la universidad como su economía doméstica y, por tanto, para sacarse un dinero extra se dedica a darle clases particulares a una anciana millonaria que encuentra en la calidez de sus palabras y la densidad de su discurso la música ideal para conciliar el sueño; por otro, la escasez de tiempo libre hace que se resquebrajen los vínculos con su pareja, sus amigos y su hijo, y que, como consecuencia, la frustración se vaya tatuando en cada poro de su piel hasta teñirla por completo con la tinta puntiaguda y gris de la tristeza y la amargura. Así, el día que un antiguo compañero (Leonardo Sbaraglia) regrese de dar clase en una prestigiosa universidad alemana con la intención de presentarse a la oposición para la plaza que ha dejado vacante el hombre fallecido descrito en el primer párrafo (que fue maestro y amigo del protagonista), Marcelo, ebrio de envidia, verá cómo todo lo malo que le podía pasar le está pasando y, en consecuencia, cómo su mundo de está derrumbando poco a poco.

    El primer acierto de María Alché y Benjamín Naishtat, directores y guionistas de la cinta, es construir, alrededor del esqueleto eminentemente dramático de la obra, un caparazón cómico cuya transparencia y cercanía consiguen contener en todo momento las asperezas melodramáticas que podían haber hundido unas imágenes que juegan con material emocionalmente explosivo, pero que, sin embargo, saben moverse con precisión por esa fina línea que separa el drama descarnado y el griterío ensordecedor. Durante la totalidad de la duración de Puan, subyacen bajo su piel el desasosiego y la angustia provocados por la profunda crisis económica que asola Argentina; y los personajes, como es evidente, se ven afectados tanto por la inflación, los recortes y la gentrificación (entre otras muchas cosas) como por la desesperación que siente todo aquel que, por mucho que se esfuerce, no consigue ver ninguna luz, ni siquiera un leve fulgor, al final del túnel. La película, por tanto, funciona como una comedia que, a diferencia de la gran mayoría que se estrena en cartelera cada semana, no rechaza retratar el contexto social, político y económico en el que se desarrolla ni lo ridiculiza sin conocimiento de causa (¡por fin una cinta que no caricaturiza de forma grotesca el lenguaje inclusivo!)—. Como consecuencia, el compromiso real con la actualidad recorre la columna vertebral de la narración, inyectando en cada escena, cada personaje, cada diálogo y cada recurso de puesta en escena una tristeza que se va tensando a medida que el metraje avanza y que, si bien es cierto que no llega a eclipsar las constantes ráfagas de humor construidas concienzudamente desde abajo hacia arriba, por momentos carga —de forma orgánica— la atmósfera de una densidad emocional, de una desesperación ahogada en la repetición de la rutina, cuando menos, sorprendente.

    Los directores, primero, denuncian la conversión de la sociedad en un campo de batalla en el que reina la ley del más fuerte y en el que todos luchan contra todos en su intento por sobrevivir; y, después, señalan la necesidad de unirse para poder plantarle cara a un capitalismo salvaje que, como sucede en la cinta, prescinde de los centros de educación pública porque no los considera rentables. El propio título de la cinta (Puan es el nombre de la calle en la que mayoritariamente se desarrolla la acción) es una fuerte declaración de intenciones: no se trata del yo, sino del nosotros, porque el exterior condiciona siempre el interior, el contexto afecta de forma inevitable a las personas que en él se desarrollan, y la única forma de solucionar los problemas es desde la agrupación, desde la primera persona del plural. Precisamente por eso, todas las dificultades de los protagonistas tienen su raíz en el sistema injusto en el que viven: desde la envidia que envenenada que les devora, pasando por los problemas de salud mental causados por la precariedad, hasta llegar a la degradación de las relaciones personales provocada por la falta de tiempo libre que impide cuidarlas con esmero. Sólo al final, cuando los personajes dejan sus rencillas personales a un lado para luchar juntos por sus derechos, son capaces de atisbar algo de luz. En definitiva, María Alché y Benjamín Naishtat construyen un divertido y emocionante alegato en favor de lo público (en un momento en el que el propio presidente de Argentina lo está desmontando) que utiliza los mimbres de la comedia filosófica con toques absurdos para abogar por el humanismo y la fraternidad como forma de combatir los abusos del capitalismo. Impresionante. ♦


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