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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Mamífera

    || Críticas | ★★★☆☆
    Mamífera
    Liliana Torres
    Humana, de sexo femenino


    Ignacio Navarro Mejía
    Madrid |

    ficha técnica:
    España, 2024. Presentación: Festival South by Southwest 2024. Dirección: Liliana Torres. Guion: Liliana Torres. Producción: 3Cat / Distinto Films / Edna Cinema / RTVE. Fotografía: Lucía C. Pan. Montaje: Sofía Escudé. Música: Joan Pons. Dirección artística: Xénia Besora. Vestuario: Desirée Guirao. Reparto: María Rodríguez Soto, Enric Auquer, Ruth Llopis, Anna Alarcón, Mireia Aixalà, Ann Perelló, Amparo Fernández, María Ribera. Duración: 93 minutos.

    El progreso de la sociedad ha estado marcado desde siempre por la superación del determinismo biológico, de tal manera que las reglas o decisiones y las realidades asociadas a ellas no dependieran simplemente de las condiciones físicas de cada persona. No solo los avances en la igualdad de derechos o el bienestar económico han sido impulsados por esta necesidad, en aras a la propia supervivencia de la especie, sino que también los cambios de régimen o las revoluciones tecnológicas han respondido a una prolongada evolución en que el ser humano ha querido obedecer a criterios elaborados por él mismo, para imponerse en el mundo y frente a los demás seres o elementos de la naturaleza. Sin embargo, a veces es difícil disociar el constructo social de la predisposición genética, algo muy debatido, por ejemplo, en los sectores de la pedagogía o la medicina. ¿Hasta qué punto nuestros deseos o nuestras capacidades se deben a nuestros genes o herencia, y en qué medida pueden variar según el medio en que nos hayamos formado o las personas con las que nos hayamos relacionado? En cualquier caso, también es simplista suscitar el debate en estos términos, porque las diferencias entre una persona y otra no solo exigen equilibrar en la balanza cuánto de diferencia natural y cuánto de diferencia social existe, obviando la a menudo difusa línea entre ellas, sino valorar lo que realmente desea y de lo que es capaz cada persona al margen de esos condicionamientos. En el fondo, pese a todo el progreso social, esto es, de la colectividad, también se ha fomentado un individualismo que permite a cada cual ir más allá de toda regla o decisión general.

    Esto es especialmente llamativo con la maternidad, en tanto que por definición está asociada directamente a esa mentada supervivencia de la especie que justifica el referido progreso. La reproducción de los seres humanos era hasta hace poco un fenómeno casi incuestionable, inherente no solo a su naturaleza sino a la construcción, de género, de roles o de sucesiones, entre padres y madres, hijos e hijas. Pero desde el momento en que es un hecho voluntario, cada persona debe ser libre para llevarlo a cabo o no, al margen de todo condicionante físico o social. Esto es lo que analiza Liliana Torres en Mamífera, que, como su título ya deja intuir, parte de una supuesta premisa que vincula a cualquier mujer con la pertenencia a una especie animal a mayor escala, con las consecuencias que ello supone y conforme a ese determinismo que, por mucho que parezca superado, todavía tiene su efecto y ejerce su presión. La protagonista (María Rodríguez Soto) lo padece, pero quiere rebelarse contra ello, pues desde siempre ha tenido claro que no quería ser madre, que su vida podía seguir otro camino igual de legítimo y provechoso. Su novio no tiene tan claro que no quiera ser padre, muchas de sus amigas sí son madres, y su propia madre sigue presente, por lo que su entorno la recuerda constantemente que ella es la excepción, que a ese camino que quiere recorrer quizá le falta algo. Con todo, esta carencia solo surge para quienes siguen anclados en la asociación, biológica o construida, a que antes aludíamos, injustificada ya para cualquier individuo, pues no hay un estilo de vida, con sus objetivos y motivaciones, más válido que otro, por sí mismo, sino que todo ello deriva de esos condicionantes ajenos.

    En este contexto, la narración de Mamífera transcurre de forma consecuente, aunque también sorprendente para el género. Lo habitual en una historia de ficción como esta, una vez planteada la premisa, con ese singular carácter del personaje principal, sería introducir un elemento conflictivo que lleve a replantarse ese punto de partida, con una subsiguiente evolución para llegar a un desenlace opuesto, o al menos alterado, respecto a ese punto inicial. En pocas palabras, que el personaje experimente un cambio o aprenda algo novedoso. Aquí no ocurre exactamente esto, lo que podría resultar frustrante para muchos espectadores, pero resulta más respetuoso y lógico tanto con el mensaje que se quiere transmitir como con el propio diseño de personaje que se ofrece, pues al fin y al cabo estamos ante una tragicomedia romántica donde prima este interés humano, por encima de otras consideraciones. Torres, habitual documentalista sobre temas cuasi autobiográficos, aprovecha esta formación para contar esta historia, también cercana a ella, de la manera más genuina y personal posible, incluyendo algunas escenas (en especial las interacciones de la pareja protagonista) cuya falta de pudor, espontaneidad y sinceridad resultan admirables. Para ello se apoya en dos magníficos intérpretes, como son la ya citada Rodríguez Soto (ganadora del premio interpretativo en el festival South by Southwest donde se estrenó la cinta) y Enric Auquer, acompañados de un buen elenco de secundarias, que nos dan acceso privilegiado a su cotidianeidad, con un realismo apenas interrumpido por los llamativos sueños de la protagonista. Más allá, con todo, el libreto y su puesta en escena no destacan con aportaciones memorables, con algo que cause un verdadero impacto o que haga reflexionar a quien no ignore de entrada todo ese dilema existencial que antes hemos comentado. Por ende, la película entretiene y en cierta medida resulta necesaria, como añadido casi inédito en el cine español reciente, cada vez más volcado con las reivindicaciones feministas, algunas de cuyas dimensiones, empero, muchas veces se olvidan o quedan relegadas. Sin embargo, como filme a enjuiciar desde el punto de vista de la historia que cuenta y de cómo lo hace, como cualquier largometraje de ficción, se echa en falta cierto poso y un trabajo de imagen que lo hicieran elevarse por encima de lo anodino, por lo que, en definitiva, se une lo casi inédito del meollo narrativo con lo más anodino de su desarrollo y tratamiento audiovisual. ♦


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