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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | La primera profecía

    || Críticas | ★★★★☆
    La primera profecía
    Arkasha Stevenson
    Los orígenes del Anticristo


    José Martín León
    Telde (Las Palmas) |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2024. Título original: The First Omen. Dirección: Arkasha Stevenson. Guion: Tim Smith, Arkasha Stevenson, Keith Thomas (Personajes: David Seltzer). Producción: David S. Goyer, Keith Levine. Productoras: Coproducción Estados Unidos-Italia; Phantom Four Films, 20th Century Studios, Kiwii, Cattleya, Abbey Road Studios (Distribuidora: 20th Century Fox). Fotografía: Aaron Morton. Música: Mark Korben. Montaje: Amy E. Duddleston, Bob Murawski. Reparto: Nell Tiger Free, Nicole Sorace, Sonia Braga, Ralph Ineson, Tawfeek Barhom, María Caballero, Ishtar Currie-Wilson, Charles Dance, Bill Nighy, Andrea Arcangeli.

    Hay que ser muy osados para lanzarse a la tarea de emprender, ya sea una continuación o una precuela, de cualquiera de esos clásicos intocables del terror que, por mucho que hayan creado escuela, nunca han conseguido ser igualados. Tenemos muy reciente el caso del director David Gordon Green que, después de haberse acercado con éxito a una de las grandes obras de John Carpenter en La noche de Halloween (2018) –aunque perdiera demasiado fuelle en sus continuaciones, Halloween Kills (2021) y Halloween Ends (2022)–, fracasó estrepitosamente con El exorcista: Creyentes (2023), su tardía secuela de la obra maestra del género demoníaco, por mucho que recuperase a las míticas Linda Blair y Ellen Burstyn para los personajes de la posesa Regan y su sufrida madre, medio siglo después de aquel éxito sin precedentes. Por eso sorprende el doble que una realizadora joven y debutante en esto del cine (su trayectoria se había forjado, hasta el momento, en la televisión) como Arkasha Stevenson haya creado una película tan inusualmente buena como La primera profecía cuando, de primeras, las tenía todas consigo para cometer un sacrilegio. Ni que decir tiene que el listón lo tenía altísimo con el filme al que sirve de precuela, aquella La profecía (Richard Donner, 1976) que se había apuntado al carro del éxito de diversos títulos de temática satánica, tales como La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968) y la citada El exorcista (William Friedklin, 1973), emergiendo como otro clásico incontestable que reunía los ingredientes perfectos para el triunfo: un guion espléndido, más cercano al misterio que al terror, a pesar de sus connotaciones sobrenaturales, las excelentes interpretaciones de estrellas como Gregory Peck o Lee Remick, la espeluznante banda sonora (ganadora del Oscar) de Jerry Goldsmith y unas set pieces terroríficas impecables, en forma de muertes muy impactantes (la decapitación del personaje de David Warner, el cura empalado...). La historia de Damien, aquel niño de mirada cándida y fondo diabólico, destinado a convertirse en el Anticristo, daría lugar a dos secuelas más, la muy decente La maldición de Damien (Don Taylor, 1978) y la decepcionante El final de Damien (Graham Baker, 1981), así como a una versión televisiva protagonizada por una versión femenina del mal y un desangelado remake de los que ni merece la pena acordarse.

    La directora ha tomado buena nota de las claves que hicieron de La profecía original una de las obras más terroríficas de todos los tiempos y se ha ceñido a seguirlas a rajatabla en su excelente ópera prima. Para empezar, ha encontrado una buena historia que contar, antes de recurrir a cualquier excusa argumental hecha con prisas con el único afán de exprimir aún más la gallina de los huevos de oro. El guion de Tim Smith, Keith Thomas y la propia Stevenson tiene la suficiente fuerza para que La primera profecía pueda funcionar con plena autonomía. No renuncia a algunos bienvenidos guiños al clásico original, pero los dosifica con la suficiente inteligencia como para que en ningún momento se sienta que estamos ante más de lo mismo. Por otro lado, cuenta con un personaje femenino de lo más potente, magníficamente desarrollado por la aún poco conocida Nell Tiger Free. La joven actriz se entrega en cuerpo y alma a su encarnación de la Hermana Margaret, enviada desde Estados Unidos a un convento romano en el que una niña llamada Carlita despierta suspicacias entre religiosos y compañeras de orfanato por su conducta rebelde y supuestamente violenta. Como sucediera en la película del 76, un misterioso cura (muy bien Raph Ineson) se acercará a la protagonista para tratar de avisarla del peligro que corre todo aquel que se acerque a Carlita y sobre una inminente llegada del Anticristo a la Tierra. Sobre el papel, el punto de partida puede parecer una repetición de los esquemas de la cinta inaugural, pero Stevenson sabe llevar la historia a su terreno, ofreciendo una visión muy turbia de la religión, más cercana a la ofrecida por el veterano Paul Verhoeven en su controvertida Benedetta (2021) –pulsiones sexuales incluidas– que a las dos entregas de La monja surgida del universo Warren. Se agradece que la directora haya optado por apartarse de cualquier referente actual, de lo políticamente correcto y de los sustos fáciles, para abrazar, no solo la incomodidad de aquel cine demoniaco de los setenta –incluso parecen detectarse ecos de La centinela (Michael Winner, 1977)–, sino, también, la visceralidad de La posesión (Andrzej Zulawski, 1981) o la cuidada estética retro del cine de Peter Strickland.

    «La primera profecía es una de las grandes sorpresas del año dentro de su género, ya que devuelve a uno de los personajes más emblemáticos de su imaginario (y su característico 666) la gloria que parecía perdida y es capaz de mirar cara a cara a La profecía original sin palidecer en el intento».


    La primera profecía, desde su impactante escena de apertura con Charles Dance, realiza toda una declaración de intenciones, esforzándose en entregar un producto mucho más artístico de lo que se suele exigir a este tipo de películas. La ambientación de la Roma de los 70, sumergida en una importante crisis de fe y azotada por numerosas revueltas estudiantiles, es formidable, ensalzada por una labor fotográfica de Aaron Morton que brilla a gran altura, tanto en las escenas de exteriores (esos impresionantes planos aéreos de la ciudad) como en los interiores, donde saca todo el partido a la sugestiva iconografía religiosa. También la música de Mark Korben solventa muy bien la papeleta de estar a la altura del inmenso trabajo de Jerry Goldsmith, mostrándose fiel al estilo de aquel y recuperando el mítico Ave Satani en algunos de sus momentos más intensos. Esta precuela es todo un deleite para la vista y los oídos –incluso suena el inolvidable Rumore de Raffaella Carrá en la escena de la discoteca– que, además, sorprende por lo arriesgado de algunas de sus escenas más violentas. Se agradece que sus responsables no hayan caído en la tentación de descafeinar el horror para evitar la temida calificación R, algo que se traduce en algunas de las imágenes más salvajes surgidas del cine comercial actual. La primera profecía convence absolutamente como espectáculo terrorífico. La atmósfera, su estética de giallo italiano... todo está bañado de un mal rollo que en ningún momento está reñido con la elegancia. La historia atrapa, ya que está reforzada por la presencia de un puñado de secundarios en estado de gracia, empezando por una Sonia Braga imponente en su tenebrosa composición de esa hermana Silva que parece surgida del Suspiria (1977) de Dario Argento, y acabando por Bill Nighy, espléndido como el ambiguo cardenal Lawrence, y su final entronca perfectamente con el inicio del filme de Richard Donner. No se detiene ahí la proeza, ya que, al mismo tiempo, deja una puerta a una posible continuación paralela con muchas posibilidades. Sin duda, La primera profecía es una de las grandes sorpresas del año dentro de su género, ya que devuelve a uno de los personajes más emblemáticos de su imaginario (y su característico 666) la gloria que parecía perdida y es capaz de mirar cara a cara a La profecía original sin palidecer en el intento. Todo un triunfo. ♦


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