|| Críticas | Streaming | ★★★☆☆
Hermana muerte
Paco Plaza
Ave María purísima
Ignacio Navarro Mejía
ficha técnica:
España, 2023. Presentación: Festival de Sitges 2023. Dirección: Paco Plaza. Guion: Jorge Guerricaechevarría y Paco Plaza. Producción: El Estudio / Netflix. Fotografía: Daniel Fernández Abelló. Montaje: Guillermo de la Cal y Martí Roca. Diseño de produción: Laia Ateca. Vestuario: Vinyet Escobar. Reparto: Aria Bedmar, Maru Valdivielso, Luisa Merelas, Chelo Vivares, Almudena Amor, Sara Roch. Duración: 89 minutos.
España, 2023. Presentación: Festival de Sitges 2023. Dirección: Paco Plaza. Guion: Jorge Guerricaechevarría y Paco Plaza. Producción: El Estudio / Netflix. Fotografía: Daniel Fernández Abelló. Montaje: Guillermo de la Cal y Martí Roca. Diseño de produción: Laia Ateca. Vestuario: Vinyet Escobar. Reparto: Aria Bedmar, Maru Valdivielso, Luisa Merelas, Chelo Vivares, Almudena Amor, Sara Roch. Duración: 89 minutos.
A ellas se uniría ahora Hermana muerte, estrenada en Sitges hace unas semanas y recién lanzada en la plataforma Netflix. Dirigida y coescrita por Paco Plaza, se trata en realidad de una precuela o spin-off de Verónica, filme suyo de 2017, ambientado en 1991, sobre una joven madrileña poseída después de una partida de güija. Ahora, Hermana muerte se remonta a los años posteriores a la Guerra Civil y se localiza casi con exclusividad en un convento, acondicionado como escuela para niñas. Ahí se incorpora la joven hermana Narcisa, célebre en la región por haber tenido de pequeña una visión de la virgen, justo en las postrimerías del conflicto bélico, por lo que el espectador más avezado puede intuir que esa visión, en tal contexto, tendrá algo que ver con los sucesos sobrenaturales que ocurren luego en el convento, impulsados por la llegada de Narcisa, y que tienen como referente a una tal hermana Socorro, desaparecida desde hace años. La estructura narrativa se crece cuando se desvela esta conexión, pero eso no llega hasta el desenlace, por lo que el grueso del metraje tiene escaso fondo dramático y discurre por los patrones ya demasiado trillados de este tipo de obras, incluyendo sustos o detalles que a estas alturas parecen menos un signo de fidelidad a las reglas del género que una falta de imaginación en el uso de sus recursos (por ejemplo, los objetos que se mueven sin que nadie los toque o, incluso, esa repentina risa macabra de un personaje antes inocente y ahora amenazador). De hecho, esta carencia se extiende a los personajes secundarios, como el de la hermana Julia, en teoría un personaje interesante, que esconde un turbio secreto, pero que resulta demasiado instrumental y esquemático en su relación con la protagonista.
Hay que reconocer, en cambio, que la puesta en escena de Hermana muerte está por encima de lo habitual, desde la exposición del decorado hasta lo ajustado de los encuadres, con un montaje cuidado, para que cada plano y secuencia se sucedan de manera ortodoxa y fluida. Es algo básico, pero que suele fallar en muchos otros trabajos, al menos de esta categoría, por lo que se agradece que en esta ocasión la técnica y la estética sean, por decirlo sin ambages, adecuadamente cinematográficas. Estas cualidades rellenan lo que pueda faltar en lo puramente dramático, pues un buen trecho de la historia, en particular en su primera parte, se centra en el descubrimiento progresivo del entorno por parte de Narcisa, por lo que quizá basta entonces con ese trabajo visual para proporcionar esa atmósfera inquietante. El peso recae, por ende, también en la actriz, enfrentada a muchos momentos en solitario o sin claros asideros narrativos, y Aria Bedmar aprovecha la oportunidad para demostrar su talento en ese exigente papel. Así, Hermana muerte se desenvuelve mejor cuando se aleja de las manifestaciones más típicas del terror y se mueve por algo más cercano al suspense, dado el ritmo más pausado de sus imágenes y la escasez de estímulos directos, contrarrestados por lo sugerente del ambiente o de las expresiones de un rostro. Sin embargo, estamos ante una película de terror, que además quiere ser parte de una saga o al menos de una tendencia, por lo que acaban dominando sus pautas, por no decir sus vicios, más comunes. Paradójicamente ello va en contra de la esencia de este cine que antes comentábamos, que parte de lo desconocido, de lo imaginario. Y es que, si luego su desarrollo es previsible y está aquejado por referentes tradicionales, ese desconocimiento y esa imaginación quedan en nada. Por consiguiente, las virtudes menos frecuentes de las que podía gozar la película, como esta que reseñamos, quedan relegadas ante la impresión de estar viendo uno más de toda una serie de filmes que, pese a su intención artística, están todos marcados, por no decir maldecidos, por un mismo sello.