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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Club Zero

    || Críticas | Cannes 2023 | ★★★★☆
    Club Zero
    Jessica Hausner
    Food for thought


    Ignacio Navarro Mejía
    Cannes (Francia)|

    ficha técnica:
    Austria, Francia, Reino Unido, 2023. Título original: «Club Zero». Dirección: Jessica Hausner. Guion: Géraldine Bajard, Jessica Hausner. Compañías productoras: Coop 99, Coproduction Office, Essential Filmproduktion, BBC Film, Club Zero. Música: Markus Binder. Fotografía: Martin Gschlacht. Presentación oficial: Sección Oficial del Festival de Cannes. Reparto: Mia Wasikowska, Sidse Babett Knudsen, Elsa Zylberstein, Mathieu Demy. Duración: 110 minutos.

    El consumismo y el desperdicio alimentario están entre los factores más contaminantes del planeta. Aunque este efecto se tiende a achacar sobre todo al dióxido de carbono, a la sequía o al deterioro de la capa de ozono, lo cierto es que los residuos alimentarios, por el gas metano que generan, contaminan más de 20 veces más que el CO2, y el irresponsable empleo del agua para todo tipo de hábitos de consumo agrava su escasez. Ambos, en cualquier caso, están relacionados, puesto que la inmensa mayoría de la gente tiende a gastar o comprar más de lo que efectivamente necesita, en este caso más líquido o comida sólida de la que luego ingerirá. Es algo pernicioso para la salud del planeta, además de para la salud de cada uno, pues todos sabemos que esta mejora cuanto menos se coma, o cuantos menos excesos gastronómicos se cometan. El extremo opuesto, con todo, también es perjudicial, ya que puede desembocar en un trastorno alimentario de graves consecuencias. Todo esto es sabiduría popular, al margen de sus irrefutables y contrastadas pruebas, por lo que cuestionarlo es como seguir convencido de que la Tierra es plana... O de que los gases de efecto invernadero no deben limitarse o que el cambio climático no existe. Sin salirnos pues de este marco, las colectividades o los grupos marginales que defienden estas posturas, podría decirse, casi antisistema, entran en un terreno propio no del consenso científico, sino de la fe sectaria.

    Club Zero designa a un grupo de esta naturaleza, o ideología, pues hace falta todo un sistema alternativo de ideas para defender lo que creen los miembros que lo integran. Y es que comer no es necesario para vivir. Así termina instruyendo la profesora de un liceo elitista, llamada Miss Novak e interpretada con rigor por Mia Wasikowska, a su reducido y sumiso grupo de alumnos (alguno de ellos inicialmente rebelde, pero luego presionado para seguir la mentalidad del rebaño), en una clase específica dedicada a la nutrición. Lo que empieza como una postura razonable, acorde al consenso, esto es, que comer menos y de forma más pausada (alimentación consciente, lo llama Miss Novak) es beneficioso para la salud (tanto personal como planetaria), pronto deriva al absurdo radical, teniendo en cuenta que el mentado extremo de falta absoluta de alimentación, ajeno a la guía docente de la clase curricular, no es el que se ajusta a los principios de base de sus miembros (salvo la profesora), sino de los de una asociación más opaca y oficiosa, el internacional “Club Zero” del título (al que ella pertenece). En cualquier caso, llegados a este punto, no se suspende la incredulidad ante lo narrado, porque desde el principio la película de Jessica Hausner acentúa su esencia surrealista, ajena a la pura realidad.

    De hecho, la artificialidad de la narración, como una especie de híbrido entre el colorido Wes Anderson y el oscuro Yorgos Lanthimos, impide que nos la tomemos en serio en ningún momento. Aunque aborda temas candentes y polémicos, lo hace siempre con ironía y desfachatez, en especial con unos diálogos más pendientes de su intención didáctica o categórica (o directamente del chiste) que de una genuina expresión emocional. Esto podría ser criticable, pero concuerda con la naturaleza de unos personajes que renuncian a su complejidad humana a merced de una simplificación deshumanizada. La misma se refuerza con una visualización anacrónica, propia de la ciencia ficción que asume la historia, aunque su decorado se puede reconducir a una tendencia concreta, como es el arte pop (manifestación, por cierto, caracterizada igualmente por la rebelión ante el orden capitalista establecido). En efecto, toda la iconografía de la película recuerda a esta representación, y así cada plano se escenifica como toda una obra pictórica (con atrezo exacto y recargado, líneas duras, encuadres geométricos…), si bien con más énfasis en la arquitectura de la imagen que en su fotografía. En toda esta visualización es asimismo importante el vestuario, que dice mucho de cada personaje aunque, a su vez, difumina su identidad de género o la época de su vestimenta, lo que contribuye a la unión de todos ellos bajo un mensaje colectivo (incluido el inglés usado por quienes, según el acento, provienen de lugares distintos). En fin, entre estos apartados, destaca la esporádica, falsamente monocorde banda sonora, que añade una nota de asincronismo al conjunto. En suma, estamos ante un filme muy elaborado, en muchos aspectos, que, al mismo tiempo, se presenta solo como la punta de un iceberg, para provocar y para entretener más que para profundizar en su premisa... Y ello, de vez en cuando entre tanta propuesta sesuda, es de agradecer.


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