|| Críticas | ★★★★☆
La memoria infinita
Maite Alberdi
Realismo frente a realidad
Rubén Téllez Brotons
ficha técnica:
Chile, 2023. Título original: La memoria infinita. Dirección: Maite Alberdi. Guion: Maite Alberdi. Compañías: Fabula, Micromundo Producciones, Chicken And Egg Pictures, Inmaat Productions, UTA Independent Film Group. Reparto: Augusto Góngora, Paulina Urrutia. Duración: 85 min.
Chile, 2023. Título original: La memoria infinita. Dirección: Maite Alberdi. Guion: Maite Alberdi. Compañías: Fabula, Micromundo Producciones, Chicken And Egg Pictures, Inmaat Productions, UTA Independent Film Group. Reparto: Augusto Góngora, Paulina Urrutia. Duración: 85 min.
Documental construido, en su gran mayoría, con material rodado de forma casera por los propios protagonistas, viaje hacia el fondo de una mente que se descompone frente a los ojos de sus seres queridos, radiografía de una enfermedad que quiebra unos rostros que caminan sobre el vacío de un futuro sin horizonte aparente, la nueva película de la directora de El agente topo funciona como una fotografía traslúcida en la que se encuentran retratados tanto los pozos de angustia más profundos de los protagonistas como los oasis de luz que calman, muy de vez en cuando, el océano de dolor que ruge bajo sus pechos. La idea es acercar al espectador lo máximo posible a unas personas que intentan convivir con la incertidumbre de la enfermedad, con la proximidad de la muerte, para que las acompañe durante su trayecto. La claridad del lenguaje se presenta como la herramienta fundamental a través de la cual Alberdi construye una propuesta que encuentra su acierto en la desnudez formal, en su no intervención como directora, en su forma, limpia de artefactos retóricos, de exponer la sucesión de los días que los protagonistas pasan encerrados en su casa lidiando con la decadencia y el miedo.
Además, bajo la piel de unas imágenes que arden de dolor y polvo, subyace una reflexión sobre la memoria, tanto histórica como individual: resulta profundamente desgarrador observar cómo se desvanece la memoria particular de una persona que ha contribuido tanto a mantener viva la de un país entero; pero también es emocionante comprobar que su recuerdo va a permanecer vivo gracias a su trabajo en favor de la libertad y la cultura. La memoria infinita condensa en cada uno de sus fotogramas los rayos crepusculares de una historia de amor que funciona como eje vertebrador de la cinta y que no tarda en desvelarse como el verdadero imán que mantiene las miradas fijas en la pantalla durante la totalidad del metraje. Un imán más que necesario, puesto que las escenas que componen la película son de una dureza, de una ferocidad goteada de nihilismo, difícilmente digerible, que la convierten en una obra árida, en un verdadero ejercicio de resistencia. Y es que Maite Alberdi, proyectando en la pantalla unas imágenes desoladoras que carecen de cualquier tipo de fuga que alivien la densidad dramática de la cinta, le propone un reto descomunal a la audiencia. No hay en La memoria infinita ejercicios estilísticos —como la pantalla partida de Vórtex— que rompan la cuarta pared, aunque, en el caso de que los hubiese, serían completamente inútiles, puesto que el carácter documental de la cinta desactiva, obviamente, la posibilidad de que el espectador se esconda tras el muro de la ficción en su intento por soportar el horror de unas imágenes a veces hermosas, pero siempre inclementes. No hay actores, ni guion, ni una iluminación diseñada; sólo unas personas intentando aguantar los envites de la enfermedad. El Edmund de Alemania, año cero nunca existió, y los personajes de Irreversible son una creación de Gaspar Noé, pero Augusto Góngora y Paulina Urrutia son reales; el dolor que expresan frente a la cámara es su verdadero dolor, sus lágrimas no están planificadas, ni su realidad es producto de ningún tipo de ficción. La memoria infinita es, por tanto, una de las mejores películas de la temporada, pero, también, una de las más difíciles de ver. ♦