|| Críticas | ★★★☆☆
Priscilla
Sofia Coppola
Ángel ella y diablo disfrazado él
Ignacio Navarro Mejía
ficha técnica:
Italia y Estados Unidos, 2023. Presentación: Festival de Venecia 2023. Dirección: Sofia Coppola. Guion: Sofia Coppola (basado en el libro de Priscilla Presley y Sandra Harmon). Producción: American Zoetrope / The Apartment / Fremantle. Fotografía: Philippe Le Sourd. Montaje: Sarah Flack. Música: Phoenix. Diseño de producción: Tamara Deverell. Dirección artística: Danny Haeberlin. Decorados: Patricia Cuccia. Vestuario: Stacey Battat. Reparto: Cailee Spaeny, Jacob Elordi, Ari Cohen, Dagmara Dominczyk, Tim Post, Lynne Griffin, Dan Beirne, Rodrigo Fernandez-Stoll, Dan Abramovici. Duración: 113 minutos.
Italia y Estados Unidos, 2023. Presentación: Festival de Venecia 2023. Dirección: Sofia Coppola. Guion: Sofia Coppola (basado en el libro de Priscilla Presley y Sandra Harmon). Producción: American Zoetrope / The Apartment / Fremantle. Fotografía: Philippe Le Sourd. Montaje: Sarah Flack. Música: Phoenix. Diseño de producción: Tamara Deverell. Dirección artística: Danny Haeberlin. Decorados: Patricia Cuccia. Vestuario: Stacey Battat. Reparto: Cailee Spaeny, Jacob Elordi, Ari Cohen, Dagmara Dominczyk, Tim Post, Lynne Griffin, Dan Beirne, Rodrigo Fernandez-Stoll, Dan Abramovici. Duración: 113 minutos.
Así pues, la película arranca justo antes de que se conozcan, en la base militar alemana donde el padre de Priscilla y el propio Elvis están destinados, allá por 1959. Ella apenas tiene 13 años, va al colegio como cualquier otra niña, sale de vez en cuando por el entorno de la base y añora Estados Unidos, aburrida por lo poco que puede hacer o disfrutar en este aislado y cercado microcosmos. Esto es así hasta que, invitada por un amigo de Elvis, coincide con él en una fiesta en su casa y la atracción es inmediata. El cantante insiste en seguir viéndola y, si bien se cuida de llevar demasiado lejos la intimidad de su acercamiento, al menos hasta la mayoría de edad de Priscilla, en realidad ese acercamiento existe desde el principio y como tal, también desde el principio, la relación es claramente desigual a favor de él. Desigualdad que puede confundirse con la toxicidad y la pedofilia, apelativos que censurarían de raíz cualquier trato que pudieran tener, pero Priscilla Presley y Sofia Coppola no quieren transmitir ese rechazo en la narración, ni siquiera denunciar tan directamente el comportamiento de Elvis. Este personaje, sin duda bastante fiel a la realidad, lo recuerda una y reinterpreta la otra como alguien sensible, cercano a sus amigos y su familia, pero también como alguien atormentado, a menudo egoísta y violento. Durante mucho tiempo Priscilla solo es consciente de lo mejor que puede ofrecer, de la suerte que tiene por haber llamado ella la atención de alguien tan reconocido y deseado, como es lógico, obnubilada en su juventud, incluso apabullada y sin la madurez necesaria para asimilar su situación. Luego cobra conciencia de su infelicidad y del daño que su novio primero y marido después le provoca, pero no es un cambio radical, sino una evolución que se anticipa desde los primeros compases de una relación que, en cualquier caso y al margen de juicios o interpretaciones divergentes, sí debe calificarse como ejemplo claro de violencia de género.
En este marco, el mayor logro de Priscilla está en el tono y el enfoque que adopta. Lejos de ser un biopic al uso, por lo fragmentado de la biografía, abarca exclusivamente los años en que Priscilla coincidió con Elvis, pero además se centra en la muy personal visión de ella desde la perspectiva de escenas cotidianas, íntimas, a menudo ajenas a los grandes hitos de esta década y media de vida compartida bajo los focos. Las giras, las actuaciones y los rodajes en que se vio implicado el cantante (y luego actor) se ciñen a sus prólogos, se informan en la prensa y se aluden en varias conversaciones: nunca se ven como tales en la pantalla, al menos hasta un último acto que, en parte por ello, traiciona algo de la visión anterior. Hasta entonces, casi todo lo que tiene que ver con el oficio de Elvis ha quedado fuera de campo, siguiendo una narración elíptica que pasa con fluidez por los varios años que transcurren, apoyada en alguna brillante secuencia de montaje como la que muestra los años en soledad de Priscilla, a principios de los 60, antes de reunirse con Elvis en Graceland. Coppola hace gala de su dominio del montaje musical en este y otros momentos, así como de la puesta en escena con su característico uso de los insertos o planos detalle o de los planos sostenidos con leves movimientos de cámara, reunida con su colaborador habitual (en sus últimos filmes), Philippe Le Sourd. Con todo, más allá de detalles de planificación, de la fotografía destaca sobre todo la calidez de una imagen sin apenas contrastes, lo que permite exteriorizar el estado de ensoñación en el que a menudo se halla la protagonista, y que es de agradecer frente a la mayoría del cine moderno con trabajos de imagen más fríos, casi esterilizados. Mucha calidez desprende igualmente la joven actriz principal Cailee Spaeney, todo un descubrimiento en este complicado papel, bien secundada por Jacob Elordi como Elvis. Y es que, más allá del talento inherente de estos, otra virtud de Coppola siempre ha sido la dirección de actores, y aquí su sola presencia, enmarcados como decíamos de una forma tan personal y envolvente, suple alguna otra carencia de la película. Esta, en efecto, sufre de cierta irregularidad en su desarrollo, más en la forma que en el fondo, quizá por alguna escena de más suprimida en la edición final, y tiene un desenlace que, como adelantábamos, quizá podría haber sido más coherente, más consecuente que la personalidad aquí retratada. Sin embargo, nos queda una obra oportuna, memorable, casi un contrapeso al reciente biopic dirigido por Baz Luhrmann y, como tal, es una adición natural en la incomparable filmografía de su directora. ♦