|| Críticas| 71SSIFF| ★★★★☆
Hotel Royal
Kitty Green
Las serpientes no son el animal más peligroso
Júlia Gaitano Mendizábal
ficha técnica:
Australia. 2023. Dirección: Kitty Green. Guion: Kitty Green, Oscar Redding. Fotografía: Michael Latham. Montaje: Kasra Rassoulzadegan. Producción: Iain Canning, Libby Sharpe, Kath Shelper, Emile Sherman, Liz Watts. Música: Jed Palmer. Reparto: Julia Garner, Jessica Henwick, Hugo Weaving, Toby Wallace, Bree Desborough, Nic Darrigo, Herbert Nordrum.
Australia. 2023. Dirección: Kitty Green. Guion: Kitty Green, Oscar Redding. Fotografía: Michael Latham. Montaje: Kasra Rassoulzadegan. Producción: Iain Canning, Libby Sharpe, Kath Shelper, Emile Sherman, Liz Watts. Música: Jed Palmer. Reparto: Julia Garner, Jessica Henwick, Hugo Weaving, Toby Wallace, Bree Desborough, Nic Darrigo, Herbert Nordrum.
Con The Royal Hotel, que es el nombre juguetón que tiene el destartalado bar, Kitty Green no solamente suma una segunda película a su universo cinemático de «mujeres currando de forma precaria en entornos incómodos para ellas», sino que además hace una nada tímida incursión en el género del terror. Green construye una atmósfera enrarecida y cargada que, de incidente en incidente, se va generando más y más desazón. En cierta manera, ya era así en The Assistant, pero en esa ocasión la directora no llegaba a dinamitar toda la tensión que iba acumulando el personaje de Garner. En este nuevo enfoque se atreve a llevar el malestar mucho más allá. El espacio que estarán habitando las chicas no solamente no es un lugar seguro: es abiertamente violento hacia ellas. Kitty Green nos sitúa en los zapatos de las dos turistas, desubicadas, y es desde su perpleja mirada que se nos explica la naturaleza disfuncional de ese grupo de hombres y sus rituales cotidianos. Rituales de risotadas a costa de las jóvenes, de sí mismos, rituales de violencia, de hostilidad, de necesidad de marcar territorio y, a la vez, de incomodarlas en todo momento.
Hanna se muestra absolutamente desconfiada ante tal panorama y, de hecho, ya en un primer instante incluso le plantea a Liv irse ese mismo día. Sin embargo, su compañera es mucho más despreocupada, e interesada por lo pintoresco de la situación, le divierte imaginarse que están viviendo una aventura que se pueda convertir en anécdota más adelante. El tono que toma la película transita muy fluidamente y de forma inteligente entre esa ligereza con que se lo toma Liv (y que, como espectadoras nos hace vivir también: hay momentos realmente hilarantes) y la reticencia de Hanna (momentos en los que la risa queda congelada en una mueca de miedo). El paisaje árido de la zona de Australia en la que se encuentran juega un papel importante a la incomodidad de la historia que, efectivamente, va mutando poco a poco de la contrariedad hacia el terror más puro. Como mujeres, estamos acostumbradas a vivir ciertas circunstancias con las alarmas puestas. Una de ellas, que seguro que tenemos como experiencia compartida, es la de no sentirse a gusto en un lugar cerrado (y además, como en el caso de The Royal Hotel, incomunicado) con una energía profundamente machista. Tanto los hombres que tienen apariencia más amable y suave, o alguna mujer que también hay, como los que se presentan de forma confrontacional desde el minuto uno: todos acaban representando una amenaza real para Hanna y Liv.
Aunque es cierto que en esta segunda película Kitty Green expande el escenario en el que se dan esas violencias, y en esa expansión hay cierto grado de desmadre, también hay una sensación de disfrute y dejarse llevar. Al final, ese desorden a la hora de tratar con los diferentes personajes habituales del bar también aporta a la subjetividad de las chicas y cómo ellas lo ven. El personaje de Julia Garner, en The Assistant, no podía hacer nada frente al grupo de hombres encorbatados a los que servía durante una larguísima jornada de oficina. Green ofrece en su nueva película un punto de catarsis empoderante cuando, en el tramo último de metraje, a las dos amigas no les queda otra opción que tomar el asunto en sus propias manos porque al final todo se reduce a que es «o ellos o nosotras».