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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Lobo

    || Críticas | FICX 2023 | ★★☆☆☆ ½
    Lobo
    Alfonso Cortés-Cavanillas
    La brutalidad


    Agus Izquierdo
    Barcelona |

    ficha técnica:
    España, 2023. Duración: 99 min. Dirección: Alfonso Cortés-Cavanillas. Guion: Jorge Navarro de Lemus, Marián Álvarez. Fotografía: Eduardo Mangada. Compañías: Comunidad Imagine, La Caña Brothers, Montreux Entertaiment.

    El cineasta Alfonso Cortés-Cavanillas trabajó codo a codo con Marián Álvarez para construir el guion de Lobo, filme inaugural de la última edición del Festival Internacional de Cine de Gijón, celebrado estos días que cierran noviembre. La película nos sitúa en la vorágine de una mujer que ha escapado de una relación tormentosa y tóxica, dejando atrás una vida desdichada, marcada por la violencia, el maltrato, el chantaje emocional y el abuso perpetrado por su pareja. Parte del mérito de esta crónica de una huida es el ritmo incesante y tenso, propio del thriller, conseguido gracias a una propuesta fotográfica que nos permite seguir (o perseguir, mejor dicho) las andaduras supervivenciales de Sara (la misma Álvarez) y Lobo, su perro, su fiel acompañante, su Sancho Panza, su confidente y también, según cómo y en qué momento, su carga más valiosa (aunque pesada, como todas las cargas que requieren de cierta responsabilidad). Lolo es el nombre real del can, que pertenece, de hecho, a la actriz, dotando a esta historia de un carácter aún más plausible, al ser un proyecto personal y vivencial. En las desventuras de esta pareja, que avanza atolondradamente y soslayando obstáculos, la cámara se desplaza y se tambalea para no perderse ni un frame de la acción y somatizando el padecer (y también absorbiendo la asfixia) del personaje principal. Por supuesto, este recurso formal proporciona al título de una constante subida del ritmo cardíaco, que el público recibirá con mayor o menor agradecimiento, eso ya cada cual.

    Todo aquel que haya convivido con un perro o cualquier otro animal de compañía, agradecerá algunas escenas, sobre todo aquellas en que se explicita la intrínseca relación de amor, entendimiento, empatía y química interespecie. De hecho, los espacios más sentimentales con el chucho, así como la presencia de un personaje secundario pero vital interpretado por Nora Navas, serán los únicos momentos de oxígeno que Lobo condederá al público. Esta road movie angustiosa también respirará cuando Sara conduzca o pare a asearse en cualquier arcén. Para el resto, uno deberá estar preparado para sufrir, puesto que el director aprovechará para colocarnos en contextos que, a riesgo de caer en el gag, se van sucediendo, presentándonos diferentes masculinidades, ya sea en sus más brutales registros o de una manera sutil y cobarde, aunque no por ello menos perversa. Las representaciones del hombre y su orgullo herido pondrán a prueba la paciencia, la resistencia y también la integridad de la protagonista. En ese sentido, el título logra traducir a la pantalla todo ese sentimiento de peso, de paranoia y de amenaza, y perpetuarlo en la imagen. La violencia permanente.

    Lobo juega muy bien sus cartas, pues se despoja y se debe a su historia: a lo que quiere contar y cómo quiere contarlo, sin sobrecargarla más que a través de planos paisajísticos en la carretera o de escenarios claustrofóbicos que, como decíamos, no solo añade un carácter trepidante al relato, sino que comparte el terror y el pánico que sufren diariamente las mujeres, en cualquier rincón del mundo, vengan de donde vengan. Ninguna de ellas está a salvo y es conveniente recordarlo. El único «pero» es, sin embargo, que a veces Cortés-Cavanillas parece perder el control del dramatismo y exagerar los perfiles de los machos alfa, dando como resultado, a veces, algo caricaturesco e, incluso, sencillamente maniqueo.

    Pese a todo, la habilidad narrativa de Cortés-Cavanillas conseguirá absorber al espectador que compre la premisa, es decir, con quien se sienta interpelado por la denuncia social que proclama (con más o menos eficiencia) y con, eso sí, un extremo don para sostener el peso de la angustia que sufre la protagonista de principio a fin, casi sin fisuras y sin ninguna muestra de piedad. Hay que obviar, pues, cualquier indicio de mensaje forzado, y conceder de paso una oportunidad a una película que nos acaba ganando a medida que cobra fuerza e intensidad. Otro de sus golpes de gracia, además, es que la (auto?)ficción resignifica la funcionalidad del perro como componente ficcional, tradicionalmente estancado en un objeto meramente ornamental y aquí, en cambio, otorgando al animal un papel activo: no solo por su rol protagonista y la importancia de su conexión con Sara, sino como entidad que inclusive parece comprender lo que pasa, mostrando estrés, agradecimiento o desesperación, y reaccionando en todo momento, ya sea al dolor o las pequeñas celebraciones que su amiga humana se puede permitir. En cualquier caso, el mensaje es claro e irreprochable: el mundo es un lugar peligroso. «Sé feliz», le espeta, casi imperativamente, Sara a Lobo. No sé lo dice solamente a él. Se lo dice también a ella misma, con la certeza de que el mundo, para una mujer, es todavía más adverso, doblando su apuesta por lo que a hostilidad, incomodidad y vulnerabilidad se refiere. ♦


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