Alma viva es el primer largometraje dirigido por Cristèle Alves Meira. Es la historia de una niña, Salomé, quien tiene una conexión muy especial con su abuela recientemente fallecida. En la película imaginación, fantasía y realismo se entremezclan de manera fascinante. Hablamos con su directora con motivo de su estreno en Madrid.
La película estuvo en la Semana de la Crítica de Cannes, y ha ganado el premio a Mejor Dirección Novel en el Festival de Valladolid, ¿cómo ha funcionado hasta ahora de cara al público en festivales? Me parece una obra muy propicia para que el espectador empatice con los personajes.
Hace un año que la película está yendo por festivales, y creo que ha conseguido tocar a gente muy diferente y generar empatía con ellos, sintiéndose cerca de los personajes.
¿Cómo surge Alma viva?
Soy actriz de teatro de formación, pero también hago películas documentales, muchos de ellas rodadas en Angola. En esta ocasión, sin embargo, quise acercarme cinematográficamente a mi familia, a mi pueblo, hablar de mi biografía. He hecho cortos anteriores con la participación de familiares también. En este punto decidí empezar a realizar Alma viva.
La película está ambientada en un pueblo de Portugal, aunque parte de la familia protagonista está conectada con Francia de alguna forma. Parece un ambiente propicio para contar una historia sobre las tradiciones culturales portuguesas, que además es una cultura muy religiosa.
El pueblo que aparece en la película es realmente mi pueblo de origen. Yo soy una persona urbana, pero deseo volver a mis antepasados para entender quién soy yo y las creencias paganas de mi pueblo. Estas creencias son muy importantes para ellos.
La protagonista es una niña, Salomé, que tiene una relación muy especial con su abuela, que fallece al comienzo de la película. La influencia del pensamiento mágico, y también el religioso parece tener un enorme peso en su conexión.
Quería explicar la transmisión de creencias antiguas que chocan con la modernidad. De hecho son dos mundos que chocan, es un filme sobre la herencia cultural y religiosa, y sobre la nueva vida que tenemos por delante.
Existe una conexión generacional muy peculiar en la película. Parece que Salomé se encuentra mucho más vinculada con su abuela que con sus padres. ¿Crees que ocurre así también en la realidad? ¿los niños conectan más con sus abuelos que con sus padres?
Los padres portugueses trabajan a veces en Francia, y envían a los hijos a los pueblos de origen. Los padres trabajan mucho para progresar y hacen muchos esfuerzos. En ese tiempo los hijos pasan tiempo con los abuelos y ahí se produce esa conexión. Además los niños tienen la capacidad de conectar con creencias y mensajes más propios del pasado, menos racionales. Salomé tiene además un don para conectar con esas ideas, por ello su abuela le dice que tiene «el cuerpo abierto». Los niños además suelen rechazar las ideas de sus padres, pero validan más fácilmente aquello de lo que le hablan sus abuelos.
Los espacios naturales y el clima tienen un gran protagonismo en la película. A veces parece que es la subjetividad de Salomé la que mágicamente condiciona los espacios. ¿cómo concebiste esta conexión?
En todas mis películas se encuentra la fuerza de las ideas irracionales. El poder de lo que llamamos las brujas, pero que no son más que personas normales que han cultivado la apertura de otros espacios. Salomé se siente identificada por este mundo. En la película esos cambios climáticos y naturales, como el incendio o la lluvia repentina, tienen una explicación racional e irracional a la vez. Dependiendo de la visión con que se mire, para Salomé la explicación es irracional y es su abuela quien ha provocado estos eventos, pero el espectador es libre de elegir el camino de la racionalidad o la irracionalidad.
Para terminar, tras el excelente recorrido de su debut en la ficción ¿tiene algún proyecto futuro en mente?
Sí, un proyecto urbano, no rural en este caso. De nuevo será un choque de lo nuevo y lo viejo. Y por supuesto la historia hablará de mujeres.
