El pasado 1 de marzo se estrenó en los cines de España Tótem, segunda película de Lila Avilés. La cinta, narrada desde el punto de vista de la niña protagonista, funciona como un laberinto de silencios y miradas que se acechan, se superponen y se devoran en su intento de expresar un dolor metálico e incomprensible. Charlamos con su directora.
Cómo surgió la idea de la película?
Surgió hace un ratito. Yo fui mamá jovencita. Pasé por ese proceso de duelo: el papá de mi hija murió cuando ella era pequeñita. A raíz de eso, me interesó escribir esta historia, en la que obviamente hay una esencia muy cercana, pero también en la que cambié mucho, jugué mucho. Es la chulada de los procesos: empiezan muy cerquita y luego ya se van desprendiendo.
¿Fue muy difícil sacar el proyecto adelante?
No, no fue tan complicado. Mi primera película, La camarista, fue muy difícil, porque yo no venía de la escuela de cine, ni traía un cortometraje ni nada; pero gracias a que le fue muy bien, ayudó a que le fuese mejor a Tótem en cuestión de financiamiento.
La película está narrada desde el punto de vista de la niña protagonista, ¿cómo trabajaste esta perspectiva?
Para mí es muy importante la frase de “infancia es destino”. Hay algo en esos primeros años que nos marca, que nos transforma, que nos hace ser quien somos; y me interesaba ahondar también en esos días especiales. Cuando uno cambia, de alguna forma, hay un suceso que nos pasa, que a partir de ahí nos hace ser otra persona. Como una serpiente, hay un cambio de piel. Lo bueno es que uno continúa cambiando a veces. Hay un cambio constante, para bien y para mal. Uno se tiene que acomodar y adaptar más a la vida, porque en esas subidas y bajadas, no sabes dónde te toca.
La cinta reflexiona sobre cómo, pese a que los adultos no les cuentan toda la verdad de una situación desagradable a los niños para protegerlos, ese silencio o esas palabras maquilladas también les afectan y les duelen.
Creo que como adultos a veces no tienes el secreto de las cosas y se le pone un estigma o un prejuicio a la infancia, como si ellos (los niños) no supiesen. Yo creo que la infancia sabe más que uno mismo, encuentra la forma más directa. La película también habla en su esencia primaria sobre la comunicación. Nadie es perfecto, pero al menos puedes dar tu opinión y darte a entender; decir, soy esta personita, concuerdo con tu punto de vista o no, pero creo esto. Esa frase milenaria de “hablando se entiende la gente” puede acabar con muchos problemas. A veces, tú, como niño o como niña, tienes que encontrar respuesta, ya sea sobre una historia de tu vida misma o sobre cualquier otra curiosidad que otro tenga. Hay que ejercer ese sentido crítico y ese sentido de curiosidad constante. No porque nos digan que así son las cosas, van a ser así. Hay que tener esa chispita, esa llama viva.
Decías que la película trata sobre la comunicación, ¿cómo fue trabajar con los actores adultos, cuyos personajes transmiten más a través de las miradas y los gestos que a través de las palabras, esa comunicación?
Cada cabeza es un mundo y cada uno tiene su forma de ser. En el caso del abuelo de la película, tiene su educación y su forma de actuar…y no es el mejor comunicador, pero comunica a su forma. Creo que esa parte es muy linda. Cada uno tiene que tener esa capacidad de respeto con los otros. Yo odio la palabra tolerancia… bueno, odio, jamás; pero me gusta más la palabra respeto. Cuando uno respeta, hay una identificación con el otro, aunque no concuerdes con él. Hay una forma más empática de acercarse a él. Eso es lo lindo de estos procesos que son frágiles: cada uno tiene su forma de ser. A veces uno piensa que tiene que llorar o ser sensible ante una cosa o la otra, pero no; cada quien que reaccione como quiera.
¿Fue complicado trabajar con las niñas?
Siempre hay este estigma de “nunca trabajes ni con niños ni con animales”. Me tocó ambas y es una maravilla. Las niñas trajeron un júbilo y una belleza al set, que todos los que estuvimos involucrados disfrutamos. Fue un constante gozo el regresar a esa parte primaria que se nos olvida cuando crecemos.
La película también reflexiona sobre cómo la infancia se va rompiendo a medida que los problemas del mundo exterior se cuelan en ella.
Cuando uno es niño, tiene ese miedo a que las personas que son más cercanas para ti, los padres, se vayan. Hay algo ahí, como una arquitectura, a la que si le quitas la parte más primaria, se derrumba. Creo que hay un miedo que está, pero lo que es muy lindo de estos procesos es el cómo los habitas y cómo los vives. A veces te puedes sorprender por la resiliencia que podemos tener. La existencia trata sobre estos momentos de la vida cotidiana que son tan únicos y especiales, y a los que tenemos que dar luz.