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    Cine Alemán Siglo XXI

    Karlovy Vary 2023 (I): «We Have Never Been Modern», «A Sensitive Person» & «Empty Nets»

    || Festivales
    Karlovy Vary 2023
    Crónica I
    Excesos y rastros


    Aarón Rodríguez Serrano
    Karlovy Vary (República Checa) |

    fechas
    | Del 30 de junio al 8 de julio de 2023. |

    Palmarés reciente
    2022| Summer with Hope, Sadaf Foroughi
    2021| As Far As I Can Walk, Stefan Arsenijević.
    2019| The Father, Kristina Grozeva, Petar Valchanov.
    2018| I Do Not Care If We Go Down in History as Barbarians, Radu Jude.
    2017| Little Crusader, Václav Kadrnka.
    2016| It's Not the Time of My Life, Szabolcs Hajdu.
    2015| Bob and the Trees, Diego Ongaro
    2014| Corn Island, Giorgi Ovashvili.

    Si, como escribimos hace un par de días, la sección oficial se inauguró con el dibujo de cinco mujeres caminando entre hogueras, lunas y silencios —véase la crítica de Las chicas están bien—, una vez ya arrancado el festival y con los primeros títulos de la sección oficial habiendo desfilado por la pantalla, podemos empezar a trazar algunas ideas generales sobre la manera en la que se está configurando la programación.

    De entrada, el país que nos acoge ha propuesto dos títulos diametralmente opuestos y tan distantes entre sí que parecen rodados en galaxias y contextos completamente diferentes. Por un lado, suenan de fondo las ínfulas de blockbuster y el cartón piedra de las reconstrucciones de gran solera en We Have Never Been Modern (Ustvit, Matěj Chlupáček, 2023), apuesta fuerte que ha empapelado los empedrados de la ciudad y nos ha llenado las marquesinas con el rostro problematizado e intenso de Eliška Křenková en una indudable campaña de márketing. Película para sacar pecho que intenta reconstruir como buenamente puede un cierto clima político de la Checoslovaquia inmediatamente anterior al estallido de la II Guerra Mundial, convenientemente actualizada con una trama en la que se hibridan elementos del thriller más clásico con una aleccionadora y un tanto balbuceante lección sobre la disforia de género tomando como excusa a un ciudadano hermafrodita. La lectio ideológica está metida a martillazos y envuelta en una más que discutible dirección de fotografía —el etalonaje no sabe si quiere remitir a Wes Anderson o a un naturalismo de época tan creíble como en las miniseries de Atresmedia—, que convierte la cinta en una apuesta dubitativa, atravesada entre un neoclasicismo formal de bajo voltaje y la necesidad de satisfacer epidérmicamente al aire de los tiempos.

    Algo más interesante, aunque sea simplemente por lo arriesgado y atípico de la propuesta, es A Sensitive Person (Citlivý člověk, Tomáš Klein, 2023). A medio camino entre una digestión folclórica de la saga Mad Max, el psicodrama familia y la tradición surrealista del cine moderno de la antigua URSS —los ecos de Jirí Menzel o de Dušan Makavejev están ahí para quien quiera escucharlos—, la película de Klein es un provocador dislate vitaminado. Compuesta episódicamente y con hechuras de novela de aprendizaje, la propuesta de Klein está llena de ruido, furia e idiotas que compiten por no perecer en una suerte de Europa postapocalíptica. Imagínense a un padre demenciado, antiguo actor atrapado en la telaraña de una fama pretérita y probablemente poco fiable, cruzándose con su hijo mudo en una guerra indescifrable entre moteros de aire protofascista y máscaras de minotauro contra impecables señores que conducen coches tuneados. Y eso es apenas un detalle: también pasan por la cinta legiones militares de amazonas que maúllan, suicidas que arrastran incompletos traumas freudianos, ermitaños que se cobijan bajo iconos de la Virgen, apariciones, visiones, música punk y escenas de animación. Todo suturado mediante un montaje creativo y voluntariamente confuso que convierte la aparente linealidad del relato en una especie de tiovivo confuso que amenaza con desplomarse sobre el espectador en cualquier momento. Sin duda son mimbres extremos que ahogarán a las audiencias desprevenidas y que tienen, como apuntaba antes, el exceso como su ADN constitutivo. Uno no sabe si la cosa se quedará en la tomadora de pelo autoral o si acabará convertida en película de culto por los mentideros de la Serie B, pero me atrevería a pronosticar que si cae en un buen Festival de Cine Fantástico con un jurado afin, podría encontrar su sitio y repetir parcialmente el fenómeno que vimos el año pasado con Sisu (Jalmari Helander, 2022). Película que, por cierto, también se proyectará este año en Karlovy Vary.

    En el extremo opuesto a las películas presentadas por la República Checa, se ha presentado también una de esas joyas algo más controladas que justifican la política de coproducciones internacional: Empty Nets (Behrooz Karamizade, 2023), película levantada al alimón entre Alemania e Irán y que cuenta con la presencia —discreta pero decisiva— de Sadaf Asgari, una de las actrices más prometedoras de la escena iraní contemporánea. La referencia a Asgari, por cierto, no es en absoluto gratuita: la película tiene un cierto aire de familia con otros thrillers anteriores que han tenido una más que notable acogida internacional —Yalda (Massoud Bakhshi, 2019) y Until Tomorrow (Ta Farda, Ali Asgari, 2022)—, y que parece sugerir el surgimiento de una nueva escena iraní que nada tiene que ver con las viejas generaciones autorales sino, más bien, con una cierta occidentalización de su cine por la vía del thriller. Lo que no quiere decir, cuidado, que Empty Nets no sea una película más que solvente, trazada con firmeza y capaz de combinar a la vez una cierta crítica con respecto a las políticas migratorias, una reflexión sobre la precariedad juvenil en Irán y por supuesto, una exuberante apuesta visual que incluye tormentas, naufragios, escenas subacuáticas y, ante todo, una fabulosa dirección artística que convierte en puro material fílmico las grietas, las brechas, las ruinas y los escombros. Karamizade ha sabido enfrentarse al formato largometraje gracias en parte a un aparato de producción que ha sabido arroparle y gracias también a una cierta humildad en los presupuestos: no querer inventar la rueda en ciertas ocasiones, tener una cierta prudencia inteligente ante los propios límites, esconder las inseguridades y apoyarse sin complejos en las estructuras clásicas o en los clichés del género pueden, en ciertas ocasiones, ser buenas ideas. Aquí la cosa cuadra porque la historia es sobradamente conocida y no guarda ninguna sorpresa, y sin embargo, la película es indudablemente placentera en su contemplación.


    Fotogramas:
    We Have Never Been Modern | A Sensitive Person

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