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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Tyler Rake 2

    || Críticas | Netflix | ★★★☆☆ ½
    Tyler Rake 2
    Sam Hargrave
    Eso me dijo tu hermana, hijo de puta


    Raúl Álvarez
    Madrid |

    ficha técnica:
    EE.UU. 2023. Título original: Extraction II. Director: Sam Hargrave. Guion: Joe Russo, Anthony Russo, Ande Parks. Productores: Jake Aust, Ari Costa, Eric Gitter, Benjamin Grayson, Sam Hargrave, Joe Russo, Anthony Russo, Chris Hemsworth, Mike Larocca. Productoras: AGBO, Filmhaus Films, Netflix, Stillking Films, TGIM Films, Wild State. Fotografía: Greg Baldi. Música: Alex Belcher, Henry Jackman. Montaje: William Hoy, Alex Rodríguez. Reparto: Chris Hemsworth, Golshifteh Farahani, Adam Bessa, Tornike Gogrichiani, Tornike Bziava, Tinatin Dalakishvili, Andro Japaridze, Olga Kurylenko, Idris Elba.

    CEl mismo año que tiraron la puerta abajo de Marvel con Capitán América: El soldado de invierno (Captain America: The Winter Soldier, 2014), los hermanos Joe y Anthony Russo publicaron en forma de novela gráfica, con la colaboración del historietista Ande Parks y el dibujante Fernando León González, el guion (malo) de una película para la cual no habían encontrado financiación supuestamente por su tono insolente, salvaje y violento. A Ciudad, así se llama este trabajo hoy descatalogado, tampoco le fue bien en las tiendas de cómics. Sin embargo, quién lo iba a decir, contenía en sus páginas el personaje más interesante de cuantos han lanzado a la industria los hermanos Russo durante la última década de su carrera. Nos referimos al mercenario Tyler Rake, que, en su hasta el momento doble traslación al cine, ha hecho suyo con pasmosa facilidad un Chris Hemsworth cada vez más cómodo en papeles puramente físicos; casi podría decirse que de gymkhana, show de supervivencia o shooter en primer persona.

    Tyler es a la vez potencia y vector de la acción, a la manera del actioner prototípico que encumbró Stallone en Acorralado (First Blood, Ted Kotcheff, 1982). Pero lo que le distingue de otros personajes similares y lo que le convierte, como decía, en la mejor creación de los Russo, es su condición de híbrido entre varias figuras protagónicas del cine de acción y el cómic neonoir, y sus correspondientes tradiciones narrativas. Por un lado, el cazarrecompensas hierático y parco en palabras característico del spaguetti western. En concreto, el Hombre sin Nombre (Clint Eastwood) de la Trilogía del dólar de Sergio Leone; influencia esta confesada por los Russo y Ande Parks en varias entrevistas de promoción, ya que el italiano es uno de sus directores favoritos. La caracterización de Hemsworth es muy reveladora al respecto: calculado aspecto desaliñado, humor apoyado en sentencias, mirada acuosa, violencia cruda y shots de whisky.

    Por otro lado, el cliché del veterano de guerra que expía sus pecados poniendo sus armas al servicio de causas nobles. Aquí cabrían, en retrospectiva, desde Rambo y sus mutaciones en la serie B (de Chuck Norris a Scott Adkins) hasta los antihéroes de los westerns “sucios” de Walter Hill y el primer Clint Eastwood director. De éste, pienso, por ejemplo, en El fuera de la ley (The Outlaw Josey Wales, 1976). Por el lado del cómic neonoir, y esta es la aportación esencial de Parks en lo temático y González en lo estético, urge mencionar los marginados salvajes de Frank Miller y Jack Kirby. Quien haya tenido la oportunidad de echar un vistazo a Ciudad se habrá dado cuenta de la deuda con Sin City. Si a este marasmo referencial le añadimos una concepción de la set piece según el libro de estilo de John Wick –visible en el sentido frenético de las coreografías y el uso de los disparos a bocajarro como finisher– y el ladino espíritu imperialista de Venganza –EE.UU. tiene la sagrada misión de someter las culturas bárbaras e inferiores (la primera parte azota a los indios y esta segunda a los georgianos)–, tendremos un mapa bastante certero de la geografía física y moral de Tyler Rake en tanto héroe de acción y nueva franquicia de Netflix.

    Los Russo, hay que reconocerlo, han estado listos a la hora de ofrecerle a esta plataforma un personaje que encaja como un guante en el perfil real de su audiencia. De hecho, quizá esta sea su mayor virtud como guionistas-productores, la de elegir el mejor mercado posible para sus productos en serie. Y digo “real” porque no se trata tan solo de un acierto en lo que podría denominarse “casting industrial” de oportunidades. No. El éxito maquiavélico y hasta cierto punto subversivo, por retrógrado, de Tyler Rake radica en su disfrute por parte de una audiencia masiva que, como quien no quiere la cosa, representa lo contrario de lo que sugieren los algoritmos y la IA de Netflix, programados en función de la agenda que sugiera la corrección política en cada momento. Frente a la inclusividad y la conciencia de las minorías, que guían la mayor parte de carruseles que se ofrecen a la vista de los abonados a Netflix, de repente, un macho alfa impone un orden social que deja en pañales las propuestas más abiertamente propagandísticas de la era Reagan. Golazo.

    ¿Y por qué entra tan bien y es tan placentero este cóctel de pax americana para la era de las plataformas y la sensibilidad de nicho? Obvio, porque Sam Hargrave (director) y los hermanos Russo (guionistas) conocen al dedillo los seductores mecanismos del fascismo fascinante que describió Susan Sontag. No creo ni por asomo que Tyler Rake sea un fascista; de hecho, es un personaje muy cercano al bushido de los samuráis, esto es, entregado a un código de honor que sirve causas, no ideologías. Sin embargo, es indudable que sus creadores saben que la imagen tiene el poder de articular ideas ambiguas mediante las formas que en teoría las niegan. A ello se aplican con denuedo Hargrave y los Russo, y lo hacen de una manera eficaz, alarmantemente eficaz, mezclando la furia del hombre máquina de La Mettrie con el tono inmersivo de sagas de videojuegos como Call of Duty y Battlefield. Uno no se cuestiona la ética o la moralidad de lo que ve, o cuesta planteársela, porque la imagen te arroja a un escenario que recrea el dilema básico del entrenamiento de las escuelas militares: matar o morir. Al infierno el contexto.

    Tyler Rake 2 vuela sobre esta premisa a partir del momento en que, pasados sus torpes primeros minutos, se dedica a encadenar una set piece tras de otra alternando, metrónomo en mano, una doble estrategia compositiva y narrativa. Planos secuencia para ilustrar batallas y persecuciones –con sus trampas digitales, de acuerdo, pero técnicamente brillantes, dúctiles y salpicados de elementos sorpresa–, y secuencias con planos ligeramente acelerados para escenificar combates cuerpo a cuerpo y muertes feroces. Sin apenas pestañear, pasamos así de La Mettrie a Marinetti, porque estas secuencias, o más bien máquinas rugientes de ficción bélica, de unos veinte minutos de duración cada una, interrumpidas solo por breves escenas intimistas que sirven para dar juego (poco) a Idris Elba y Olga Kurylenko, construyen una película de excepcional contundencia física, sobresaliente en el uso de los espacios y la perspectiva, y que entiende mejor que mucho cine de acción contemporáneo las posibilidades de la narrativa de los videojuegos bélicos. No pasa nada por rendirse a las imágenes de esta nueva encarnación del outsider nacido para matar. A cada público, su dulce veneno. La cuestión pasa por entender que, al término del aquelarre particular de cada uno, todos nos demos cuenta de que el auténtico cine suda, mancha y salpica. Da igual que sea sangre o lágrimas.


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