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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Barbie


    || Críticas | ★★★★☆
    Barbie
    Greta Gerwig
    El imperio de una marca


    Ignacio Navarro Mejía
    Madrid |

    ficha técnica:
    Estados Unidos y Reino Unido, 2023. Dirección: Greta Gerwig. Guion: Greta Gerwig y Noah Baumbach. Producción: Warner Bros. / Heyday Films / LuckyChap Entertainment / NBGG Pictures / Mattel Films. Fotografía: Rodrigo Prieto. Montaje: Nick Houy. Música: Mark Ronson y Andrew Wyatt. Diseño de producción: Sarah Greenwood. Vestuario: Jacqueline Durran. Reparto: Margot Robbie, Ryan Gosling, America Ferrera, Kate McKinnon, Will Ferrell, Ariana Greenblatt, Rhea Perlman, Michael Cera, Simu Liu, Issa Rae, Emerald Fennell, Dua Lipa. Duración: 114 minutos.

    Cuando se supo que la próxima película de Greta Gerwig, guionista y directora de Lady Bird (2017) y Mujercitas (2019), sería Barbie, hubo no pocas sorpresas entre sus seguidores. Una historia basada en las muñecas de Mattel, de las que durante varias generaciones han disfrutado niñas de todo el mundo, contrastaba con sus dos películas anteriores, una historia original y la otra adaptada, pero centradas ambas en la emancipación de una mujer joven, retratando el paso a su edad adulta. En suma, se enmarcaban en lo que se conoce en inglés como el subgénero coming-of-age. En cambio, el universo Barbie representa la infancia perpetua, con unos juguetes, unas casitas u otros accesorios que, lógicamente, se pueden conservar y reutilizar a una edad más tardía, pero que no dejan de ser juguetes, inmutables, no solo por su apariencia sino por haber consolidado estos mismos productos, apenas renovados, sus ventas o merchandising década tras década. Al margen de ello, la sorpresa general venía motivada por el mero hecho de realizarse una película sobre Barbie, para más inri por una directora-autora comprometida con el cine independiente. En cualquier caso, con estos precedentes, era evidente que esta película no se iba a limitar a mostrar a niñas (o niños) jugando con estas muñecas (o muñecos), ni a dar vida sin más a estas últimas, sino que iba a utilizar esta premisa para subvertir nuestras expectativas y hacer avanzar la historia por otros derroteros, añadiendo complejidad a la narración, además, para poder extenderse hasta un largometraje, más allá del sketch o del anuncio publicitario.

    En realidad, las dos primeras partes de Barbie, esto es, su prólogo y su primer acto localizado en Barbieland, sí se ciñen respectivamente a unas niñas jugando a las muñecas y a unas muñecas y muñecos que cobran vida y hacen cosas superficiales en un marco de fantasía. Pero el tono es subversivo, o al menos satírico, desde el comienzo. En cuanto al prólogo, divertido, incluso ilustrativo dentro de su escasa originalidad, es una enésima parodia del fragmento de los simios de 2001: Una odisea del espacio, referencia que, pese a su obviedad, quizá se les escape a unos cuantos espectadores que puedan ir a ver esta película. Aquí se mimetiza para sustituir a los simios por niñas, los huesos por muñecas y el monolito por el estereotipo de Barbie, cuya llegada supone una auténtica revolución en la escala evolutiva del ocio infantil. Asentada esta nueva referencia, Barbie pasa a dominar el mundo, o al menos su mundo de Barbieland, donde varias Barbies se reparten los puestos de mando, mientras los Kens y algún otro muñeco marginal quedan bajo su servicio o dependencia. En concreto, la narración se centra en la Barbie estereotipada, con los rasgos de Margot Robbie, y en un Ken también prototípico, interpretado por Ryan Gosling, ambos actores estupendos, sacando a relucir todo su carisma. Esta Barbie disfruta de una vida sin preocupaciones, sin siquiera necesidades puramente biológicas, pues desde que amanece hasta el día siguiente no requiere alimentación ni descanso como tal y pasa el tiempo en la playa o de fiesta en su mansión. Ken, por su parte, solo quiere llamar su atención y estar con ella, aunque para ello rivaliza con otros muchos Kens, a cada cual más inexperto, sin lograr nunca su objetivo. Sin embargo, este idilio de Barbie se tuerce cuando empieza a tener pensamientos negativos, debidos, como se explica, a los que padece quien está jugando con ella en el mundo real. A partir de ahí, la narración pasa a ofrecer una peculiar dualidad entre estos dos mundos, menos opuestos de lo que parece, teniendo en cuenta, además, cómo se afectan y retroalimentan.

    Por ello discurre el grueso del metraje, del que no daremos más detalles propiamente narrativos, sino que nos detendremos en sus ideas y mensajes. Aunque estamos ante una comedia fantástica, diseñada nada menos que a partir de una marca de juguetes, tiene una intención didáctica bastante seria. Juega con los conceptos de patriarcado, masculinidad y, en especial, con todos los desafíos que soporta el género femenino, en un tono que, por el propio marco en que se desarrolla la historia, es liviano y humorístico, pero también insistente y aferrado a su gravedad intrínseca. Muchos diálogos se apartan de la acción orgánica para hablarnos directamente de estos temas, por lo que el guion se estructura de una manera poco ortodoxa, en cuanto a la división en actos o el ritmo de las secuencias. El experimento no funciona siempre con suficiente fluidez, pero es de agradecer la ambición de la propuesta, más allá de la oportunidad que aprovecha para compartir su militante feminismo con el gran público. Se podría criticar que esta dimensión no debería tener tanto protagonismo en esta ficción comercial, esto es, que la descompensa, pero para quien esto escribe la crítica se supera desde el momento en que Barbie no pretende ser una ficción más, ni en su fondo ni en su forma. Dicho de otra manera, hace mutar elementos esenciales de cualquier cinta de género, como los papeles de villano y héroe (véase el comportamiento de Mattel y sus secuaces, o de Ken), el predominio de cierta voz narrativa (añadiendo aquí, con una narradora omnisciente, más metalingüismo) o la propia puesta en escena (muy sintética una vez elaborada toda la parafernalia de su decorado principal). Por ello, el riesgo de la película no es tanto por hacer girar en torno al personaje de Barbie toda una historia, que también, sino sobre todo por construir esta historia proyectando lo que Barbie significa a sus distintas dimensiones. Barbie es, como decíamos, una figura inmutable, esquemática y simbólica, pero con la que se pueden hacer muchas cosas. Así, también la película reduce otros personajes y sus acciones a ese valor esquemático y simbólico (no solo los creados por Mattel, sino sus propios creadores o sus clientes), pero multifacético, donde tiene cabida cualquier tipo de reflexión u ocurrencia. En cualquier caso, el entretenimiento está asegurado, con una edición ágil (que se crece en las coreografías y secuencias de montaje), una banda sonora satisfactoria (canción original de Dua Lipa incluida), una fotografía luminosa (que saca el máximo partido a la escenografía) y, en suma, una pura sucesión de imágenes y sonidos que obedecen a la voluntad de un equipo con clara libertad artística… sin renunciar al legado de una muñeca que, pese a todo y sin perder su identidad, al final también acaba haciéndose mayor.


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