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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Sobre todo de noche

    || Críticas | Seminci 2023 | ★★★☆☆ ½
    Sobre todo de noche
    Víctor Iriarte
    Cierra los ojos


    Miguel Martín Maestro
    Valladolid |

    ficha técnica:
    España, Francia, Portugal. 2023. Título original: «Sobre todo de noche». Dirección: Víctor Iriarte. Guión: Isa Campo, Andrea Queralt, Víctor Iriarte. Reparto: Lola Dueñas, Manuel Egozkue, Ana Torrent. Música: Maite Arroitajauregi. Fotografía: Pablo Paloma. Compañías productoras: Atekaleun Films, cSc Films, La Termita Films, Ukbar Filmes, 4A4 Productions. Montaje: Ana Pfaff. Productores: Isa Campo, Isaki Lacuesta, Tamara García, Katixa Silva, Valérie Delpierre, Pablo Iraola, Andrea Queralt.

    Cuando la maquinaria empieza a moverse, el aluvión de referencias instantáneas que surgen de las primeras imágenes resulta muy prometedor; demasiado diría yo, porque cuando la película alcanza su propia identidad el resultado va decayendo, sin perder calidad, pero convirtiéndose en algo mucho más convencional de lo que su primera parte permitiría suponer. El debut en el largometraje del director Víctor Iriarte permite poner la esperanza en sucesivas películas del autor. Alejado del formalismo uniformizador del lenguaje de las series trasvasadas al cine, de los estereotipos igualmente dañinos del cine «de autor», y de, sí hija, sí, de los «lab», pero afortunadamente con un lenguaje personal que ha evitado su fagocitación por esas herramientas de creación colectiva y dirigida que surgen por todas partes como si un artista, para desarrollarse, necesitara de la constante tutela de otros que le guíen, cuando no le impongan, cómo y cuándo hacer las imágenes y los guiones, cercenando la libertad creativa por la vía de la sugerencia necesaria para conseguir fondos de producción. Sobre todo de noche es una pieza singular en el panorama español, no única ni exclusiva, pero poco transitada y, sobre todo, inteligente.

    Esas primeras imágenes directamente apelan al más reciente cine de El Pampero.  El mapa y el territorio, los dedos siguiendo una imaginaría línea que une, misteriosamente, Madrid, San Sebastián, Oporto. Que recorre calles, urbanizaciones, periferias, hasta salirse del mapa tras atravesar Brasil, Uruguay, Argentina, Chile; precedida de una cita de Roberto Bolaño y con una música que rememora los reconocibles acordes que Gabriel Chwojnik utiliza en las películas del colectivo argentino para crear misterio y tensión en esos relatos fantásticos y fantasiosos que sí, que se enlazan con la maestría de la narrativa de Balzac y se lanzan sobre lo cinematográfico con las imágenes de Rivette y su búsqueda, sin ir más lejos, llena de misterio y tradición, plasmada en Out 1. A Colin (Jean Pierre-Léaud en Out 1). Cuando alguien le desliza por debajo de la puerta unos mensajes cifrados que podrían contener las claves que le permitirán cruzar al otro lado, Juliet Berto sigue por las calles de París a aquellos que podrían pertenecer a la secta dominante que mueve los hilos, aquí es Lola Dueñas en su papel de Vera la que aglutina toda la labor de obtención de pistas, indicios, expedientes perdidos, expedientes escondidos, expedientes destruidos para que el relato que se anuncia de terror se transforme en misterio y, finalmente, en venganza.

    Canta Mikel Laboa en su canción Negu hurbilak que «No me asusta el cercano invierno en el calor pleno del verano pues sé que el presente permanece también en el futuro... hasta que todo se transforme en presente, en la raíz del ser». Es una canción que no suena en la película pero cuya letra se ajusta a parte del devenir de la protagonista en su incansable tarea de ir del pasado al presente con intención de mejorar su futuro. Iriarte apela al pasado, a la memoria, a su recuperación, a la indecente manera en que este país ha tapado aquello que una minoría pensó que iba a impedir la modernización creyendo, inocentemente, que el paso del tiempo eliminaría los residuos autoritarios, dictatoriales y de abuso, mientras que la realidad ha demostrado que el rescoldo se ha mantenido incandescente hasta que el huevo de la serpiente ha necesitado más calor. Iriarte, sin dogmatismos, sin sentencias, sin juicios de valor presenta a su protagonista en un momento crucial para su futuro como una madre engañada que no ha dejado de luchar contra el Estado, aprovechando sus debilidades y la solidaridad del humilde, cuando su memoria recuerda haber oído llorar a su hijo recién nacido y, tras despertar del esfuerzo del parto o de la dosis de tranquilizantes, recibir la falsa noticia de que el niño nació muerto. Tantos cientos de mujeres han vivido esa realidad en este país que asusta pensar hasta qué nivel de corrupción médica, religiosa, policial y judicial se llegó hasta los albores del siglo XXI. El hilo conductor que empuja a ese personaje es el de la recuperación de la memoria, saber dónde, cuándo, quién le quitó a ese hijo del que está convencida que sobrevive en algún lugar.

    El tono y la imagen de lo que vemos no es muy diferente al que Carlos Vermut utiliza para su cine, por eso decía antes lo de que no es una película única en su forma ni estilo, pero sí es particular su forma de afrontar el drama, alejado del golpe de efecto aprovecha el relato de intriga para ir encontrando pistas, pistas analógicas en un mundo digital: una llave, un archivador, un libro de registro, una caja fuerte, las cartas, un museo en mudanza, pianos desafinados. Un mundo alejado del presente de manera intencionada en el que, personas desconocidas pero voluntariamente dispuestas a mejorar las injusticias, de modo anónimo, ayudan a esa madre a ir estrechando el cerco de doble manera, por un lado sobre los autores y por otra sobre la localización del hijo robado. Es aquí, cuando se produce ese momento de la localización que el director ha ido construyendo con un pulso sobresaliente como relato negro no exento de mirada psicológica, cuando Iriarte cambia el paso. Personalmente aprecio cierto decaimiento a partir de ese momento en lo que hasta entonces era un sublime relato con uso perfecto de la voz en off y el juego del encuentro de las pistas. Utiliza una herramienta muy acertada cuando el enfrentamiento entre las dos mujeres, Vera y Cora (Ana Torrent), confluye en un objetivo de venganza con la colaboración de ese hijo compartido, pero el desenlace se estira demasiado sin que el relato de para más desde mucho antes, desde que esa reconciliación entre dos mundos enseña al espectador que no todo es blanco ni negro, que entre medias de cualquier acto puede existir una amplia gama de grises.

    El más que discutible uso del ojo de buey como objetivo de las imágenes que Iriarte utiliza una vez localizados los objetivos que Lola Dueñas lleva buscando, y aunque tenga un sentido metafórico, desluce ese primer segmento magistral y hasta rompe la concentración del espectador al que le cuesta volver a la «normalidad» visual apenas 10 o 15 minutos después; también, y no entraré en detalles porque habría que contar parte del desenlace, hay cierta incompatibilidad entre una doble narradora y lo que terminamos sabiendo; pero pese a estos que considero defectos o malas selecciones de soluciones puntuales, la película mantiene su potencia, su buen gusto, su insobornable carácter de principio a fin, no pudiendo obviar otra referencia mucho más cercana. La presencia de Ana Torrent cerrando los ojos es imposible no entenderla como un homenaje a un icono de nuestro cine, y no estamos sobrados. No lo interpreto tanto como un homenaje a Erice (que también, como maestro de nuestro cine) como un guiño a una actriz que quedó marcada desde su infancia por su primer papel y que profesionalmente ha terminado limitando su crecimiento, aquél en que nos mostraba el efecto hipnótico del cine en alguien que nunca antes lo había visto; una hipnosis, una inocencia que ahora no podemos experimentar con todo el bagaje que llevamos a cuestas, pero que sí podemos recordar. Porque, en el fondo, Sobre todo de noche nos pide que no olvidemos, ni lo trascendente para la sociedad ni lo importante para nosotros a nivel personal porque, sobre todo de noche, cuando cerremos los ojos, todos los fantasmas, los saludables, los pendientes, los dañinos, volverán sobre nosotros y exigirán una respuesta, una respuesta tan buena, ojalá, como la que Iriarte nos regala con su primer largometraje.


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