|| Críticas | ★★★☆☆
Eismayer
David Wagner
Corazas
Júlia Gaitano Mendizábal
ficha técnica:
Austria. 2022. Dirección: David Wagner. Guion: David Wagner. Producción: Sabine Gruber, Arash T. Riahi. Fotografía: Serafin Spitzer. Montaje: Stephan Bechinger. Música: Lylit. Reparto: Gerhard Liebmann, Luka Dimic, Julia Koschitz, Anton Noori, Christopher Schärf, Karl Fischer, Lion Tatzber, Lukas Johne, Mona Kospach, Matthias Hack, Harry Lampl.
Austria. 2022. Dirección: David Wagner. Guion: David Wagner. Producción: Sabine Gruber, Arash T. Riahi. Fotografía: Serafin Spitzer. Montaje: Stephan Bechinger. Música: Lylit. Reparto: Gerhard Liebmann, Luka Dimic, Julia Koschitz, Anton Noori, Christopher Schärf, Karl Fischer, Lion Tatzber, Lukas Johne, Mona Kospach, Matthias Hack, Harry Lampl.
Bajo la etiqueta «basada en una historia real», la película (con título epónimo) aborda la historia del teniente Charles Eismayer, un instructor del ejército austriaco que poco tiene que envidiar al Sargento de artillería Hartman de La chaqueta metálica. Experimentado y con una piel aparentemente más dura que el acero, un Eismayer interpretado por Gerhard Liebmann se encarga de adiestrar las nuevas adquisiciones del ejército. En las instrucciones prevalece un orden del temor bajo las órdenes firmes del teniente. En otros lugares del cuartel, en un ambiente más distendido, afloran los comentarios vejatorios en clave de burla, normalmente con un plus de homofobia. Cuando aparece Mario Falak (Luka Dimic), uno de los nuevos soldados, hay un pequeño cambio de aires. Falak se presenta como abiertamente gay y no duda en encararse e incluso defenderse ofensivamente ante la posibilidad del insulto, o devolver las burlas con humor y la mirada bien alta. Con su llegada, veremos las primeras grietas en esa máscara que Eismayer luce en todo momento. Porque además en el teniente existen diferentes figuras que luchan por mantenerse sólidas en esa superficie severa. Evidentemente, tenemos al inflexible «señor de la guerra», su faceta principal. Pero hurgando un poco más también podemos encontrar un padre de familia y esposo que, ya a duras penas, puede mantener esa imagen de él. Con excusas constantes para evitar el hogar, busca en cambio alivio en encuentros furtivos, nocturnos y prohibidos, con otros hombres. No cuesta imaginar por qué el soldado Falak se presenta como un desafío en la vida del militar.
El filme arranca áspero como su protagonista, hermético en sus formas y narración. Luego, acompañando y acompasando por partes iguales el viaje emocional de Eismayer, encuentra la manera de hacerlo al abrigo de otros géneros quizás no tan obvios. Es así como, casi sin darnos cuenta, hacia el último tercio de metraje, hemos pasado a estar viendo una película romántica sin concesiones. No sin su dosis de drama, pero tampoco rotundamente fatalista, como se ha dado el caso frecuentemente en historias sobre homosexualidad conflictiva (u otros temas relacionados con la expresión de género o preferencias sexuales). Aun así, cuesta quitarse de la cabeza algunas de las declaraciones que surgen entre militares al saberse la orientación sexual de Falak. Comentan que «tener maricas en el ejército es como meter a un pedófilo en una guardería». Eismayer presencia solemnemente esta conversación, notando el duro golpe pero ocultando el dolor que le pueda provocar. Su camino para normalizar su propia condición como hombre gay será largo y complejo. En este viaje no podemos sino lamentar el pequeñísimo papel que se da a su mujer (muy digna Julia Koschitz) cuando, evidentemente, se trata de una parte indudable del conflicto interno del teniente. Hay también otros aspectos de la vida del Charles Eismayer real que quisieron añadir a la cinta, quizás bajo la imposición de ese «basada en hechos reales», que también quedan más esbozados que contados como tal.
Sin embargo, entendemos que el foco principal de la película es, al final, la historia de amor entre un teniente y su subordinado y, como tal, priorizará cualquier aspecto que le ayude a contarla. Tras una bonita y sanadora conversación con su hijo, Eismayer se deshará finalmente de las grietas en la superficie para dejar aflorar lo que lleva dentro. Haciendo las paces con esa pugna que le devora y no le deja entregarse al amor por completo, podemos comprender que de esto iba el asunto: todos merecemos un final feliz.