|| Críticas | Mostra de Valencia 2023 | ★★★★☆ |
Toni, en famille
Nathan Ambrosioni
Además, la amabilidad
Aarón Rodríguez Serrano
ficha técnica:
Francia, 2023. Título original: Toni, en famille. Dirección, guion y montaje: Nathan Ambrosioni. Fotografía: Raphaël Vandenbussche. Reparto: Camille Cottin, Léa Lopez, Thomas Gioria, Louise Labèque, Oscar Pauleau, Juliane Lepoureau. Producción: Chi-Fou-Mi Productions. Distribución: StudioCanal. Duración: 95 minutos.
Francia, 2023. Título original: Toni, en famille. Dirección, guion y montaje: Nathan Ambrosioni. Fotografía: Raphaël Vandenbussche. Reparto: Camille Cottin, Léa Lopez, Thomas Gioria, Louise Labèque, Oscar Pauleau, Juliane Lepoureau. Producción: Chi-Fou-Mi Productions. Distribución: StudioCanal. Duración: 95 minutos.
La película es una extraña heredera de aquellas fabulosas comedias sobre familias numerosas y cultura pop que invadieron las pantallas hace ya casi tres lustros —pienso en C.R.A.Z.Y (Jean-Marc Vallée, 2005) o en El primer día del resto de tu vida (Le premier jour du reste de ta vie, Rémi Bezançon, 2008)—, pero incorporando aquí la variable del duelo. Es interesante porque si en aquellas propuestas se hablaba invariablemente de familias heternormativas con algún breve apunte sobre la homosexualidad, aquí hemos desembocado en los retos de la monoparentalidad, amén de pasearse por otros territorios más contemporáneos como la presencia de las redes sociales, el control de la privacidad de los aparatos electrónicos, el precariado entre los profesionales de las artes… La actualización es sensata y límpida, lo que permite que la película pueda ser entendida como un espacio seguro para el intercambio generacional y la escucha de diferentes perspectivas que, mejor que peor, van tejiendo la cotidianeidad de las sociedades occidentales acomodadas.
El punto de partida es lo suficientemente inocuo para que el público despliegue con comodidad sus expectativas: Toni (Camille Cottin) es una antigua cantante de pop en horas bajas que pelea titánicamente para sacar adelante a cinco hijos más o menos adolescentes. Atravesada la cuarentena, viuda y desnortada, tiene que aprender a descifrar los lenguajes y las conductas erráticas de una prole empeñada en hacerse viral, hacerse mechas azules, suspender sistemáticamente el carné de conducir, ganarse la vida con la danza contemporánea y, en fin, atravesar las errancias y angustias de la Generación Z, la Generación Alfa o cosa similar. Como cualquiera ciudadana de a pie, va llenando la bolsa de la compra y pagando las facturas del dentista saltando entre lo absurdo, el cariño o la tragedia, intentando no desplomarse del todo y, en los intersticios, pensar algo en ella misma y en qué hacer con su vida.
La cosa, como ustedes bien saben, es compleja y las películas en general no tienden a decir mucho sobre el tema. Los cuarentones no solemos salir bien en las fotos porque o bien ya hemos conseguido el triunfo épico que lleva al biopic o bien somos lo suficientemente aburridos y hemos fracasado tan estrepitosamente que más que biografía lo que tenemos es una exhibición de atrocidades. Toni lo sabe, y también lo saben sus hijos, y así va arrastrando una existencia plomiza pero con una fuerza voluntariosa y un pulso tembloroso que hace que la película resulte a la vez cercana y extrañamente creíble.
En efecto, uno tiene la impresión de que en otras manos la cinta hubiera podido cometer un patinazo descomunal. El guion de Nathan Ambrosioni funciona precisamente porque consigue un equilibrio complejísimo entre tonos y posibilidades, todos ellos bien conocidos pero perfectamente armonizados. El público no encontrará aquí ni una única novedad, por minúscula que sea, pero tampoco hará falta para que la película se despliegue como una maquinaria bien engrasada. Los planos son extrañamente funcionales, correctos, y salvo algún inspirado momento algo más elevado —el fragmento de Cottin fumando en un paraje inhóspito, por ejemplo—, todo el aparataje visual se pone al servicio de la pura narratividad. Para que luego ciertas voces digan, apretando mucho las mandíbulas, que en los festivales únicamente se programan películas formalmente abigarradas e incapaces de buscar una conexión directa con las grandes audiencias.
Y es que, lo diré con mayor claridad, Toni, en famille merecería ser un taquillazo de cine comercial si el cine comercial fuera algo más inteligente y se decidiera a contar historias con una mirada más humana. Podría funcionar maravillosamente en las minisalas de barrio —en las que todavía existen, que no son muchas— y se hablaría de ella en los grupos de whassap de esas maravillosas señoras y señores que acuden silenciosa e inadvertidamente a las salas los fines de semana y para los que casi nunca escribimos los críticos. Es una película que abrazará y acompañará a los que ya tengan un cierto rodaje vital y vengan de vuelta de los gritos y susurros de la vida. Les dará un puñado de buenas interpretaciones, una historia bien contada, un par de momentos musicales emocionantes o divertidos, un final de alto voltaje humano y la sensación de haber invertido bien unos euros y un par de horas.
Creo que eso era lo que, en el fondo, buscaban Ambrosioni y su equipo: encontrar una vía transitable entre la humildad y la empatía. Extrañas características en el cine de nuestros días, como ustedes ya saben.